HaBait shel Beng’i

Dedicado a mi mamá Ruth Goldenberg de Silberstein. Hasta sus ciento veinte.

La guerra es soledad.

Hay soldados de Israel que están solos. En hebreo se dice ‘jailaim bodedim’, soldados solos, sin familia de origen que los reciba. Para ellos hay lugares especiales, producto de la generosidad de muchos. Uno de estos lugares se llama ‘Habait Shel Beng’i’, ‘La Casa de Benji’. Mi mamá quiso ser parte de ese proyecto. Ella vivirá para siempre en nosotros y en quienes ocupen su lugar en esa ‘casa’.

La soledad puede ser un estado esencial del alma. La soledad de un combatiente puede ser tan dura como el combate mismo. Si no tanto, lo suficiente. ‘Daieinu’ para un proyecto así.

Vimos entrar un combatiente. Venía del frente. En uniforme de fajina, sucio, cansado, rengueando de una herida menor en el pie. Lo esperaba su impoluta privacidad, su ducha, su ropa lavada, un espacio de café, snacks, juegos, y amigos; probablemente el refugio que supone el sueño no interrumpido. No sé si para él ese es su ‘hogar’, pero no me cabe duda que es su ‘casa’: el lugar que habita cuando no combate.

‘La Casa de Benji’ (para quienes quieran ver detalles, https://benjihillman.org/the-home/) es un esfuerzo privado de alto nivel, por supuesto que sin fines de lucro. Es el orgullo del barrio, de donde surgen la mayoría de los voluntarios cotidianos. Es el orgullo de sus donantes; no son muchos, no es una ONG ni un Keren a los que Israel nos tiene acostumbrado. No hay grandes campañas. Más bien, se trata de encontrar sensibilidades afines.

Nuestra propia comunidad en Uruguay tiene y ha tenido a lo largo de las décadas soldados solos que sirvieron en las Fuerzas de Defensa de Israel. Ignoro cuántos exactamente, pero podría nombrar dos de los cuales sé con certeza. Lamentablemente, también otros cuya memoria honramos en cada Iom Hazikarón. Uno, que porfía en su propia agenda de prioridades para el pueblo judío, de pronto reconoce, nada menos que en su mamá, otras sensibilidades.

Todo esto viene al caso porque ser judío es siempre, como sea que se entienda, acerca de actuar judío. La forma más simple de hacerlo es pensar en el prójimo. Eso es comunidad, eso es pertenencia al pueblo judío. Ni conocemos ni conoceremos a quienes ocupen los lugares en ‘La Casa de Benji’, pero sabremos siempre que hubo individuos con nombre y apellido, como mi mamá, que lo hicieron posible.