500 noches sin día

En su famosa canción ’19 días y 500 noches’ (https://open.spotify.com/intl-es/track/6V78ktWCGcJIIB5DPJBoPn?si=e144502b7bc34631) el cantautor español Joaquín Sabina ironiza sobre su capacidad de olvido: los diecinueve días suceden en el tiempo real; las quinientas noches suceden en un tiempo onírico: un tiempo de pesadilla.

No son diecinueve días con sus noches, sino quinientas noches sin día.

Este lunes pasado, 17 de febrero de 2025, se cumplieron quinientos días desde el 7 de octubre de 2023. Todo Israel contaba los días, veía salir y ponerse el sol, el invierno suceder el verano, los ciclos repetirse, inconmovibles.

Los rehenes vivieron quinientas noches. Algunos todavía siguen sumando; otros dejaron de sumar, aunque no sepamos cuándo.

El 7 de marzo se cumplirán dieciocho meses del 7 de octubre de 2023. Desconozco qué significado ‘judío’ se le puede dar al número quinientos; todos sabemos que el dieciocho es ‘Jai’, ‘vida’ en hebreo. Sería muy simbólico que para esa fecha todos los rehenes estén liberados, incluidos los muertos. Por lo menos la vida de sus seres queridos podría seguir adelante.

Las quinientas noches han sido de oscuridad real y palpable para los rehenes. Son también oscuridad simbólica para ‘klal Israel’, todo el pueblo de Israel.

A pesar de los esfuerzos de seguir viviendo o la ingenua promesa de ‘seguir bailando’, la realidad se parece más a la cruda ironía de Sabina que al voluntarismo popular: durante el día podemos hacer ‘como si’ (‘keilu’), pero en las noches todos padecemos esta gran pesadilla nacional.

Parecería que la meta de liberación total podría coincidir con los dieciocho meses; así como durante demasiado tiempo cualquier acuerdo era abortado, hoy la coyuntura es más auspiciosa. Si así fuera, sería un cierre agridulce pero catártico: un cierre al fin. No sería poca cosa. Ojalá.

Superada esa instancia tenemos dos opciones: seguir contando noches, esta vez de tipo simbólico, o apostar a la luz. Asumir el desafío de ser ‘luz para las naciones’ o seguir peleando por poder, privilegios, y prevalencia de ciertos modos de ser judíos.

¿Queremos el liderazgo paciente de Moshé o una mezcla de la ambición de Koraj y el fanatismo de Pinjas?

En Israel la decisión está en manos de sus ciudadanos. En las diásporas, está en manos de los dirigentes que tengamos la capacidad de elegir. Sería un despropósito que quinientas noches, más las que todavía falten, hayan pasado en vano.

Porque para los rehenes (esos mismos cuyos testimonios buscamos con cierto morbo y la eterna obsesión de victimizarnos) esas quinientas noches cambiaron sus vidas para siempre.

¿Somos capaces de reconocer que también para nosotros todo ha cambiado? No sé si tan radicalmente como cambió el judaísmo dos mil años atrás, pero no subestimaría esta crisis.

No olvidemos en diecinueve días, entre la autocomplacencia y la omnipotencia, la pesadilla que nos ha perseguido ya más de quinientas noches.