Personajes y Personas
Cuando uno muere se espera que lo lloren sus seres más queridos y cercanos y que acompañen el dolor en forma proporcional los vínculos concéntricos que uno dejó en vida. Difícilmente uno escuche en un velorio, en un entierro, o en un homenaje, elogios con reparos. Se elogia o se calla. El difunto ya no existe, sólo su memoria, y esta no se juzga.
Cuando muere alguien que nació persona pero murió personaje, el fenómeno es otro. El personaje se devoró a la persona. Los círculos concéntricos se extienden en un diámetro tan ancho que incluye a quienes jamás conocieron la persona y apenas tienen noción del personaje, sí acaso. Entonces prevalece el juicio de valor, bueno o malo, por exceso o por escaso.
Si no fuera por el personaje, esa persona terminaría su vida como el resto de los mortales: en un relativo anonimato, en una opinión pública restringida, y con un legado acotado a algunos.
En una semana murieron dos personajes: el Premio Nobel Vargas Llosa y el Papa Francisco. Sí, también murieron ‘Varguitas’ y Jorge Bergoglio, pero esas son las personas. Sin sus títulos y su obra como tales, a sus muertes le corresponderían las generales de la ley. Y sin embargo, no.
Nadie accede a títulos como un Premio Nobel o un papado sin méritos. Nadie desconoce los tejes y manejes y los entretelones de tales elecciones, sea un Comité o sea un Cónclave, pero no se llega a tales instancias sin mérito. Puede suceder que, aun con méritos, una persona no acceda a convertirse en el personaje en cuestión.
No tengo idea de cuántos dignos Papas se privó la Iglesia Católica por las consideraciones políticas, personales, u otros intereses en sus cónclaves. Tengo una mejor idea de algunos Nobel cuestionables y otros que simplemente no sucedieron. ¿Era Bob Dylan merecedor del Nobel de Literatura en 2016? ¿Eran merecedores del Nobel Borges u Oz? Si es difícil opinar cuando uno tiene cierta noción de un tema, cuánto más cuando no tenemos noción, como con el Papado.
Todo esto viene a cuento porque estoy pasmado ante la virulencia de los detractores tanto del escritor como del pastor de almas. Vidas enteras dedicadas a una causa con pasión, convicción, y disciplina, manchadas gratuitamente por ideologías, opiniones, fobias, fanatismos, o simples desatinos de un momento determinado de quienes fueron, antes y por detrás de su personaje, personas como uno.
Si las preferencias ideológicas del Papa Francisco en su país empañan su actitud hacia los marginados, estamos negando su obra como Papa. Todos tenemos posturas y preferencias políticas; pocos acceden al poder de incidir en colectivos multitudinarios para mejorar el trato del hombre por el hombre.
Soy judío y sionista. El Papa Francisco de los últimos años no apoyó mi causa. ¿Tengo derecho a minimizar sus méritos? Visto el legado que deja, ¿quién es uno para desmerecerlo por un gesto conflictivo?
El famoso puñetazo de Vargas Llosa a García Márquez en 1976, ¿desmerece su ensayo ‘Historia de un deicidio’ de 1971? Tal como se desprende de esa obra, pocos aquilataron y explicaron tan bien la dimensión literaria y cultural de Gabriel García Márquez. Con sólo 55 años y por UNA obra, García Márquez recibe su Nobel de Literatura en 1982. Vargas Llosa habrá tenido desatinos pero sabía de qué hablaba cuando hablaba de Literatura. Y cuando escribía.
Ni Vargas Llosa ni el Papa Francisco, como tantas otras figuras famosas e influyentes (la Rowling de ‘Harry Potter’, por ejemplo), despiertan especialmente mi sensibilidad. Pero no es posible no demostrar respeto y admiración hacia su obra e influencia. Cualquier intento de minimizarla es un acto mezquino que habla más de quien lo actúa que de su destinatario.