After IK 5780
Twitter representa la opinión pública en toda su variedad; así como no podemos tomar en serio las encuestas que allí se proponen, por ejemplo, tampoco deberíamos tomar demasiado en serio lo que allí se dice. Un tweet representa la idea u opinión de su autor, sin duda; pero no es “oficial”. Que el Presidente Trump inunde las redes sociales con sus tweets no constituye acción política sino opinión pública en “boca” del Presidente de los EEU. Es importante, puede ser grave, agraviante, insultante, pero hasta que @Potus no firma una orden ejecutiva o promulga una ley o cualquier otro acto administrativo, el tweet es sólo un tweet.
Pensemos en Twitter en lenguaje de comic: son los globos donde el dibujante o el guionista colocan el texto, sea dicho o sólo pensado. Pero un comic no es un ensayo, aunque Quino haya conseguido decir mucho más que muchos ensayistas o novelistas. Pero dudo que Quino reciba el Nobel de Literatura…
Considerando este factor de “relatividad” quiero, ahora sí, “oficialmente”, dejar sentadas MIS reflexiones (y sólo mías) acerca de este Iom Kipur pasado, o Iom Kipur en general, a raíz de un tweet que algunos entendieron como “competitivo” y “provocativo”. Me basta con que lo hayan entendido así para explicarme, porque creo en la subjetividad y sobre todo en la buena fe de las mayorías. También creo en lo que digo.
Mi tweet decía algo así como si todavía alguien dudaba acerca de qué propuesta, en Montevideo en Iom Kipur, convocaba más; con una imagen de mi comunidad repleta, para ser más gráfico. No sólo eso: el tweet apelaba a una vieja canción que cantábamos en tiempos de la tnuá, en especial en aquellas épicas competencias inter-movimientos juveniles, las Noariot. Puro orgullo. Algo así como las hinchadas en el fútbol, pero sin lenguaje soez.
Es que es muy simple: estoy orgulloso. Cada año, cuando finaliza Iom Kipur, mucha gente que estuvo allí comparte fotos y videos de un final apoteósico con la Havdalá y el Hatikva; nada sustituye haber estado allí, pero aproxima. Tal vez este año, que no estuve, las reproducciones en las redes significaron tanto para mí. Twittear es tan fácil… lo difícil es lograr lo que logramos en la NCI de Montevideo en cada Iom Kipur: lleno absoluto y desbordante, emoción, contenido, y coherencia.
Una querida amiga contestó mi tweet preguntando si acaso Iom Kipur es un día de competencia. La respuesta políticamente correcta es NO; la respuesta de verdad es no, no es una competencia; pero por alguna razón la pregunta que se instala en la opinión pública es “¿mucha gente en tal lado?”, “¿cuánta gente había?”; y lo curioso es que mucha gente de veras cuenta cuánta gente hay. La asistencia es una medida del éxito de la propuesta. Por qué esto es así, párrafo aparte. La pregunta que casi nadie se hace es: ¿cómo estuvo la tfilá? ¿De qué habló el rabino? ¿Cómo viviste este Iom Kipur? Como el dinero y tantos otros “valores”, medimos cuantitativamente, no en calidad; el tema vivencial no permea la opinión pública, en el mejor de los casos queda entre cuatro o seis ojos, en el reconocimiento personal. Estoy seguro que eso sucede en absolutamente TODAS las opciones.
¿Por qué tengo la necesidad de destacar en un tweet el poder de convocatoria de mi comunidad, la NCI, la única asertiva e ideológicamente no ortodoxa, Masortí, liberal e igualitaria, de Montevideo y Uruguay todo? Porque simplemente me da la impresión de que somos transparentes. Nadie puede negar que existamos y que ofrezcamos una alternativa significativa y relevante de vida judía, pero muchos prefieren omitirla, no nombrarla, no “verla”. Basta leer diferentes declaraciones para ver con qué ingenio muchos eluden ser específicos y prefieren optar por un lenguaje vagamente inclusivo y tolerante, cuando en los hechos la realidad es mucho más compleja. Es por eso que cuando en Neilá contamos dos mil personas en Bait Jadash no podemos dejar de acudir al llamado de “Nitzavim”, la última parashá antes de Iom Kipur: aquí estamos, en torno a la Torá. La misma que Moshé Rabenu nos dio a TODOS los judíos.
Una de las razones para saber “cuánta gente había” es contar cuántos judíos somos. De acuerdo a mi aritmética y mis precarios números, activos y de alguna manera afiliados, somos la mitad de los que decimos ser. Saber cuántos somos también pone de relieve algunas características de nuestra comunidad: que tenemos demasiadas instituciones para la cantidad que convocamos; que duplicamos tareas; que la política prevalece, mayormente, sobre los intereses comunes; que no sabemos manejar la diversidad, a pesar de que nos comprende las generales de la ley en cuanto al fraccionamiento comunitario judío; y sobre todo, que competimos por recursos en un mercado acotado.
¿Qué es tan grave, entonces, respecto a un tweet? ¿Acaso no es más importante pensar por qué en un mes en el año TODAS las instituciones salimos a equilibrar nuestros presupuestos?¿No es ESA LA competencia? Este año en un escaso par de kilómetros (medidos linealmente en la Rambla) se concentraron, como nunca antes, por lo menos cinco propuestas populares y abiertas: de Oeste a Este, la Kehilá; Maimónides; Yavne; NCI; Jabad. Me consta que hubo algunos espacios más, pero me abstengo de nombrarlos por temor a omitir alguno. Celebro cada uno de esos espacios, genuinamente. Si algo ha motivado mi activismo comunitario ha sido la apertura de espacios, la diversificación del discurso, el incremento en calidad y cantidad de la conversación judía de nuestra comunidad.
Pero vuelvo al principio: la NCI es el único espacio igualitario (o paritario, como se dice ahora) y liberal entre todos los nombrados y los no nombrados. Muchos nos eligen; otros no. Yo elijo la NCI, la mayoría de mis amigos eligen otros espacios. Al final, todo suma. El único fin del tweet en cuestión fue que uno de los sumandos, paradójicamente el que más convoca (los números no mienten), no pase desapercibido. Que no demos por sobreentendido que está allí pero no hay necesidad de hacer referencia al mismo; yo quise referirme concretamente a esa opción, porque es la mía, por la cual he trabajado dieciséis años, más de los que trabajó Iaacov Avinu para su suegro Labán. Eso me da derecho a twittear y hacer valer el trabajo de miles de judíos durante más de ochenta años. Porque si yo no hablo por mí, ¿quién lo hará? Y si no es ahora, ¿cuándo?
Por si hiciera falta: mis tweets y mis editoriales son míos y sólo míos. Me hago cargo. No representan ninguna otra opinión o idea que no se estrictamente mía.