De Cachemira a Oriente Medio

Lic. David Telias, especial para TuMeser, 1 de junio de 2025

En estas últimas semanas, impulsado por las consultas de algunos periodistas y estudiantes, tuve que volver a sobre los orígenes del conflicto entre India y Pakistán. El atentado sufrido por turistas indios en la región de Cachemira el 22 de abril pasado y la respuesta de la India con un ataque aéreo a Pakistán unos días después, hizo temer que la tensión existente entre estos países desde el alto al fuego de 1948 que puso fin a las acciones bélicas entre ambos por el control de esa región escalase a un nivel de violencia que ponga en peligro la paz en el mundo. Hay que tener en cuenta que se trata de dos potencias nucleares, y que, sobre todo del lado pakistaní, no tienen una política nuclear clara y explícita que garantice – si es que eso es posible – que no van a usar dicha arma.

Este repaso y actualización de un tema al que hacía mucho no le prestaba atención, me hizo notar un elemento interesante, y que tiene que ver con el origen de este conflicto, y con el del palestino – israelí también. Y me hizo ver que muchos que hoy siguen reclamando para este último una solución de dos estados para dos pueblos, no se dan cuenta que la solución no pasa por el respeto por parte de las partes al plan de partición de Palestina de 1947, sino a la imposibilidad de coexistencia pacífica entre dos culturas, cuando una de ellas es el nacionalismo islámico o, en su nombre más conocido, el islamismo.

Eso es fue lo que imposibilitó en su momento que se cumpliera el sueño de Gandhi de una india democrática y plurinacional, y es lo que ha vuelto irresoluble el conflicto palestino israelí.

Hace unos veinte años atrás escribí un artículo en el que decía que la política de paz por tierras que Israel intentó desarrollar luego de la guerra del 67 con el mundo árabe fue un error. Aunque comprensible en ese momento y en esas circunstancias, los líderes de Israel no pudieron ver más allá de un conflicto político por tierras, y el pueblo palestino, tal como en 1947, fue silenciado. El problema no era entre Israel y los árabes de palestina, sino entre Israel y las potencias árabes de la región que prometían su destrucción. Nadie, de ningún lado de las fronteras, le prestó atención al “pueblo” palestino. Una identidad nacional que, muy de a poco, allá por los años 30 había empezado a emerger.

En 1987 ocurrió la primera intifada. Los palestinos alzaron la voz tan alto que hubo que escucharlos. En 1989 se cae el muro de Berlín, el mundo cambia, los países árabes ya no cuentan con la Unión Soviética y deben acercarse a Estados Unidos. El peaje para ello es reconocer a Israel. Jordania hace un acuerdo de Paz y el “problema palestino” se pone arriba de la mesa como condición para el diálogo del mundo árabe con Israel.

Pero ya era tarde. Hamas había nacido y se adueñaba de la política y la identidad popular palestina. Ya no eran los nacionalistas árabes los que tenían la voz cantante, esos que lideraba Arafat (el Che Guevara del Medio Oriente), sino un grupo islamista, nacido como la representación de la Hermandad Musulmana en “Palestina”.

La Hermandad Musulmana es una organización nacida en torno a un grupo de intelectuales y clérigos musulmanes en la Universidad de El Cairo en 1928, y su objetivo era reconstruir la Umma, el espacio natural del Islam, bajo el poder político del Islam tras la descolonización de la región por parte de las potencias europeas. Dos de sus principales ideólogos fueron el egipcio Sayyd Qutb y el pakistaní Abu Alal Maududi. Desde el Islam chíita, el mayor representante fue el Ayatolá Ruhollah Jomeiní, fundador de la República Islámica de Irán en1979.

Maududi fue el inspirador del régimen islamista de Pakistán desde su creación hasta 1979 cuando falleció.

No tengo aquí el espacio suficiente para desarrollar en extenso las bases ideológicas del islamismo, pero alcanza con saber que Pakistán se creó porque los seguidores de Maududi, bajo el liderazgo político de Muhamad Ali Jinnah, creían que los musulmanes solo pueden y deben vivir bajo la política de la Sharia, en un régimen en el que las minorías no musulmanas sean, en el mejor de los casos dhimmis, pueblos sometidos al vasallaje.

Qutb creía lo mismo para el mundo árabe. No reconocía las fronteras de Egipto, Jordania, Siria, Líbano, Israel y Palestina, todos países creados por el imperialismo europeo. No opinaban lo mismo los nacionalistas árabes. Por eso fue perseguido, encarcelado y ahorcado en 1966 por el régimen nacionalista árabe egipcio que lideraba el dictador Gamal Abdel Nasser.

Para Qutb el mundo árabe no tenía otra frontera que no fuese la Umma, y la política debía responder al Corán, como ocurre hoy en Irán.

El Islamismo es la versión del nacionalismo europeo de un grupo de creyentes islámicos, adaptada a las reglas literales de la Sharia. Y al igual que el nacionalismo europeo derivó en el nacional socialismo alemán, el islam de esta gente (no de todos los musulmanes del mundo aclaro por las dudas), derivó en el islamismo. Tan fascista y racista como su inspirador europeo.

Los palestinos nunca creyeron en la solución de dos Estados para dos pueblos. No lo creyeron cuando en 1947 los países árabes les dijeron que derrotarían a Israel y ellos serían parte de la “gran nación árabe de Siria”, no lo creyeron en el 67, cuando la recientemente creada OLP tenía en su carta fundacional – que debió modificar par sentarse en la mesa de negociaciones de Oslo – la destrucción total de Israel como objetivo fundamental. Y no lo creen desde que en 1987, la calle palestina fue tomada por Hamas, el capitulo palestino de la Hermandad Musulmana, tal como ellos se presentan en su carta fundacional.

¿Qué hay palestinos que a esta altura sólo querrían vivir en paz ya sin importarles si al lado vive Israel o cualquier otro país? Es probable, quiero creerlo. Lamentablemente no tienen la oportunidad ni siquiera de decirlo.