Rosh Hashaná 5785

En unos días celebraremos Rosh Hashaná. En dos semanas se habrá cumplido un año del 7 de octubre. En cuatro semanas será Simjat Torá. No importa con que calendario lo miremos, cómo coincidan o no las fechas hebreas con las gregorianas: el 7 de octubre, o #Oct7, seguirá ocurriendo para siempre. Como Tisha Be’Av.

No hace un mes Israel enterraba los últimos seis rehenes rescatados. Hoy quedan ciento uno, vivos o muertos, como último recurso de Hamas para escapar de Gaza. Los vivos, rehenes cautivos o familiares expectantes, languidecen en los túneles y en las calles de todo Israel, respectivamente. Ahora sí, hemos llegado a un statu-quo. Pero no a un cese al fuego.

Mientras tanto, hace una semana, Israel está sumido en la 3ª Guerra del Líbano. La primera fue en 1982 contra la OLP; la segunda fue en 2006 contra Hizbolá; y esta de 2024 es, en realidad, contra Irán. El concepto de los ‘proxis’ funciona en ambas direcciones: Irán ataca Israel por su medio, Israel intenta disuadir a Irán por el mismo medio. Con lo cruel y devastadora que ha sido esta guerra a cuatro frentes desde el 8 de octubre de 2023, probablemente nada se compare a una guerra abierta entre Irán e Israel. Las proporciones serían inconmensurables, las consecuencias catastróficas. Por algo aún no sucede.

Israel pelea en cuatro frentes, a saber: Hamas en Gaza; Hizbolá en Líbano/Siria; los Hutíes en Yemen; y fuerzas terroristas (¿Hamas, la AP?) en ‘los territorios’ en disputa. No resulta muy disparatado, considerando además y en primer lugar los fines de Irán y sus proxis, sugerir que Israel está librando su 2ª Guerra de Liberación. O, que aquella primera instancia que finalizó en un armisticio en 1949 sigue intacta setenta y cinco años después.

Israel movió sus piezas contra Hizbolá una vez que ‘controló’ la situación en Gaza. No esperó. Volvió a la vieja estrategia de atacar en forma sorpresiva y atestar el primer golpe. Como si 1973 no hubiera sido suficiente, #Oct7 volvió a demostrar que no hay lo que esperar: si hace cuá cuá, es un pato. El gobierno, esta vez, hizo caso a los signos y señales y a los generales de las FDI.

Los políticos, entretanto, hacen política, esperando unas elecciones que para algunos, en su esperanza de que cambiarán la ecuación político-electoral, tienen una dimensión casi mesiánica. La realidad indica que seguramente poco cambie. Con algo de suerte tal vez un próximo gobierno de Netanyahu no incluya a los kahanistas e idealmente tampoco al nacionalismo religioso. Suena irónico, pero los partidos ultra-ortodoxos, en ese contexto, serían una bendición.

Al slogan del “triunfo total sobre Hamás y liberación de los rehenes” sigue ahora el slogan “devolver a los desplazados del Norte a sus hogares”. La crudeza de la guerra corre en paralelo con la liviandad y cinismo de la retórica política. Con todo el respeto que me merecen gentes como Yair Lapid, a quien sigo y a quién votaría si votara en Israel, no puedo desconocer el abuso retórico-político que todos hacen de la situación; él en primer lugar.

Este Rosh Hashaná nos encontrará con ciento un rehenes en cautiverio.

Este Rosh Hashaná nos encontrará en estado de guerra.

Este Rosh Hashaná nos encontrará en un mundo particularmente hostil.

Este Rosh Hashaná 5785 nos encontrará pidiendo por un año dulce y redondo porque 5784 se quebró a poco de comenzar y fue más amargo que las hierbas amargas en Pesaj.

Que el sonido del Shofar no sea de triunfalismo sino de sobrecogimiento, entrega, y unidad.