8M
No sé cuándo publicaré estas líneas. No será hoy. Hoy es 8 de marzo de 2025. Hoy es 8M.
8M es el Día Internacional de la Mujer. 8 de marzo es el noveno aniversario del asesinato de un ciudadano uruguayo judío por el mero hecho de serlo. De ser judío, claro; no fue asesinado por uruguayo.
El 8M tiene su origen en el siglo XX. De ser ‘el día de la mujer trabajadora socialista’ pasó a ser el ‘día la mujer’, genérico.
También es un día-percha al cual se le ‘cuelgan’ diversas causas que durante los últimos años se inscriben dentro de la ideología ‘woke’.
‘La mujer’ funciona muy bien como sinécdoque de todo lo que connota opresión, abuso, violencia, poder excesivo o indiscriminado sobre otros sujetos.
Lo que resulta no ya curioso sino lisa y llanamente violento es que el antisemitismo en Uruguay elija sumarse al 8M cuando es precisamente la fecha del mayor crimen antisemita en el país en los últimos treinta años.
En 2024 el 8M fue un día especialmente alarmante para la comunidad judía uruguaya. Las expresiones de odio antisemita no tuvieron coto, y tampoco tuvieron pena. Cuando estás líneas estén publicadas sabremos cómo ha sido este año.
La comunidad judía ha propuesto, en lugar de un discurso de odio, un discurso de convivencia. Los judíos tenemos una tradición de convivencia probada a través de los siglos a pesar de cualquier persecución. No ha habido un momento en la historia en que no fuéramos perseguidos.
Tan es así, que las principales víctimas del pogromo del 7 de octubre de 2023 (sí, hace dieciocho meses) eran individuos dedicados a la causa de la convivencia entre israelíes y palestinos. Pagaron con sus vidas. Aun así, hay muchos que todavía abrazan esa causa.
Tal vez un Acto formal de tipo académico no sea suficiente para evidenciar la cruel ironía de convocar a la violencia el mismo día que esta, hace nueve años, se cobró una víctima. Es un principio, pero evidentemente no es suficiente.
Un artículo de Diana Wang publicado en La Nación (15-02-2024) que me hizo llegar mi amigo Martín Kalemberg abría con las siguientes interrogantes:
“¿Por qué tengo que explicar yo el antisemitismo? ¿Por qué tengo que encontrar yo la manera de erradicarlo? ¿Por qué? ¿Porque soy judía? ¿Por qué los judíos asumimos la tarea de inventar módulos pedagógicos, gestionar el milagro de la disolución del prejuicio, esclarecer, informar, explicar? ¿Por qué nosotros?”
Escrito cuando los judíos todavía no podíamos procesar ni superar el shock del 7-10-203 (lo leo y asumo una indignación profunda), y porque el antisemitismo es un fenómeno atemporal, me permito, para cerrar, citar el cierra de la autora:
“Con la misma convicción con la que algunos de ustedes lo instalaron, encaren la lucha contra el antisemitismo. Está en vuestras manos porque el antisemitismo no es un tema judío.”
Hago mías sus palabras: uruguayos, hagámonos cargo. El antisemitismo es un mal social y como tal, colectivo. Como bien dice Wang, los judíos estamos “hartos” de tener que explicarnos. Agrego: bastante tenemos con entendernos entre nosotros mismos.