Shakespeare & Cía
Una interrogación figura junto a la fecha de la muerte del escritor libertino Christopher Marlowe en su vidriera de la Poet’s Corner, un rincón de la abadía de Westminster (Londres) donde se rinde tributo a los literatos ingleses, entre los que está William Shakespeare. Sus admiradores, organizados en la Marlowe Society, presionaron para incluir el interrogante a pesar de que existen pruebas de que Marlowe falleció de una puñalada en 1593. Ellos reivindican que su asesinato fue fingido y que comenzó a firmar sus obras bajo el nombre de Shakespeare. Los expertos, sin embargo, lo desmienten: «Las diferencias estilísticas entre ambos son tan grandes, que parece muy poco probable que el autor de Doctor Faustus cambiase radicalmente de estilo para escribir las obras de Shakespeare”, apunta Clara Calvo, catedrática de la Universidad de Murcia y experta en el poeta inglés. Marlowe no es el único a quien se le ha atribuido la autoría de las obras del bardo: Francis Bacon y tres condes, el de Derby, el de Rutland y el de Oxford —como reflejó la película Anonymous de 2011— han sido candidatos para ocupar el lugar del escritor más importante de la literatura inglesa. Hoy día, ningún estudioso duda que el William Shakespeare nacido en Stratfordupon-Avon sea el autor de las obras que se le atribuyen. “En estas teorías hay cierto esnobismo: solo las defienden aquellos que no admiten que alguien que procede del medio rural, sin educación universitaria, haya llegado a escribir las obras cumbres de la literatura inglesa”, explica Calvo.
Mientras que ningún académico cuestiona la existencia del dramaturgo, las teorías que afirman que escribió varias obras en colaboración con otros autores centran los estudios actuales. “Puede que haya obras de otros literatos, e incluso obras anónimas, en las que Shakespeare haya tenido algo que ver. Y obras suyas en las que hayan intervenido otros autores. Durante los próximos diez años los debates se centrarán en esta cuestión”, apunta Emma Smith, catedrática de la Universidad de Oxford que ha publicado, junto a su colega Laurie Maguire, 30 grandes mitos sobre Shakespeare, un ensayo en el que intentan arrojar luz sobre enigmas y leyendas que se han formado a lo largo de los siglos en torno al bardo. En los siglos XVI y XVII era habitual que los dramaturgos escribieran juntos, bien porque a un autor se le daba bien la escritura de escenas de espadachines y a otro las escenas románticas o bien para acelerar la escritura y satisfacer la alta demanda de piezas nuevas que los teatros exigían”, explica Clara Calvo.
Shakespeare no fue una excepción y trabajó con otros autores: terminóPericles, una obra inacabada deGeorge Wilkins; colaboró con Thomas Middleton enMacbeth, Medida por medida y Todo bien si acaba bien; y rubricó mano a mano con John Fletcher sus últimas tres obras: Enrique VIII, Los dos nobles parientes y Cardenio, basada en un personaje de El Quijote y perdida actualmente. “Ahora tratamos de dilucidar quién escribió cada escena”, comenta la catedrática de Murcia. Estos estudios se apoyan hoy día en el análisis masivo de datos o big data. La digitalización de las obras permite a los investigadores procesarlas con sofisticados programas informáticos para identificar el estilo de escritura shakespeariano y encontrar similitudes entre autores. Jonathan Hope, profesor de Literatura de la Universidad de Strathclyde, Glasgow, y autor del libro The Authorship of Shakespeare’s Plays (La autoría de las obras de Shakespeare en español), trabaja en el mayor proyecto de minería de datos aplicada a la obra de Shakespeare en la Folger Shakespeare Library de Washington DC —institución que posee la mayor colección de obras impresas del poeta inglés—, junto a su director, Michael Witmore. Con las mismas técnicas digitales que se aplican en el marketing y las finanzas estos académicos quieren identificar todos los patrones de escritura que caracterizan a Shakespeare para profundizar en su comprensión y establecer conexiones con otros autores. Su principal herramienta es DocuScope, un programa informático desarrollado en la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburg (Estados Unidos) que reconoce hasta 40 millones de patrones. Cada punto de color representa uno de los fragmentos analizados de las obras de Shakespeare colocados según su relación con la comedia, la tragedia y el drama histórico, además de sus obras tardías. El fragmento más cómico pertenece a ‘Las alegres comadres de Windsor’, el más serio a ‘Ricardo II’.
El equipo de Witmore ha analizado 767 fragmentos de 1.000 palabras de las obras del dramaturgo incluidas en el First Folio (primera recopilación de sus obras realizada tras su muerte) para conocer mejor su manera de escribir. Sus análisis han demostrado que el lenguaje de sus comedias es completamente diferente del que se usa en las tragedias. “En las obras cómicas predomina el uso de los pronombres “tú” y “yo”, las expresiones coloquiales, las oraciones exclamativas y términos como aquí y ahora. En las tragedias se evita este tipo de lenguaje y predomina el uso de “nosotros”, apunta el investigador. Witmore y Hope han plasmado los resultados de su estudio en un gráfico, una especie de mapa que sitúa las obras de Shakespeare según su forma dramática: comedia, tragedia o drama histórico, y separa las obras de su última época, a las que denominan romances y que sonuna mezcla de comedia, tragedia y alegoría. Los ejes responden a las expresiones positivas y negativas que DocuScope encuentra en las obras. Su obra más cómica en términos lingüísticos es Las alegres comadres de Windsor. “La que mayor uso hace de las convenciones lingüísticas de la comedia”, aclara Hope. La más seria es el drama histórico Ricardo II.
La formación académica de Shakespeare, su fama en vida e incluso su aspecto físico han fascinado a los expertos desde que comenzaron los estudios en torno a su figura en el siglo XVIII. Tras años de leyendas y teorías enfrentadas, actualmente hay cierto consenso en estos asuntos. Su educación “No hay documentos para probar que fuera a la universidad pero tenemos la certeza de que leyó muchísimo”, explica Emma Smith, catedrática de Literatura de la Universidad de Oxford, en conversación telefónica. “Es probable que en su infancia acudiera al Grammar School, aprendiera latín y leyera a Ovidio, Virgilio o Plutarco”, añade. Su imagen “Las dos imágenes más fidedignas del dramaturgo son el monumento funerario en Stratford-upon-Avon y el frontispicio del First Folio (primera recopilación de sus obras realizada tras su muerte) porque fueron encargados por los que lo conocieron en vida; su familia y sus colegas del teatro. Si no se hubiese parecido lo suficiente, suponemos que lo habrían rechazado. En el First Folio el retrato está acompañado por un poema de su amigo Ben Johnson que alaba el parecido”, explica Clara Calvo, catedrática de Literatura de la Universidad de Oxford. «La idea de que alguien pintase un retrato al óleo en vida de Shakespeare es muy seductora», continua la catedrática. «No hay certeza, por ejemplo, de que el retrato Chandos de la National Portrait Gallery de Londres, que ocupa el número uno de su catálogo sea del poeta”, añade Calvo. Su fama Hay pruebas suficientes para afirmar que su nombre se escuchaba entre los amantes del teatro en Londres. “Bastantes coetáneos escribieron sobre él y de su poesía. Incluso parodiaron sus obras, que es otra forma de conocimiento”, completa la catedrática.
Otelo, una tragedia, se cuela en las coordenadas de las comedias. “Está escrita con el mismo lenguaje que la comedia Noche de reyes. Un recurso que permite resaltar la desdicha de los personajes”, admite Hope. “Otelo parece una comedia de amor equivocado hasta su escena final”, añade. Las investigaciones de la Folger Shakespeare Library no han hecho más que empezar. El próximo paso será analizar el estilo de otros autores para encontrar nuevas colaboraciones, pero sobre todo para comprender la intemporalidad de sus obras. “Todo el mundo está de acuerdo en que es mejor que el resto de los escritores de su época, pero nadie ha conseguido saber por qué”, afirma el profesor de Literatura de la Universidad de Strathclyde. Todos los nuevos descubrimientos en torno a la autoría de Shakespeare se publicarán en octubre en la próxima edición de sus obras completas editadas por Oxford. Para entonces, puede que los seguidores de Marlowe tengan que quitar la interrogación de la fecha de su muerte.