Shabat Hajodesh
Este pasado Kabalat Shabat (Shabat Hajodesh) en la NCI de Montevideo un joven padre cuidaba a su hijo que recorría la galería de fotos de los rehenes todavía en cautiverio en Gaza. El joven padre me preguntó: ‘¿cómo le explico quiénes son?’
Las fotos de los cincuenta y nueve rehenes todavía en cautiverio en Gaza están a espaldas de la congregación mirando, como ella, en dirección al Arón Kodesh (donde se guardan los rollos de la Torá) y hacia el Este, hacia Ierushalaim.
Cuando entramos en el mes de Nisan del calendario hebreo, miramos hacia Pesaj. Ellos, los que todavía viven, ¿también? ¿O habrán perdido la noción del tiempo? Nosotros, los judíos que miramos al Este, ¿les estamos dando la espalda, o los estamos sumando al colectivo?
El rabino Daniel Dolinsky explicó en su prédica el sentido y la relevancia del versículo 40:2: ‘El día primero del primer mes prepararás el Tabernáculo del encuentro’. La pregunta que se impuso fue: ¿el primer día del primer mes a partir de qué momento? La respuesta: desde el momento en que Dios anuncia a Moshé y Aarón, y por su medio a los hijos de Israel, cómo celebrar su libertad (Éxodo 12:1-2).
La realidad este Pesaj 5785 es que esos cincuenta y nueve rehenes no han recibido anuncio de su libertad. La noche del Seder seguramente no encontrarán respuesta a la pregunta ‘en qué es distinta esta noche de todas las noches’. Será una noche igual a las quinientas cincuenta y tres anteriores. Setenta y nueve semanas de cautiverio. Dieciocho meses. Año y medio. Equivalen a los cuatrocientos años de esclavitud en Egipto.
Tal vez una consigna adicional este Pesaj debería ser no solamente vernos a nosotros mismos como si nosotros estuviéramos saliendo de Egipto, sino como si nosotros mismos fuéramos rehenes en Gaza. Que de alguna manera lo somos; tal vez no en Gaza, pero sin duda de Gaza. Muchos han sostenido a través de los siglos que Egipto no es un lugar físico sino un estado del espíritu. Un poco como la ‘galut’, mal traducida como diáspora.
Los más afectados este Pesaj serán los propios rehenes, sus familias, sus amigos, el Israel que todavía clama por ellos, y seguramente la totalidad del pueblo judío. Aunque por motivaciones políticas hay quienes acusan una traición y abandono de los rehenes en aras de fines espurios y egoístas, quiero creer que nadie en Israel desea que sigan allí un día más.
Por eso este Pesaj debemos agudizar no tanto el ingenio o la imaginación sino nuestra sensibilidad de modo de que en la ‘cena festiva’, y a lo largo de los rituales, así como esperamos al profeta Elías esperemos por lo menos un rehén en nuestra mesa. Con uno en mi mesa, daieinu: tengo bastante.
Si así fuera, podremos contestarle a ese niño que le preguntó a su padre en Shabat Hajodesh, en la NCI, la quinta pregunta, ‘¿quiénes son?’. Le diremos: este es nuestro hermano que ha salido de su Egipto hoy para ser libre junto al resto de su pueblo.
Si Dios quiere.