Derecho a Existir

Karin Neuhauser, especial para TuMeser, octubre de 2024

Lo que Hamas logró instalar como cancha de juego es el derecho de Israel a existir. NO la existencia de Palestina, sino la de Israel. Hasta ese punto han dado vuelta la narrativa.

Y, como el mundo a partir de las redes funciona en base a la polarización, ahora hay dos posiciones, por sí o por no,  igualmente habilitadas a expresarse.

No importan los hechos ni la realidad: las posiciones no se adoptan en base a hechos sino en base a afiliaciones, a identidades. Nadie cree lo que ve o lo que oye, salvo si proviene de “su” grupo, y los slogans se transforman en actos de reafirmación de identidad y afiliación, de pertenencia, independientes de cualquier contenido. Luego, los hechos se dibujan según esa posición previamente adoptada, y se deciden y justifican las acciones en base a ese dibujo.

La afiliación no se establece por acuerdo racional, sino por afinidades subterráneas. En la conocida figura del 6 y el 9, hay quien elige  pararse de un lado y quien elige pararse del otro del número. Las personas que se paran en el mundo con una actitud de gratitud, seleccionan datos de su contexto y elaboran narrativas muy diferentes que las que se paran desde una actitud de resentimiento, por ejemplo. Son dos polos primarios, “atractores extraños” (nota) de narrativas opuestas respecto a cualquier cosa que se les ponga delante.

Los terroristas entendieron eso y se modernizaron; ahora pelean por otros territorios y con otras armas. El arma principal es la generación y manipulación de situaciones explotables ante cámaras y weaponizables a través de la social media para presentar a los judíos como malvados victimarios y así deslegitimizarlos. ¿Por qué? Porque el territorio de la guerra de hoy ya no es geográfico, ni nacional, es la mente, las cabezas de las personas. Las mentes se conquistan, se someten, se anexan o se aniquilan. El arma es la habilidad de invocar la actitud mental que dibujará los hechos como al conquistador le sirva, de atraer el máximo de personas a pararse de uno de los lados del número.

También, de elegir qué cosa poner como número, desde la existencia de un Estado al objeto de un genocidio. Esto es porque lo otro que comprendieron a la perfección los terroristas es lo que hace una conversación: instalar temas de una cierta manera. Instalaron la existencia de Israel, en vez de la existencia de Palestina. Instalaron el genocidio palestino, en vez del genocidio judío. Y los instalaron de un modo en que el que quedó a la defensiva es Israel y todo el pueblo judío. ¿Cómo lograron tamaña ‘hazaña’?

El mensaje de Hamas el 7/10 era doblemente efectivo. Hacia los árabes, dado el lugar de la fuerza y los modos aceptados de demostrarla en sus sociedades, violar, esclavizar y quemar en masa era un modo de exhibir fuerza y de reafirmar una imagen de poder. Hacia el mundo occidental, dado el lugar de la compasión y la solidaridad con la parte que aparezca como débil, era un modo de provocar y hacer inevitable una guerra que generara la mayor cantidad posible de muertos y de imágenes de mujeres y niños heridos, hambrientos o llorando entre ruinas, que distrajeran del 7/10 e instalaran a Israel como victimario, no como víctima.

La estrategia ha sido brillante, no solo desde el 7/10. Con el tiempo, se han ido apoderando de los centros de pensamiento, donde se forman las ideas y los difusores de las mismas, y de los medios de comunicación que efectivamente las diseminan. Para ejemplo, las universidades, compradas y copadas, o la BBC, pero también la ONU, o UNWRA en su rol ‘educativo’ en Gaza.  Del mismo modo manejan los hilos mentales de su propia gente, para convertirlos en armas convencionales: en atacantes suicidas, lobos solitarios, o masas invasoras. Captaron cómo funciona el antisemitismo, cómo opera en las mentes incluso de quienes no son “antisemitas”. Se hicieron expertos en manipular los resortes del auto-odio, que no solo opera entre los judíos, sino también en muchos revolucionarios de pacotilla.

Descubrieron cómo funcionamos: siempre somos los buenos, y el que odia siempre es el otro. El que no ve la realidad, el ignorante o el perverso, siempre es el otro.  Tiene que existir un “otro” para que proyectemos en él lo malo, sea lo que sea. El judío se autodefine como el Otro del mundo, por eso se han proyectado sobre él las cosas más opuestas. Los terroristas comprendieron la utilidad de esa forma de autogenerarse como “bueno”, y la usan. El judío es la pantalla de proyección de todo lo malo, y por lo tanto, cualquier insinuación de algo malo en él será creída entusiastamente, porque funcionará como reafirmación o creación de la propia bondad.

Como todo se refleja en todo, la existencia que entró en cuestión no es solo la de Israel, es el del mundo todo. Desinformación, Deep fakes, posverdad, todo eso es la cara negativa de un gigantesco cambio de paradigma, que aún no define hacia qué lado inclinarse. Si no hay más modo de creer en nada de lo que uno vea u oiga, si la diputada uruguaya Mica Melgar puede estar convencida de que el 7/10 es un invento israelí, si cualquiera puede negar el Holocausto, si para los fans de un candidato cualquiera, en USA, Brasil, Rusia o donde sea, cualquier delito del que se acuse a “su” candidato será una mentira, un invento de “los otros”, si los fallos de la  justicia no son creídos, si las denuncias de acoso o violación son ciertas cuando el acusado es del otro bando e inventos cuando es del propio, lo que se está cuestionando es el mundo entero. No hay modo de vivir en eso, que ya no es un mundo compartido, sino millones de mundos enfrentados a muerte entre sí: el del palestino y el del judío, el del frenteamplista y el del blanco, el de Trump y el de Biden, el de Peñarol y el de Nacional. Es el rol creador de la palabra elevado a la enésima, pero usado para mal.

A rio revuelto, ¿ganancia de pescador? Tal vez algún Putin gane por un rato con eso, pero a la larga, se queda sin mundo para usar. Disueltas las anclas y las confianzas en cualquier fuente de datos, tal vez el creador más hábil se instale a sí mismo como fuente. Esos son los nuevos dioses. Pero los judíos tenemos un papel contra esa nueva forma de idolatría. No es ya la forma ingenua de creer en UN relato, sino la forma responsable de CREAR relatos.

No hay vuelta atrás, ya no podemos volver a la inocencia de pensar que solo Dios creó con la palabra, y que entonces hay UN mundo, el que Él creó. Este caos nos muestra que cada uno de nosotros, a imagen y semejanza, está creando, sin darse cuenta, mundos y sin controlar su poder de creación. Lo que nos queda es asumir la difícil responsabilidad de lograr que el mundo que creamos sea bueno, y en lo posible, se encuentre para bien con los mundos de los otros. Para eso, hay un test para juzgar nuestra propia creación, y/o cada propuesta de los otros: si un mundo propone o requiere eliminar a alguien, algo está mal en la idea. Hamas, intentando destruir a los judíos, se autodestruye arrastrando a los gazatíes, y a mucha gente en occidente que pierde su coherencia y su integridad moral defendiendo lo indefendible. Si en ese mundo que cada uno propone hay un demonio, de alguna manera se autodestruirá y arrastrará consigo a todos los que pueda. Porque si vemos demonios fuera, es porque los llevamos dentro.