El Vértigo de las Luces

Usando una metáfora de Umberto Eco, ‘el vértigo’ de las redes nos avasalla y hasta nos pasa por arriba. ‘Paren el mundo, me quiero bajar’ diría Mafalda de Quino; ‘paremos un poco, me quiero subir, aunque sea de a ratos’, nos animamos a expresar.

Esto viene a cuento por un par de videos que circularán entre esta semana y la próxima en torno al ‘vértigo de las luces’, nuestro rol como ‘luz para las naciones’, y las modestas y efímeras luminarias que encenderemos a partir del próximo miércoles  25 de diciembre (sí, Navidad) durante ocho días celebrando Januca. Así como ‘el vértigo’ de las redes nos desafió a no sucumbir en su vórtice, ‘el vértigo de las luces (navideñas)’ nos desafía a resaltar, más que nunca, las nuestras.

No se trata solamente que debido al año hebreo 5785 nuestras festividades están todas más atrasadas que lo normal, sino que el año 2024 ha sido un año especialmente malo para el pueblo judío. 2023 fue un año difícil en nuestra percepción y vínculo con Israel y su interna político-social, pero finalmente quedó signado por el estupor y el espanto de Oct7; en definitiva, si bien somos ‘un pueblo de dura cerviz’, lo peor siempre viene de fuera: del odio milenario irracional. Durante 2024 esa expresión se asentó, se enraizó, se extendió: hoy el mundo ha vuelto a ser especialmente hostil con el pueblo judío y su Estado, Israel.

El ‘vértigo de las luces’ tiene origen en el hemisferio norte, donde surge la civilización judeo-cristiana y en esta época del años los días son cortos y las noches muy largas. Las luces en las casas tienen tanto una razón pragmática como una razón simbólica. Traer la naturaleza dentro de la casa (el arbolito de Navidad), también. Los judíos elegimos encender progresivamente, una más cada día, ocho velas; porque como estableció Hilel en le época talmúdica, ‘ascendemos en la santidad’. Colocamos el candelabro (Januquia) en la ventana para dar luz al entorno.

En un mundo electrificado las luces adquieren sobre todo su dimensión simbólica. Que nosotros nos empeñemos en encender las nuestras es nuestro aporte al mundo que nos rodea, pero sobre todo es relevante para nuestro mundo interior como judíos. Iluminamos el entorno, pero encendemos la llama desde nuestro interior: el de nuestras familias, comunidades, y hasta en lugares públicos. Es nuestro aporte singular, no tiene equivalentes: una cosa es Navidad y una muy otra es Januca. A pesar de todos los esfuerzos de la sociedad estadounidense en ‘emparejarlas’, no son lo mismo. Aunque este año coincidan en el calendario gregoriano.

Este año, entonces, debemos esmerarnos más que ningún otro en no saltearnos una sola noche, una sola vela, hasta completar las ocho. No es suficiente encender la primera y luego las últimas ocho; es importante ‘sentir’ la progresión, el propósito, y el constante empeño en sumar luz. Sólo Dios hizo la luz en un día y mediante la palabra; a los judíos se nos exige más.

Por otro lado, la simplicidad y la humildad de las luminarias nos recuerdan el milagro de Januca. Este año más que ningún otro esperamos un milagro que se resiste a suceder: la liberación de los rehenes en Gaza. Algunos creemos que ya no es tiempo de milagros. Más aún, entonces: es el empeño puesto en las velas el que transformará el mundo oscuro y perdido de los rehenes en Gaza en uno luminoso y en sus casas.

Si no lo creemos nosotros, ¿quién?; y si no hoy, ¿cuándo?

Por último: Januca tiene mucho que ver con la gesta macabea e históricamente con la última época de soberanía judía en la Tierra de Israel hasta la creación del Estado. Hoy seguimos enfrascados en la noble y justa lógica macabea de no sucumbir a las fuerzas exteriores que quieren borrarnos de la faz de la tierra; al mismo tiempo, seguimos perfeccionando la soberanía y lidiando con luchas fratricidas, corrupción, y  sueños mesiánicos. Así como entonces, las gestas militares no justifican la decadencia moral y ética.

Por eso este Januca elegimos hablar de las luces. Las que ofrecemos al mundo desde nuestras ventanas, aunque el mundo esté atravesado por guirnaldas de luces, y las que nos regalamos a nosotros mismos desde nuestro interior como judíos comprometidos y orgullosos. Eso es todo lo que se espera de nosotros; y no es poco.