La Relevancia de una Identidad
No me sorprende tanto la falacia que los antisemitas quieren imponer en redes sociales acerca de la identidad de Jesús como la reacción que provoca en una enorme cantidad de judíos que se toman el trabajo de desmentirlo. En el contexto actual de escalada antisemita en que está sumido el mundo desde el 7 de octubre de 2023, con el slogan ‘del río al mar’ como axioma, no da para sorprenderse de la maniobra retórica de transformar el deicidio que la misma Iglesia Católica ya negó hace sesenta años en una herramienta de opinión pública antisemita. Y, sin embargo… abundan las explicaciones acerca de la identidad de Jesús: que no era palestino y que además era judío. Nadie se ocupa demasiado del deicidio, cuando en realidad es esa la acusación de fondo: que Israel y los judíos somos asesinos de Dios. El fenómeno de volver atrás en el tiempo con libelos de sangre se repite, como si la humanidad no hubiera aprendido nada.
Lo que me preocupa no es tanto lo que porfían los antisemitas sino lo que porfiamos los judíos: que Jesús era judío. Que sí lo fue, de eso no hay duda. Nace, vive, y es enterrado como judío tras ser crucificado por los romanos. Jesús fue judío en vida (sepultura incluida), pero deja de ser judío tres días después (según narran los Evangelios), cuando la piedra sobre su tumba aparece removida, su cuerpo no está, y se instala la idea de su resurrección. Años más tarde Saúl de Tarso (otro judío practicante) introduce su cualidad mesiánica y, sobre todo, la idea de la salvación mediante la fe en lugar de los preceptos. Siglos más tarde el Cristianismo ocupa el espacio amalgamador que deja vacante el imperio romano. Para ese entonces del judaísmo de Jesús no queda nada. Es El Dios de los Cristianos. Jesús es Cristo, el mesías que vino y volverá (la parusía).
Saúl de Tarso pasa un proceso parecido, pero en vida y a consciencia. Lo que Jesús nunca imaginó (fundar una nueva religión con él como deidad), Saúl lo hace a través de su conversión damascena. A diferencia de Jesús, Saúl, ahora Pablo, renuncia a su judaísmo y dedica su vida a predicar la salvación por la fe en Jesús-Cristo en lugar de la salvación por los preceptos, tal como instruye el judaísmo. El judaísmo tanto de uno como de otro es útil y válido en un entendimiento de los procesos históricos, pero la validez y la fuerza de sus mensajes no está avalada por su judaísmo sino por sus nuevas propuestas, su ‘nuevo testamento’ o pacto. Del cual Jesús será objeto de culto, y cuya creación en realidad recae en Pablo. Los judíos y paganos que siguieron la doctrina paulina fueron cristianos; los judíos que no la siguieron, permanecieron judíos. El Jesús histórico es irrelevante en nuestra identidad como judíos.
Esta polémica instalada en torno a la identidad palestina de Jesús, que llegó hasta el Vaticano, es un regreso a la acusación de deicidio que prevaleció durante veinte siglos, fue causa de persecución, pogromos, inquisición, y exterminio, y ahora sirve a la causa palestina en su explícito propósito de borrar a Israel de la faz de la tierra (véase #Oct7). Embarcarnos en la discusión histórica es echar combustible a esta nueva hoguera de odio, es volver a habilitar un asunto que parecía haber sido laudado y superado. Los judíos no mataron a Jesús; ni por cristiano ni por palestino. Jesús fue condenado a muerte por los romanos y muerto como ejecutaban los romanos: la crucifixión. En todo caso, si vamos a hablar de Jesús como judío, tratemos de entender mejor la dinámica judía interna de aquella época tumultuosa. Tal vez nos arroje luz sobre nuestra propia realidad en estos tiempos.
Jesús es el Dios de los Cristianos. Sea desde la fe revelada o desde la fe construida por los hombres, la relevancia de Jesús no es histórica sino teológica. La teología y la historia se rozan de vez en cuando, pero mientras la segunda procura rigor y exactitud, la primera apela a los sentimientos y la subjetividad. En ese contexto, discutir si Jesús es palestino (que no lo es) o judío (que sí lo fue) termina siendo una falta de consideración a quienes creen en su figura como Dios y salvador. No dejemos que el antisemitismo eche por la borda el proceso inter-religioso que se inició en el siglo pasado y que tanto ha contribuido al entendimiento entre judíos y cristianos.