Un Año

Ha pasado un año de #Oct7 y pronto será un año de Simjat Torá. Un año en doce días.

Del estupor de aquella mañana del 7 de octubre de 2023 a la desesperación no exenta de resignación de este primer aniversario ha corrido mucha agua bajo el puente. Ahora vendrán las lluvias de invierno en la tierra de Israel: correrá mucha más agua todavía.

De aquella vigilia pos shock y previa a la primera embestida contra Hamás en Gaza a la guerra en varios frentes de hoy nos separan miles de víctimas, miles de muertos. Del futuro nos separa la incertidumbre, cada día más profunda y oscura, como los túneles de Gaza donde yacen ciento un rehenes. Todavía.

Peleamos en Gaza; contra los hutíes en Yemen; contra Hizbolá en Líbano; contra células terroristas en Samaria; y ahora abiertamente con Irán. Cualquier comparación con la Guerra ‘de Liberación’ (o ‘Independencia’) de 1948 es de recibo.

Yo llamaría a esta guerra ‘la guerra de la Confirmación’ (*): el deseo de exterminar el Estado (Judío) de Israel fue explícito desde #Oct7 y ya nadie puede llamarse a confusión. Es a morir. Somos nosotros o ellos. Tal como yo lo entiendo, el Sionismo no tiene marcha atrás.

La guerra la perdimos aquel 7 de octubre. Luego Israel fue ganando batallas.

En Setiembre/Elul, Israel atestó golpes magistrales al sur y al norte: la aviación en Yemen, la Inteligencia en Líbano. Pero la guerra sigue y más que nunca, ‘los muertos gozan de buena salud’. La población civil de Israel no tiene tregua. Por primera vez en la historia, la guerra es también en territorio soberano israelí.

La crisis política israelí ha quedado sepultada con la guerra. Como los ciento un rehenes restantes en Gaza. Cualquier precio es aceptable, y todo tiene precio; pregunten a Gidon Saar.

Mi gran interrogante no es si Israel sobrevivirá; no tengo dudas que sí. Mi gran interrogante es qué Israel sobrevivirá, y con él, qué Judaísmo. Como me dijo un amigo, ‘sólo espero que en Israel quede un lugar para judíos como yo’ (liberales, humanistas); con dolor, debo reconocer que su expectativa es no sólo realista, sino ambiciosa.

Siempre sostuve que el espíritu del Israel idealista de sus años fundacionales todavía vive cuando recorremos los caminos vecinales y hablamos con el israelí medio, tradicionalista secular, liberal, humanista, imbuido de los valores de los profetas de Israel; siempre sostuve que había que buscar ese Israel por detrás de la start-up nation, el poderío militar, y el judaísmo mesiánico. Me temo que cada vez será más difícil de encontrar.

La start-up-nation bien puede estar jaqueada por la guerra y por la pugna civil; el poderío militar se mantiene pero no intacto: ha pagado precios y reconocido el poder del enemigo; el judaísmo mesiánico está haciendo estragos mientras Israel lucha por evitar nuevos Oct7. Será difícil encontrar el espíritu sionista con el cual uno creció. Quizá como la propia vida, esté llegando a su fin. Serán otros judíos, otros sionistas, otro Israel. Vaya uno a saber.

Me había llamado a silencio por unas cuantas semanas en torno a estos temas. Elul y Tishre son tiempo de escuchar por sobre todo. Escuchar también nuestro interior, o buscar un silencio reparador después de dos años de intensa y desgastante desesperación ante el deterioro de aquello que, para mí, constituye mi judaísmo: el Sionismo e Israel.

Cuando volvemos a adentrarnos en el año hebreo, cuando estamos en víspera de volver al hogar que no habitamos (Israel) en medio de una situación como jamás atravesamos en sesenta y siete años, es tiempo de volver a ordenar las ideas. Compartirlas. Por pesimistas que sean.

Hay quien parafraseó a Dickens hablando del ‘mejor y el peor de los tiempos’, y optando por que es el mejor de los tiempos. Discrepo: que sea un tiempo de oportunidades no supone que los tiempos son buenos; oportunidades no son realidades, son sólo oportunidades. Los hijos de Israel tuvieron la oportunidad de pararse frente al Sinaí; pero la revelación por sí no fue suficiente: ‘haremos y escucharemos’ dijeron; todavía decimos.

El pueblo judío e Israel están haciendo lo que deben hacer, en gran medida obligados por el enemigo; es tiempo también de escuchar, en especial escucharnos entre nosotros mismos. Por eso el gran desafío no es la mera supervivencia, sino a qué costos y con qué propósito. Me gustaría creer o imaginar un futuro donde rescatemos los valores más humanistas e inclusivos de nuestra Torá y dejamos atrás los desvalores nacionalistas y elitistas en que algunos sostienen su judaísmo. Me gustaría.

Como dijera mi esposa Karin Neuhauser en sus palabras en Rosh Hashaná en la NCI de Montevideo, es tiempo de Bereshit. Cerramos la lectura de la Torá y comenzamos otra vez. Estoy convencido que cada año lo haremos un poco mejor. A pesar de todo.

Jag Sucot Sameaj!