Gantz, o Qué implica ser Rabin.

Gideon Levy, Haaretz 3 de noviembre de 2019

Benny Gantz fue ungido heredero de Itzjak Rabin el sábado; nadie es más indicado para ser su sucesor natural. La insistencia de la Izquierda Sionista en que sean sus líderes quienes hablen en la manifestación conmemorativa cada año se está tornando cada vez más fastidiosa. No hay nadie como Gantz para ser Rabin.

La agotadora preocupación acerca de la naturaleza de la manifestación, si se usará o no la palabra “asesinato”, si es o no de naturaleza política, y sobre todo, si Maor Edri cantará o no, sólo hace que todos estemos un poco más asqueados del inútil ritual de esta conmemoración. Nunca estuvo claro qué quiere lograr, excepto permitir que sus participantes suelten vapor y expresen una difusa nostalgia por Rabin sin pensar seriamente en quién fue. La decisión de hacer de Gantz el principal orador de la jornada es la afirmación más ajustada a la realidad del momento.

Gantz bien puede ser Rabin número dos. Un poco distinto, al mismo tiempo más agradable y menos intimidante, pero casi un hermano en términos de visión de mundo. Ambas figuras son percibidas con mayor estima de la que merecen: Rabin como el profeta de la paz y Gantz como la esperanza de redención y purificación después del Primer Ministro Netanyahu. Pero, así como Rabin no fue el profeta de la paz en que lo convirtieron, tampoco Gantz traerá consigo la tan esperada redención.

Ambos tienen una narrativa compartida: La Paz nunca será conseguida con los palestinos. Negociaciones (o sea, acuerdos parciales), definitivamente; pero no confianza, no reconocimiento de que son un pueblo con iguales derechos en esta tierra, ni siquiera el reconocimiento de que son seres humanos iguales a los judíos israelíes.

Decentes y honestos, Rabin y Gantz entendieron que es imposible vivir eternamente por la espada. Por cierto que habrían encontrado un lenguaje en común entre ellos: la necesidad de hacer algo. Pero este algo es sobrecogedoramente inútil y parcial para Rabin, así como para su heredero, Gantz.

Ambos tienen mucha sangre en sus manos. Es difícil creer que Rabin estaba atormentado cuando estaba por estrechar la mano de Yasser Arafat, siendo que él mismo era responsable por mucha más sangre palestina derramada.

Las manos de su heredero también, Comandante en Jefe del Ejército durante la operación Escudo Protector en la Franja de Gaza, están manchadas. De los horrores de la guerra, Rabin declaró que había optado por la paz. Gantz ha hecho lo mismo. Como Rabin, él también fracasará en conseguirla.

Es difícil hablar de situaciones hipotéticas: qué hubiera pasado si no hubiera habido asesinato. La imagen de Rabin sería menos mítica. Probablemente no hubiera sido reelecto. Difícilmente hubiera conseguido algo más que los acuerdos de Oslo. Estos estaban hechos a su medida: un pequeño paso adelante, y ya está.

No fue accidental que Oslo no lidió con el fuego más candente, los asentamientos, como si hubiera sido un asunto marginal. No fue casualidad que Rabin no expulsó a los rebeldes colonos de Hebron inmediatamente después de la masacre perpetrada por Baruj Goldstein. Rabin había llegado al límite de su habilidad y coraje.

Hace solo dos semanas Haaretz en Hebreo publicó un artículo fascinante de Yehuda Litani imaginando una conversación con Rabin sobre un líder palestino moderado. “¿Moderado? No hay tal cosa”, dice Rabin, irritado. “Coexistencia, moderados, pro-jordanos. Todo es ridículo y no tiene sentido. El que tú ves como moderado, yo lo veo en el Kastel con un morral de balas en su pecho, matando a mis soldados en 1948. Ya supimos de ellos, esos moderados”.

Cualquiera que haya conocido al hosco y furibundo Rabin sabe cuán ciertas son estas palabras. Y así, obviamente, no se construye la paz.

La confianza de Gantz en los palestinos no es mayor. También él habla de reanudar las negociaciones como una meta. ¿Cuál es el objetivo final? Ninguno. ¿A dónde vamos? No vamos a ninguna parte, solo estamos ganando tiempo y calmando las aguas. No es Netanyahu, pero tampoco es La Paz.

Por eso Gantz es ahora la gran esperanza del Campo de la Paz. Es todo lo que queremos. Un poco de paz y tranquilidad, reuniones con Abbas, otra cumbre, y más acuerdos interinos; incluso algunos camiones de suministros para Gaza.

No habrá más que eso, no hubo nunca nada más que eso.

Traducción: Ianai Silberstein