Apuntes de Elul

Además de todo lo que trae consigo Elul en el Luaj, este año 5784 será único. También esperemos que no se repita: que no volvamos a enfrentar esta coyuntura ni estos dilemas y crisis. Quién sabe. Tal vez 5785 no sea el año del Mashiaj (*), todavía, pero tal vez podamos ver el futuro con más optimismo. Con lo cual queda claro de qué estado de ánimo parto cuando decido compartir estos ‘apuntes’.

Así como el 7Oct tomó desprevenido a Israel y causó estragos, sus consecuencias tomaron desprevenidos al mundo judío global con diferentes, pero siempre graves, consecuencias y manifestaciones según la realidad de cada comunidad. En nuestro caso en Uruguay, hubo dos momentos culminantes de antisemitismo desatado y temor cierto: el 8M y el affaire Spektorovski. Ninguno está superado todavía.

Inquietó a muchos la acción de grupos ‘espontáneos’ y en paralelo a las instituciones tradicionales y formales del Ishuv. Las reacciones de estas últimas se vieron un poco postergadas por la interna política, que no es otra cosa que una interna ideológica. De allí el surgimiento de nuevos fenómenos bajo la forma de ‘instalaciones’ u otros recursos similares.

En contraste, también por fuera de las voces formales, en un tono más pacifista acorde a su ideología, vino el gran shock de los ‘judíos de izquierda’, que monopolizaron para sí, mediante un discurso que borda en lo naif, el horror y el espanto por la escalada antisemita como si el resto de los judíos fuéramos insensibles a la misma.

Ninguno representa al judío uruguayo medio, aunque si la opción fuera binaria, esta comunidad comulgaría más con los primeros que con los segundos. El resto quedaríamos por fuera.

No existe lo binario en la realidad. Es un recurso que hoy ha desembocado en fenómenos como la IA, pero no es útil para entender ciertos fenómenos complejos. Si el lenguaje fuera binario, estaríamos todavía en la etapa de los instintos. El lenguaje binario es el que usamos cuando caemos en el facilismo: O ellos o yo; si no es Netanyahu, ¿quién?; dos Estados para dos pueblos. Con premisas de este tipo nunca llegaremos muy lejos.

Como tristemente comprobamos el 1º de setiembre pasado con los seis rehenes asesinados a sangre fría, el 7Oct vino para quedarse; seguirá ocurriendo.

En lo personal, y no lo oculto (está todo escrito para quien quiera leerlo), lo que ha sucedido en Israel y el mundo judío desde diciembre de 2023 me tiene profundamente afectado.

Es mucho más ‘fácil’ escuchar testimonios (por duros que sean), explicaciones sobre lo sucedido, y pura especulación sobre el futuro, que pensar en las transformaciones y consecuencias de lo que está sucediendo no ya ante nuestros ojos, sino a nosotros mismos. Es mucho más fácil victimizarse que hacerse responsables. Es mucho más fácil depositar nuestra identidad en los antisemitas (para ellos es facilísimo: un judío es un judío) que explorarla nosotros mismos.

Alguien me dijo una vez, a pocos días de Oct7: ‘something is broken; but it’s open-broken’. Que algo se rompió, no cabe duda. ¿Cómo construimos desde la destrucción? La Shoá, que fue el punto culminante de dos mil años de persecución y aislamiento, no supuso el desafío que se nos presenta hoy: no teníamos soberanía. Desde la época rabínica no habíamos enfrentado el desafío de construir un judaísmo para una nueva época. La certeza, y me resisto a pensar lo contrario, es que esta vez, a diferencia del siglo I EC, sí mantendremos nuestra soberanía. La pregunta es a qué precio.

Creo que hay que generar espacios reflexivos, auto-críticos, y muy cuidadosos de evitar el auto-odio judío. Espacios donde judíos de buena fe manifiesten sus preocupaciones y sus miedos, su identificación o su negación, su confusión o su desilusión por un pueblo y un país que no sólo no está actuando siempre a la altura de sus propios estándares, sino que está siendo seriamente amenazado un día sí y otro también.

Debemos hallar la forma en que podamos rescatar los valores ancestrales que nos han sostenido durante milenios para transformarlos en los que nos sostendrán en el milenio que empezó globalmente el 9/11 y se replicó en Oriente Medio el 7Oct. Un referente dijo una vez que hay que hallar un Torá para nuestro tiempo, que sea relevante para judíos como nosotros; ya lo decía mucho antes del 7Oct.

El tejido moral y ético, el normativo, y el vincular (entre nosotros y con el prójimo), están en peligro de desaparecer. Si no le damos espacio a la palabra, desaparecerán. La palabra cura.

Alguien con quien me une un honesto cariño me dijo hace poco que aquí lo único que hacemos es hablar, que allí hay miles de hijos e hijas que se exponen y mueren por la causa. Lo segundo es cierto: Israel cobra un precio muy caro a sus ciudadanos. Pero allí también hablan: desde la demagogia más burda al pensamiento más lúcido. Los judíos somos producto de la palabra, no somos producto de la guerra, mucho menos de la conquista o la ocupación.

En suma: por ser Elul, profundamente dolido por el quiebre en mi relato sionista y judío, en ese orden, y por ver cómo los valores que aprendí de mis padres y abuelos se pierden como los rehenes en la oscuridad de los túneles (por favor, léase como metáfora, los rehenes son ellos), es que insisto con esta postura.

Shaná (Ioter) Tová b’h!

 

(*) parafraseando al Rambam, ‘aunque se demore, espero todos los días su venida…