Realismo y Dos Estados

Fania Oz-Salzberger, The Jewish Chronicle, 15 de enero de 2025

Escribo esto justo antes de que se produzcan enormes cambios en la historia de la guerra entre Hamás e Israel: un posible acuerdo sobre los rehenes y de alto el fuego y la toma de posesión de Donald Trump como nuevo presidente de los Estados Unidos. Ambas eventualidades pueden revertir gran parte del estancamiento actual, pero no es probable que alivien el abismo entre la derecha (ahora casi totalmente dominada por Netanyahu, Smotrich y Ben-Gvir) y la centroizquierda liberal.

Ese abismo surgió hace aproximadamente una década y nunca tuvo que ver con los palestinos. Tiene que ver con la Corte Suprema y la fiscalía general, que se convirtieron en enemigos de Netanyahu después de que fuera acusado por tres cargos de corrupción. Los intentos de demonizar a la rama judicial por parte del gobierno de Israel comenzaron hace una década, pero la coalición actual finalmente ha podido debilitarla y politizarla. Así, un año después del 7 de octubre, la Knésset reanudó su bombardeo legislativo contra el poder judicial.

La guerra de Gaza ha asestado un golpe mortal a la solidaridad israelí. La mayoría de las víctimas del 7 de octubre, muchos de ellos kibutzniks y participantes en el festival Nova, pertenecían al movimiento prodemocrático, y algunos de ellos pertenecían al campo de la paz. Numerosos israelíes ahora están convencidos de que esto explica el maltrato por parte del gobierno de los kibutzim destruidos (Netanyahu aún no ha visitado a ninguno de ellos ni se ha reunido con sus comunidades), así como el tratamiento increíblemente grosero de las familias de los rehenes por parte de algunos ministros y miembros de la Knésset, por no mencionar la violencia en su contra por parte de la policía de Ben-Gvir.

Además, un número significativo de israelíes están disgustados por la guerra que se libra en Gaza en nuestro nombre. Lo que comenzó como una guerra eminentemente justa se ha deteriorado hasta convertirse en un baño de sangre de inocentes palestinos y que también se ha cobrado un precio horrible en vidas de soldados israelíes. Solo a una pequeña, aunque creciente minoría de judíos israelíes les importa lo primero, pero casi todos están profundamente dolidos por lo segundo. El público está listo para un alto el fuego y el regreso de tantos rehenes como sea posible.

¿Cómo afectará este momento a la llamada reforma judicial? Formo parte del grupo que llama a esto crisis constitucional o golpe de Estado, y veo la legislación actual como un movimiento para cambiar nuestra forma de gobierno destruyendo la separación de poderes. Trump claramente comparte el libreto de Netanyahu cuando se trata de politizar unilateralmente a la Corte Suprema. La crisis constitucional israelí tendrá que ser resuelta por los israelíes, probablemente en las próximas elecciones que se celebrarán a finales de 2026, con un poco de suerte antes de esa fecha.

¿Y qué hay acerca del futuro israelí/palestino? Sugiero que estemos atentos y esperemos lo inesperado. Inmediatamente después del 7 de octubre de 2023, me enfrenté a estribillos inquietantemente similares de la derecha israelí y de la izquierda global antiisraelí en mi cuenta de Twitter y en conferencias públicas: se burlaban diciendo que la solución de dos estados estaba muerta.

Los derechistas sentían que habían ganado su argumento a favor del Gran Israel. Después de todo, la frase “del mar al Jordán” forma parte del credo político del Likud desde la década de 1970. Hubo, desde el primer día, algunas insultos muy feos contra los kibutzniks masacrados por ser “zurdos” que creían en la paz.

En el frente opuesto, los odiadores de Israel en todo el mundo rechazaron sin rodeos un compromiso territorial, diciéndoles a los judíos que se largaran de la tierra que habían colonizado. Personalmente fui vilipendiada por gente como Owen Jones por ser una sionista de izquierda y aferrarme a mi creencia de que Israel y Palestina algún día pueden llegar a convertirse en vecinos pacíficos.

Una versión más suave exigía de manera surrealista “un solo estado, secular y liberal, para árabes y judíos”, sin explicar exactamente cómo el secularismo y el liberalismo pueden emanar en la actualidad de Gaza o de Cisjordania.

Sin embargo, bajo los impredecibles auspicios de Trump y la presión de los regímenes árabes, un compromiso territorial aún puede llegar a materializarse. En Israel, los pacifistas están traumatizados, pero no han capitulado. Las manifestaciones antigubernamentales dejan espacio para consignas humanistas y pacifistas. Los oradores mencionan la difícil situación en la que se encuentran los gazatíes inocentes. En las manifestaciones de Tel Aviv y en algunas protestas regionales, un creciente círculo de judíos y árabes hacen llamamientos por la paz. ONGs como “Standing Together” y “Women Wage Peace” han ampliado significativamente su alcance.

Pero un compromiso territorial aún no es la paz. Durante años, la izquierda sionista fue acusada de impulsar un acercamiento ilusorio entre israelíes y palestinos. Pero este fue en gran medida un argumento insustancial. Como mi difunto padre, el escritor Amos Oz, solía decir: “¡Haz la paz, no el amor!”. Ningún acuerdo futuro entre dos estados incluirá una cláusula de amor o una cláusula de confianza ciega. Será algo gradual, cauteloso y amargamente sospechoso. Como debe ser.

Soy optimista en cuanto a creer que la mayoría de los israelíes lo apoyarían si se llevara a cabo de manera responsable.

Sin embargo, no soy tan soñadora como para creer que un campo pacifista palestino pueda surgir en el futuro inmediato. Hay momentos en la historia de la humanidad en los que la presión insistente desde arriba cambia la geografía política para mejor: cuando imperios o superpotencias tienen la sartén por el mango. Probablemente estemos cerca de un punto así.

¿Qué puede ofrecer la sociedad civil israelí en este momento? No mucho, excepto la promesa de que una vez que un acuerdo de paz responsable esté sobre la mesa y que un liderazgo palestino no genocida sea capaz de firmarlo, millones de israelíes se levantarían en su apoyo. Nuestro ADN político todavía incluye una voluntad de compromiso que nuestros enemigos nunca han mostrado. Y tenemos esperanza. Una esperanza gravemente lastimada, una esperanza desconsolada, pero esperanza al fin. Por lo tanto, estamos listos para verter nuestra cucharadita de humanidad cívica en el caldero de mega-poderes egoístas que es probable que el año 2025 bien podría llegar a la ebullición.

Traducción: Daniel Rosenthal