Beirut

Esta semana la municipalidad de Tel-Aviv ha iluminado su edificio en la Plaza Rabin con la bandera de Líbano en solidaridad por la tragedia acaecida en la ciudad de Beirut. Al mismo tiempo, Israel ha ofrecido su ayuda humanitaria, que hasta el momento ha sido no sólo rechazada, sino despreciada. Lo que ha quedado claro, hasta ahora, es que Israel no ha tenido nada que ver con la tragedia, y serán los libaneses quienes deberán aclarar cómo y por qué sucedió. Es de suponer que la profunda inserción de Hezbola en Líbano no es un dato menor en este sentido, pero todo está por verse.

La Historia nos enseña que, aun Tratado de Paz mediante, en esa zona del mundo, ésta es fría y distante, apenas un pacto de no beligerancia. Cualquier otro tipo de negociación o acuerdo es más secreto que público porque las sensibilidades de las diferentes opiniones públicas (porque no hay UNA opinión pública) son delicadas e incendiarias. Como dice la canción, se vive sobre un volcán. Beirut ha sido la última erupción.

Entre Israel y sus vecinos no hay distancia geográfica, todo es absurda e irónicamente cerca: Beirut, Damasco, Amán, y hasta Alejandría o El Cairo. Sin embargo, son mundos apartes. Si el ruido de la explosión de Beirut se escuchó hasta Chipre, uno asume que pudo escucharse hasta el norte de Tel-Aviv; como se dice comúnmente, si alguien estornuda en Damasco, otro se resfría en Beirut. Todos sabemos que la frase es tristemente real, pero indefectiblemente negativa: todo lo que sucede en el mundo árabe, sea Isis, Irán, Abbas, o la Plaza Tahir en Cairo, impacta en Israel.

Ahora bien: por una vez hay una casi absoluta unanimidad en que Israel no ha tenido nada que ver con la explosión de Beirut. Hay grandes posibilidades que ni siquiera sea un acto terrorista en sí mismo, sino un accidente vinculado o no a la situación civil y militar del Líbano. ¿Qué necesidad tenemos, israelíes y judíos en todo el mundo, de salir a flamear las banderas de nuestro nacionalismo a través de ayuda humanitaria que nadie nos pide, a través de gestos simbólicos que en buena medida obedecen a coyunturas de política interna, y sobre todo, a promocionar nuestra capacidad de acción frente a tragedias, cataclismos, actos terroristas, y cualquier tipo de destrucción masiva? Si uno de los principales obstáculos en el dialogo con el mundo árabe ha sido su orgullo nacional, su percepción de que Israel es un enclave occidental y colonialista en sus tierras, ¿es buen momento para públicamente estar ofreciendo ayudas y gestos solidarios?

Israel no tiene nada que probar en este sentido: ha enviado ayuda humanitaria, equipos de rescate, inteligencia, sanitarios, a todos los rincones del mundo. En forma más discreta, ha sido solidario con la población desplazada de Siria, con población palestina, y con cualquiera que haya pedido su ayuda y apoyo. Cuando las circunstancias lo ameritan, estas gestiones han sido secretas y seguramente parte de negociaciones muy complejas. Si el interés es ayudar al Líbano en esta coyuntura trágica, los canales de acceso son otros. También para ayudar se precisan dos: uno que ayuda, el otro que quiere ser ayudado. Todo lo demás es propaganda, por mejor intencionada que sea.

Por último: por una vez, no se trata de Israel, se trata de Líbano. No todo nos sucede a nosotros, no tenemos la exclusividad de las tragedias. Si hay algo que aprender (se habla del puerto de Haifa), habrá que poner las barbas en remojo y prever. Si este hecho genera más crisis en Líbano, habrá que estar atento. Si Hezbola se ve amenazado, o por el contario, se ve fortalecido, habrá que estar atento. Si piden apoyo, habrá que darlo, a cambio de alguna mejoría en la actual situación.

Líbano es un país en estado de guerra con Israel. Respetémoslo en su soberanía, en su forma de dirimir sus conflictos, que son muchos y endémicos, y preocupémonos por cómo manejamos nuestro propio Estado, sumido en una pandemia, una crisis económica sin precedentes, y una fragilidad política como pocas veces en la historia.

Por una vez Israel no está en el centro de una noticia en Oriente Medio, por más esfuerzo que muchos medios hicieron por ubicarla allí. No nos mostremos tan simplistas frente a una tragedia de proporciones históricas para el pueblo libanés en toda su compleja variedad. Por ahora no quieren ni a Israel ni su ayuda. Si lo quisieran, dudo que sea en forma pública. La forma judía de ayudar tiende a ser anónima y sobre todo, habilitante. Esperemos a ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Mientras tanto, miremos la interna, que deja mucho que desear.