La Guerra… ¿y Después? (2)

David Telias, especial para TuMeser, octubre de 2024

No cabe duda que la eliminación de figuras como Ismael Haniya, Hassan Nasralá y en la madrugada del pasado jueves Yaha Sinwar son tremendos golpes para las organizaciones terroristas que estos dirigían. Pero no se debe olvidar que una victoria total para Israel no será posible si no se logra el retorno a casa de los ciento un rehenes que todavía están cautivos en Gaza.

Y si bien la desaparición de Sinwar puede ser una puerta hacia esa salida y la reacción pública de Netanyahu parece haber golpeado esa puerta, veremos en los próximos días si la misma realmente se abre o sólo será una más que quede cerrada, como tantas a lo largo de este octogenario conflicto.

Pero seamos optimistas y creamos que la puerta se abrirá y el fin de esta guerra llegará pronto. ¿Qué pasará después?

El 21 de junio pasado decíamos que el fin de esta guerra nos ofrecía tres escenarios posibles: el conflictivo, el dificultoso y el deseado.

Por si el lector no quiere ir al archivo para entender de qué estoy hablando, le resumo acá: el conflictivo implicaría que Israel se quede con Gaza y Cisjordania definitivamente, que se establezca una situación como la que se inició en 1967 pero con la diferencia que en la actualidad Israel ya sabe que ningún país de la región quiere tomar el control de los territorios palestinos ni, mucho menos, hacerse cargo de su problemática población. Por lo tanto no habría ya política de paz por tierras y solo quedaría la transformación de Israel en un Estado apartheid, en el cual más de tres millones de sus habitantes vivirían en cantones cerrados, y con derechos limitados respecto a otros ciudadanos israelíes.

El dificultoso sería que el mundo árabe le garantice la paz a Israel y forme algún tipo de entidad política regional que se haga cargo de los palestinos. Conforme allí un Estado que seguramente sea sumamente inestable, dado que los palestinos jamás se han llevado bien con los Estados árabes vecinos. Estos nunca han sido bien vistos por los regímenes de Egipto, Jordania, Líbano o
Siria, y para muestra alcanza ver el muro que separa Egipto de Gaza, recordar el Setiembre Negro de 1970, las masacres de Sabra y Shatila de los 80, o lo que está pasando hoy mismo y especialmente desde la guerra civil en Siria con los palestinos refugiados en ese territorio.

Y el deseado, que los palestinos se hagan cargo de su propio destino, con un liderazgo que de una vez por todas quiera la paz con Israel y que tenga el suficiente respaldo popular para lograrla. Así como en el Líbano se liberen de Hizbolá y vuelvan al estatu quo previo a la guerra civil que en 1975 destruyó la experiencia multicultural de ese país y de a poco lo puso en manos de ese grupo shiita pro iraní fundamentalista islámico.

Terminaba diciendo que lamentablemente el deseado no parece posible en el corto y mediano plazo.

Cuatro meses después muchas cosas han pasado en esta guerra.

El 31 de julio Ismael Hanie fue eliminado nada menos que en Teherán, a la vista de los ayatolás y de todo el mundo. El líder máximo política e ideológicamente de Hamás fue asesinado mientras era hospedado por la Guardia Revolucionaria.

En setiembre pasado Israel intensificó sus acciones en el sur del Líbano, presionado por la necesidad de lograr el retorno a sus hogares de decenas de miles de israelíes que desde el 8 de octubre de 2023 han debido abandonar sus hogares a causa de los constantes lanzamientos de misiles por parte de Hizbolá. El 1 de octubre inició una invasión terrestre a ese país, luego de dejar al mundo asombrado tras la operación de los beepers y walkie-talkies que dejó a Hizbalá incomunicado y muy mal herido, y que se coronó con el asesinato selectivo de su líder histórico, Hasan Nasrala y gran parte de la cúpula dirigente del grupo pro iraní.

Un par de días después Irán repitió lo hecho en abril pasado, dejando claramente establecido, a mí entender, que actúa porque no tiene más remedio, pero que no quiere verse envuelto en una escalada abierta contra Israel. Sabe perfectamente que, aún en caso de que lograse hacerle un daño importante, una guerra abierta con Israel significaría la caída del régimen de los ayatolás y el comienzo de una nueva época histórica para Irán.

Y finalmente Israel eliminó a Yaha Sinwar. El líder militar de Hamás y desde la muerte de Hanie el líder máximo del movimiento terrorista. Lo interesante de este último acto estratégico es que si bien es producto de la presión militar que las FDI han ejercido durante todo este año en Gaza, se produce por la situación de desolación en la que el líder terrorista había quedado. Israel había eliminado ya a prácticamente toda la cúpula del grupo terrorista y a un enorme porcentaje de sus combatientes. De modo que las posibilidades de que él estuviese en el pequeño grupo de terroristas que se movían por las calles de Rafia en esos días eran altas, aunque la propia inteligencia israelí no tuviese información precisa de que así fuera.

En síntesis, Israel ha ganado la guerra militar: de Hamás apenas quedan algunos zombis que, aún con cierta capacidad de hacer daño, habrá que procurar que no vuelvan a la vida. Hizbolá está sumamente debilitado y descabezado aunque todavía no se pueda decir que está acabado; va camino a ello si nada raro ocurre en las próximas semanas. El régimen sirio no quiere llevar esta guerra a su territorio, sabe que no la soportaría; las milicias en Irak dependen exclusivamente de un Irán que no quiere escalar el conflicto, y de los hutíes en Yemen se están ocupando ahora los británicos y los norteamericanos. Estos yemeníes desde mi punto de vista son invencibles y habrá que en algún momento negociar con ellos y soportar que sean parte de la política regional, pero no creo que tengan un interés superlativo en la desaparición de Israel por lo que no serían un problema bélico mayor si la situación se controla en Gaza y el Líbano. Europa y Estados Unidos deberán ocuparse simplemente de que no sean un problema para la economía global.

Pero para mi gusto lo más significativo de todo esto es que el debilitamiento de Hamás y Hizbolá está despertando a la oposición local y eso es lo que abre una ventana, muy pequeña pero ventana al fin, de esperanza a la solución deseable.

En Líbano el Primer Ministro Najib Mikati empieza a hablar públicamente de la pérdida de influencia de Hizbolá y, a través suyo, de Irán en su país. Por primer vez desde 2006 el Estado libanés se planta como algo más que Hizbolá y se siente con capacidad para sustituirlo en el control del sur del país en lo territorial y del Estado todo en lo político. Líbano podría volver a ser lo que fue hasta 1975 y, si bien hasta esa fecha el país no tenía un acuerdo de paz con Israel, esto era pura y exclusivamente porque hacerlo en aquel momento le hubiese implicado, como le pasó al propio Egipto cuatro años después, ser radiado de la Liga Árabe, entre otras cosas, sin la certeza de poder afrontarlo como sí podía Egipto en su momento. Líbano como Estado no tiene cuentas pendientes con Israel desde 1948 y como le pasó a Jordania, una estabilidad política en el país y su alineamiento al mundo árabe sunita lo pondrían sin duda de cara a una normalización de relaciones con el Estado judío.

Mientras tanto en Gaza la población empieza a liberarse del yugo de Hamás. Lo ven debilitado y saben que tienen una oportunidad. Sin duda no quieren verse sometidos a la ocupación israelí, y empiezan a expresarse, para mi gusto, con mayor libertad. Yo nunca creí en la cientificidad de las encuestas que decían que la mayoría de la población de Gaza ni de Cisjordania celebrara el 7/10, sino que eran producto de la opinión pública que se puede dar en un régimen de terror como el que Hamás ejerce en esa franja desde 2007. Hoy ya aparecen encuestas de opinión que hablan de que casi el 60 % de la población cree que el 7/10 no debió haber ocurrido, que fue un error estratégico que solo les trajo pobreza y muerte.

De algún modo las “fuerzas del bien” están empezando a tener protagonismo en Medio Oriente y la sensatez se empieza apenas a gestar.

En Europa las ideas de la libertad, la fraternidad y la igualdad de la Revolución Francesa no se encarnaron en el pensamiento profundo de la población hasta que las guerras mundiales se cobraron decenas de millones de víctimas. Quien no me crea puede leer a Zygmunt Bauman en su clásico “Holocausto y Modernidad”.

Esta guerra seguramente no traerá todavía la igualdad ni la libertad en Medio Oriente, pero con que alcance la fraternidad y acepten que Israel viva en paz me alcanza. La solución deseada no está cerca, lamentablemente, pero hace dos meses atrás ni siquiera parecía posible.