Iom Kipur 2020/Iom Kipur 1973
Israel Harel, Haaretz 27 de setiembre de 2020
En este año se cumple el 47º aniversario de la Guerra de Iom Kipur. En ese entonces la nación se salvó principalmente gracias al heroísmo de los soldados rasos y de los oficiales de nivel bajo y medio. Ellos, a diferencia de los altos funcionarios del gobierno, no se quedaron atascados en la desesperación. Se lanzaron al campo de batalla y le dieron a la nación la mayor victoria jamás obtenida por un ejército judío. El ajuste de cuentas con el Gobierno y los altos mandos del ejército se hizo, como corresponde a una nación cuerda y sensata, después de la victoria, y en forma gradual, mediante la Comisión Agranat, las elecciones de 1977 y, especialmente, el propio juicio de la historia.
Los generales egipcios escribieron en sus memorias que una guerra estaba condicionada a la capacidad de los egipcios de lograr una sorpresa estratégica, debido a la inferioridad de su ejército en la guerra blindada y a la superioridad de la Fuerza Aérea de Israel. Sus intenciones y planes fueron descubiertos por la inteligencia israelí, al igual que la fecha estimada del estallido de la guerra y, al final, incluso el día preciso. Para evitar la guerra, el liderazgo israelí debería haber ordenado un llamado a filas a gran escala de los reservistas, algo que necesariamente debía hacerse público. Una movilización de esta índole, escribieron y dijeron más tarde los egipcios, les habría impedido ir a la guerra.
A pesar de los colosales errores de los líderes políticos y de la concepción errónea del alto mando, pronto se vio la superioridad única de Israel, especialmente en las batallas de tanques que cambiaron totalmente la campaña. Después de tan solo 16 días, el ejército israelí se encontraba a 101 kilómetros de El Cairo y estaba a un tiro de artillería del palacio presidencial de Damasco.
Debido al error de no movilizar a los reservistas, pagamos con casi 3.000 muertos y más de 15.000 heridos, mientras que miles de personas quedaron traumatizadas. Todavía hoy en día se ven señales de trauma nacional. Muchas personas, entre ellas algunos de los héroes de la guerra, perdieron la confianza en el gobierno y emigraron. Otros expresan su trauma mostrando su falta de confianza en el liderazgo político y abandonando la solidaridad nacional.
Iom Kipur 2020. Esta vez tampoco hubo escasez de informes de inteligencia. Esta vez tampoco el gobierno se tomó al enemigo en serio y no se preparó para la guerra. Una vez más la miopía de los líderes políticos junto con la perspectiva terca y errónea de los profesionales nos ha sumergido en un desastre. Es probable que en la dimensión de vidas humanas, crisis socioeconómica y desesperación con respecto al Estado, sus líderes e instituciones estén actuando como lo hicieron en 1973 y, Dios no lo quiera así, peor aún.
La primera ministra Golda Meir cometió personalmente dos errores históricos antes de la guerra de Iom Kipur: impidió el llamado a filas de los reservistas y se opuso a un ataque preventivo. Sin embargo, durante la guerra en sí, Meir resultó ser una verdadera líder: autoritaria e infundiendo confianza. Por otro lado, el líder en esta guerra de 2020 irradia vacilación e inconsistencia. La mayoría de sus votantes le están dando una mala calificación por la lucha contra la pandemia.
El funcionamiento de la mayoría de sus socios de coalición es aún peor. El resultado: el número de muertes por coronavirusen los últimos días es similar a las pérdidas diarias durante el pico de la guerra del ’73. Los expertos advierten que es probable que el número de muertos sea mucho mayor que en la Guerra de Iom Kipur, y quizás incluso mayor que el total de todas las guerras de Israel.
Pero a diferencia de nuestra conducta de hace cuarenta y siete años, esta vez la nación y no solo el gobierno, se está comportando con arrogancia e irresponsabilidad. Hoy, en lugar de luchar contra el virus, los israelíes están luchando contra sus hermanos, como en el pasado bíblico: tribu contra tribu. Es exactamente como en la época de la destrucción del Segundo Templo, cuando los judíos incendiaron las reservas de alimentos después de que Tito ya había derribado las puertas de la ciudad. El poema bíblico “Ha’azinu” en el Deuteronomio (que se leyó en las sinagogas el sábado por la mañana) describía a los israelitas como “una generación torcida y perversa… Oh pueblo necio e insensato”.
Desde aquel día hasta hoy resuena el grito del profeta Oseas: «Vuelve, Oh Israel… porque has tropezado en tu iniquidad».
Traducción: Daniel Rosenthal.