El Oscar anecdótico
Lic. David Telias, especial para TuMeser, 31 de marzo de 2025
El domingo pasado a la tarde fui a las elegantes salas de Cinemateca y me dispuse a ver “No other land”. Sentí que tenía que verla, sabía que no sería fácil digerirla así como que si no lo hacía, era probable que me estuviese perdiendo de algo importante para entender el conflicto palestino – israelí.
En lo primero tenía razón, en lo segundo me equivoqué. La película no aporta nada nuevo, ni siquiera una mirada que ya no esté presente una y otra vez en las redes o incluso las grandes cadenas de comunicación como la BBC, DW u otras. De hecho se trata de una edición de imágenes originales de los productores y protagonistas reales de la situación, con lo que en su momento informaron las agencias de noticias internacionales. Yo al menos ya había visto esas imágenes en algún momento entre 2019 y 2023, período que abarca el documental.
Para quien no sabe de qué habla la película, se la cuento en pocas palabras.
En 2019 la Suprema Corte de Justicia habilita el pedido del Ejército de Israel a declarar casi un tercio de las tierras de la aldea Masafer Yatta ubicada al Sur de Hebrón y sobre la línea verde, a unos 30’ de distancia de la ciudad israelí de Beer Sheva, como zona de entrenamiento. Esto implica el desplazamiento de unas 1000 familias que deberían reubicarse -por su cuenta – en el resto de las tierras de la aldea o emigrar a Hebrón y abandonar su vida rural.
Como es lógico, la película muestra tanto la resistencia de los palestinos a esta reubicación, así como el avance de los colonos judíos que aprovechan esto para ganar algún terreno con la complicidad del ejército. Y termina abruptamente en octubre de 2023, cuando los palestinos pierden toda oportunidad de ser entendidos y atendidos en su reclamo, como resultado de la atrocidad cometida por Hamas el 7/10 en el sur de Israel. De ahí para adelante ningún reclamo palestino es válido. Hamas decidió condenarlos para siempre, a menos que el propio Israel y/o la comunidad internacional decidan darles una nueva oportunidad, cuando algún día se pueda decir que la guerra iniciada hace hoy 539 días terminó.
Desde que salí del cine y durante toda esta semana no pude dejar de pensar en cuántos de los quizás alrededor de 100 espectadores que estábamos en la sala ese día, teníamos el contexto suficiente como para entender realmente lo que habíamos visto. Es imposible no solidarizarse con esa gente a la que un día le anuncian que deberá dejar su tierra, la que algunas familias habitan desde inicios del siglo XIX según dicen los protagonistas, y que ruegan a los soldados para que no los desplacen. Es imposible no ver la historia de David y Goliat en un enfrentamiento entre un ejército pertrechado para la guerra más cruel y pobres civiles indefensos.
Pero también es cierto – y seguramente pocos en la sala hayan prestado atención a eso – que las imágenes dejan bien claro que el ejército intenta por todos los medios no usar la fuerza, y que los episodios de violencia física (la simbólica es constante), son sumamente escasos para lo que podría haber sido, teniendo en cuenta que los campesinos se abalanzan una y otra vez contra esos soldados.
“Lo que le falta a esta película es el contexto” me repetí a mí mismo una y otra vez estos días. Hay que entender por qué se llega a esa situación. ¿Qué es lo que permite que la Corte Suprema de Israel habilite el pedido del ejército? ¿Por qué los terrenos de Masafer Yatta no están ya bajo el mando de la Autoridad Palestina y siguen bajo jurisdicción israelí?
Empecé a buscar las respuestas en las distintas etapas del conflicto. La guerra de 1967 y sus causas, y obvia y principalmente en la sucesión de acuerdos que inicia en Madrid en 1991, Oslo 1993 y 1995 (o Taba), y principalmente el fracaso de Camp David II en el 2000.
Está en Uruguay un querido amigo, el Dr. Alberto Spectorowsky. Pocos como él tienen la chande de conocer este tema tanto desde la investigación académica, como de haber sido parte de los acuerdos fracasados de Camp David II, como asesor del equipo negociador israelí. Como hacemos cada vez que llega a Uruguay, nos juntamos a almorzar y conversamos del tema.
En una frase me resumió todo el contexto que debe ser necesario entender para poder ver “No other land”.
“Los palestinos nunca creyeron ni habrán de creer en la solución de los dos Estados. Para ellos tampoco es prioritario la existencia de un Estado árabe palestino. Para ellos es simplemente una injusticia que exista el Estado de Israel, y es por eso y contra eso que luchan.”
El resto es anecdótico. Como la propia película ganadora del Oscar.