Jueces & Alguaciles

Durante quince días me obsesionó, al punto de repetirme sin darme cuenta, el asunto de Beirut, la explosión, y la insistente ayuda ofrecida por Israel y desproporcionadamente promocionada por sus partidarios incondicionales. Nadie puede discutir el impacto que supuso, literalmente, lo sucedido en Beirut; lo vimos todos gráficamente una y otra vez.

Dos semanas más tarde otra explosión, esta vez virtual (por suerte) sacudió Oriente Medio: los EEUU anunciaron la “normalización” de relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Mientras una explosión real se tragaba no sólo buena parte de Beirut sino a todo el gobierno y el Estado del Líbano, pocos días después una explosión metafórica atravesó el desierto arábigo y surgió, casi de la nada, una suerte de oasis de propuestas concretas. Me reconforta leer que se habla más de normalización que de paz; la segunda connota un mundo perfecto, mientras que la primera denota un mundo posible.

Con menos dramatismo, en esa especie de letanía en que el pueblo palestino se ha dejado sumir bajo los liderazgos que ha elegido o tolerado, la tierra parece abrirse cada día un poco más bajo sus pies, obligándolo a pisar en terrenos cada vez más minados, más inciertos, y más marginales. De pronto, el foco está puesto entre el Estado judío a orillas del Mediterráneo y el Estado árabe a orillas del Estrecho de Ormuz, y da la impresión de que a la causa palestina se la traga la tierra. De pronto, Israel tiene nuevos interlocutores, aunque permanezca fiel a sí misma.

Para mantenerse de ese modo, una forma es recurrir al texto fundacional, antes del cual no hay más nada: los cinco libros de Moisés; específicamente, EL libro de Moisés, el de sus “palabras”, Deuteronomio. Esta semana toca leer parashat “Shoftim”.

  • “Jueces y alguaciles pondrás para ti” dice Deut.16:18. Sea lo uno o lo otro, Netanyahu ha ofrecido al pueblo de Israel lo que el texto denomina “un juicio justo”, mientras siguen pendientes sus otros juicios. Más allá de toda consideración política o ética de la persona Netanyahu, no podemos ignorar que los grandes líderes de Israel se han visto inspirados por este tipo de texto profético y ético. Aun si Netanyahu ha incurrido en algunas de las faltas que el texto de “Shoftim” condena, su sentido de misión, después del acuerdo con los EAU, es bíblico.
  • “Shoftim” se ocupa principalmente de la idea de justicia desde el poder hacia el empoderador, sea Dios o el pueblo. Por ejemplo, respecto a la figura del “rey como todos los pueblos vecinos” (Deut.17:14), dice: “Será uno de tus hermanos,… uno que no tendrá más caballos que los que necesite,…” (17:15) “Tampoco multiplicará mujeres para sí…, ni se multiplicará para sí plata y oro” (17:17). Sería interesante mirar la interna de la política israelí a la luz de estos versículos. Si la monarquía inglesa es “constitucional”, la monarquía israelita es “bíblica”. La Suprema Corte de Justicia de Israel se ha erigido, en no pocas ocasiones, como una suerte de profeta Eli amonestando al rey David: no siempre el castigo es ejemplarizante, pero la admonición tiene consecuencias. Sin mencionar las condenas y cárcel que han cumplido políticos como Olmert o Katzav.
  • También cuando se ocupa de ir a la guerra, “Shoftim” hace hincapié en un sentido de justicia esencial y estructural. Con todo lo denostado que ha sido el Ejército de Defensa de Israel, nadie puede negar que sus reglas de confrontación están a la altura de algunas premisas bíblicas inequívocas, aunque siempre como aspiración porque la guerra es bastante más imprevista y compleja que cualquier profecía. Primero, el texto arenga a que la guerra sea un acto de fe y liberación: “Cuando salgas a la guerra…, no les temas por cuanto te acompaña el Eterno tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto” (Deut. 20:1). No sólo salir a la guerra es condicional (“cuando”), es también una causa: Dios “acompaña” y la liberación de Egipto respalda; no volver al estado de esclavitud y sujeción.
  • Más interesante aún son las excepciones para quienes deben quedar atrás: aquellos que no han estrenado su casa, gozado sus viñas, o tomado una esposa; e incluso los cobardes, todos ellos están exentos de ir al frente.
  • Otro fenómeno del cual hemos sido testigos en nuestro tiempo también está previsto en Deut. 20:10: “Cuando te acerques a una ciudad para conquistarla le ofrecerás la paz”. Es casi un oxímoron, pero es ese recurso el que nos llama la atención: ¿conquistar mediante propuesta de paz? Habría que imaginar que más se “conquista” cuando se evita la guerra, se acuerdan las relaciones, y se aceptan los hechos en el terreno. Lo contrario supone un derramamiento literal de sangre que a todos nos produce rechazo cuando leemos el texto; o cuando efectivamente vamos a la guerra.
  • Es curioso el mandato de cuidar el entorno del enemigo, visto bajo una mirada ecológica muy actual, que da lugar el hermoso y citado versículo “¿Acaso es el árbol del campo un hombre para que lo hostilices?” (Deut. 20:19). Es de público conocimiento que el manejo de los recursos naturales por parte de una fuerza ocupante o triunfadora es determinante del destino del ocupado. El texto bíblico es mucho más claro y contundente que cualquier conducta conocida en cualquiera de los recursos ecológicos que se nos ocurran.
  • Sin embargo, y aun cuando es en un contexto de expiación religiosa y ritual, creo que el final de “Shoftim” rescata el espíritu que acuerdos como el alcanzado esta semana representan. Mejor dicho: la literatura bíblica expresa en un lenguaje figurativo la crudeza y el pragmatismo del acuerdo Israel-EAU, o cualquiera que lo anteceda o que lo siga. “Perdona pues, oh Señor, a Tu pueblo Israel por la sangre vertida. Así expiarás por la sangre inocente derramada entre vosotros, haciendo lo que es recto a los ojos del Eterno.” (Deut. 21:8-9).

¿Quién podría decirlo mejor? Si la paz se hace con los enemigos, se asume que ha tenido un costo y que las partes han incurrido en actos de sangre y dolor. Aun en un contexto distinto a la guerra, el cierre de “Shoftim” merece un elogio por su rescate de los valores de empatía hacia el otro. Precisamente porque, como dice al principio, debemos ser custodios y jueces, todo en uno. Menudo desafío.