El Octavo Decenio

Al tiempo que Israel cumple setenta y siete años esta semana cincuenta y nueve rehenes permanecen en cautiverio en Gaza.

Israel llorará primero a sus caídos en guerras y actos terroristas y luego dará rienda suelta al júbilo de un año más soberanía.

Los ritos y ceremonias cumplen con la función de trascender el momento, de vincularnos con algo mucho mayor que nosotros aquí y ahora.

Sea el Seder de Pesaj, Iom Hashoá, y ahora Iom Hazikarón/Haatzmaut (la acumulación no es casual), estas fechas nos recuerdan de dónde venimos y quiénes somos. Nos constituyen.

La coyuntura histórica de estos últimos dos años pone todavía más en evidencia la dimensión de estas fechas. No sucedieron hace tres mil quinientos años; sucedió ayer, y sigue sucediendo hoy. No somos tan libres ni tan soberanos.

Aun así, merece conmemorarse: recordar, celebrar, y repetir el trillado ‘nunca más’ y el mesiánico ‘am Israel jai’, aunque insistan en exterminarnos.

Que eso fue el 7 de octubre, por si todavía quedan dudas.

Sea desde aquellos vehículos blindados de 1948 que bordeaban la ruta 1 a Jerusalém o sea desde las ruinas de Beerí o desde el memorial en Reim, todos recordaremos y algunos, empecinadamente, se empeñaran en ‘volver a bailar’.

Nadie puede ni debe juzgar la memoria del prójimo.

El pasado Shabat leímos parashat Shemini en referencia al octavo día en la construcción del tabernáculo. No pude evitar asociar el nombre de esa porción de la Torá con la teoría del octavo decenio tal como la explicó en su momento el pensador israelí Mica Goodman.

Cuando digo ‘en su momento’ me refiero previo a Oct7 y en relación al conflicto civil por la reforma judicial. Nadie hubiera sido capaz de profetizar el desastre que jaqueó al país.

La teoría sostiene (parafraseo) que cumplidos ochenta años deviene el cisma y la destrucción.

Los dos ejemplos son los ochenta años de reinado de David y Salomón (1000-922 AEC) y los ochenta años de la dinastía macabea (142-63 AEC). En el primer caso devino el exilio babilónico;  en el segundo caso devino Roma y el gran exilio final hasta el siglo XX.

El concepto del octavo decenio es relevante porque, como el octavo día en el texto bíblico, nos constituye (ver Levítico 9).

El octavo decenio de los ejemplos citados dio lugar a dos fenómenos complementarios: el enfrentamiento interno (civil y/o militar) y la derrota a manos del imperio de turno.

Daría la impresión que cuando Israel, el Estado Judío, se acerca a su octavo decenio tiene la capacidad bélica y tecnológica de hacer frente a los ‘imperios’ de turno por su supervivencia. Lo que está menos claro es si ha logrado superar su característica divisiva. Da la impresión que no.

Acaso sea esta diversidad de la tradición rabínica la que nos ha dotado de la flexibilidad para sobrevivir. En esta tercera oportunidad deberíamos abocarnos a buscar nuevas alternativas. No sea cosa que no muramos por la espada pero sí por la boca.