Antisemitismo Académico

Lic. David Telias especial para TuMeser, 25 de agosto de 2024

El 13 de agosto pasado, en el portal EOM (elordenmundial.com), un sitio muy visitado principalmente por interesados en geopolítica de habla hispana, leí un artículo titulado: “La geopolítica de Israel: historia, conflictos y recursos” del candidato a doctor en Estudios Árabes e Islámicos por la UAM Álvaro de Argüelles (ADA) que,  como pocas veces he visto, recoge todas las falacias posibles sobre cualquiera de las cosas a las que el título del artículo hace referencia, trasluciendo un tremendo prejuicio antisemita por parte del autor. Lo cual está claro que no es extraño en académicos españoles y de otras latitudes, pero no recuerdo haber leído algo tan integral desde ese punto de vista en mucho tiempo.

Tan es así que como no había hecho hasta ahora, me siento en la necesidad de contestarlo, pues uno está lamentablemente acostumbrado a que en relación a Israel y el conflicto en Medio Oriente se manipule la verdad histórica o se interprete desde el prejuicio, pero un artículo por cierto bastante extenso que desde que comienza hasta que termina suma una y otra falacia, se escuda en seudo academicismo de su autor, y se publica en un sitio bien reputado, no puede ser simplemente pasado por alto. En definitiva, por lo menos será una buena oportunidad de repasar algunos conceptos importantes que se deben tener en cuenta cuando de analizar el conflicto árabe israelí se trata.

Empecemos por reconocer un acierto. El copete del artículo dice una verdad. Israel en estos 80 años de existencia se ha transformado en una potencia regional (“la” potencia regional), e Irán ni ningún país de la región tiene la capacidad de destruirlo sin que esto signifique su autodestrucción al mismo tiempo. Es una potencia nuclear, pero más allá de eso tiene probablemente la mejor aviación del mundo y un ejército numéricamente pequeño pero con una capacidad destructiva como probablemente pocos en el concierto de las naciones. Y también es cierto que su alianza absoluta con los EE.UU, principalmente en los últimos 50 años, es un factor clave para esto. No obstante Israel ha llegado a este punto principalmente por mérito y necesidades propias.

La necesidad que le impuso la hostilidad declarada, explicita y ejecutada de sus vecinos, que lo llevaron a enfrentar al menos cuatro guerras abiertas contra todos ellos al mismo tiempo entre 1948 y 1973. Guerras claramente iniciadas por los países árabes desde el punto de vista de la ley internacional y así reconocido por el mundo sensato, aunque ADA lo ponga en duda en su artículo citando fuentes que incluso algunas al leerlas no dicen lo que él pretende que digan.

El mérito de haber construido un Estado que no teniendo recursos naturales sobre los cuales generar su riqueza apostó a la educación y la revolución tecnológica como medio para posicionarse en el concierto de las naciones entre los países más avanzados del mundo, que vende principalmente el que hoy es el producto de exportación más rentable en el comercio mundial, el conocimiento aplicado. Por supuesto que dado su necesidad, en gran medida aplicada a la industria militar, lamentablemente para todas una de las industrias más prósperas del mundo. Pero debe saber ADA que, aún sin la industria militar, Israel ha desarrollado una economía basada en la industria tecnológica lo suficientemente sólida y próspera como para situarlo en el quintil superior de los países más desarrollados del globo. ¿Sabrá que si el famoso BDS hoy se ejerciera sobre los inventos israelíes que se aplican a los teléfonos celulares probablemente estos tendrían la mitad de las aplicaciones que tienen y que la inmensa mayoría del mundo usa sin tener idea quien ni donde se inventaron?

Pero ya en el arranque del artículo el autor comienza a mostrar su ¿ignorancia?, al plantear el sionismo como una simple respuesta al antisemitismo europeo del siglo XIX, ignorando olímpicamente que el sionismo es el movimiento étnico nacional del pueblo judío, y que el antisemitismo es uno de los elementos – no menor, es cierto – que lo constituyó en un sentimiento abiertamente mayoritario en la judería mundial.

No reconocer el sionismo como un movimiento étnico nacional legítimo, a menos que se sea abiertamente antisemita y no se reconozca el derecho a la autodeterminación judía, por ser judía, equivaldría a decir que la enorme mayoría de los Estados europeos no deberían existir, ya que Europa está constituida sobre dos clases de Estados: los étnicos nacionales (por ejemplo Francia, Italia, Alemania) y los multiétnicos (por ejemplo Suiza, Bélgica, España), y entre estos últimos hay a su vez dos clases: aquellos en el que las etnias conviven voluntaria y pacíficamente, o casos como el español, en el que la condición española se ha impuesto por la fuerza a naciones como los vascos o catalanes que claramente en un enrome porcentaje no se auto-reconocen como españoles.

Como lo definen especialistas en el tema como Gellner o Hobsbawm, el caso judío es el único caso exitoso hasta fines del siglo XX de una nación que construye un Estado, y si bien la razones para esto son múltiples, la principal tiene que ver con el fuerte grado de cohesión étnica cultural que, increíblemente aún a pesar de 1900 años de diáspora, los judíos mantuvieron entre ellos y de ellos con la tierra de Israel. Aunque esto sea muy difícil de entender incluso para algunos académicos y no tengamos aquí el espacio suficiente para explicárselo, esa es la verdadera razón por la que existe el sionismo, que fue político en la Época Antigua, cultural y espiritual durante la Edad Media y la Época Moderna, y cultural, espiritual y nuevamente político en la Época Contemporánea. Pero está claro que ADA se salteó varias clases de Historia y sin duda de Historia de los judíos. Sería bueno que la aprendiese un poco para no opinar tan livianamente sobre algunas cosas.

Si algo ha sido factor clave para sostener esa cohesión cultural y espiritual de los judíos a lo largo de 19 siglos de diáspora, fue justamente que nunca estuvieron seguros en ningún lado y no lo están ahora. Sólo por hablar de los últimos 2000 años, una vez derrotados por Roma fueron víctimas del anti-judaísmo cristiano, y mucho antes de que esto dejara de ser así, algunos intelectuales y pseudo científicos europeos inventaron el antisemitismo, que desembocó en Hitler y 6.000.000 de muertos. Los comunistas los trataron de capitalistas y los capitalistas de comunistas, casi como pasa en el artículo de EOM, en el que el autor pone a Israel como un brazo del imperialismo capitalista británico del siglo XIX, y el interés de la corona británica de sacarse de encima a los judíos ingleses por ser el alma creadora del movimiento obrero de Inglaterra.

Podría en este punto citar el aumento constante del antisemitismo en todo occidente según las distintas ONG que se ocupan de ello, y ni que hablar el salto que ha dado en este último año. Claro que me responderán que eso es “anti-sionismo” y no “antisemitismo”, pero ya he explicado arriba de una forma quizás algo sutil que ser antisionista es ser antisemita, pero si eso no alcanza, sería bueno que alguien explique qué tan seguros están los judíos en EEUU cuando solo entre 2018 y 2022 hubo al menos seis atentados antisemitas en ese país cometidos por ultraderechistas. Si sumamos los atentados e incidentes antisemitas ocurridos en ese mismo período o en otro en Europa y América Latina la lista sería por cierto muy larga, pero parece que los judíos viven sumamente seguros y ya la existencia de Israel no es necesaria porque ya no habrá nunca otra Shoá. Otra afirmación sin fundamento alguno como las tantas del artículo.

Lo cierto es que los británicos nunca terminaron de resolver el problema judío en Palestina, y jamás proclamaron un Estado judío, apenas la declaración Balfour de 1917 que reconoce el derecho de los judíos a un “Hogar Nacional en Palestina”, y que sin duda con mucha habilidad el movimiento sionista tomó como el reconocimiento de la primera potencia mundial de la época a su carácter de Nación y por ende al derecho a tener su Estado como todas las naciones del mundo, pues así se entendía en la mayoría del mundo moderno. Y esto se reflejó en la votación de las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947. Es cierto que sentían que se lo debían luego de la Shoá, pero es mucho más cierto que no hubiese podido ser – e incluso a los propios norteamericanos les quedaba todavía la duda de que pudiese ser – si los judíos no hubiesen estado fuertemente cohesionados cultural, espiritual y políticamente.

Pero como si eso fuera poco, el siguiente error histórico de ADA tiene que ver con la Guerra de Independencia que los ahora israelíes debieron luchar contra los países árabes vecinos para lograr su sobrevivencia y que en definitiva legitimó por derecho conquistado y no otorgado por terceros, el derecho de Israel a existir.

Coincidimos, aunque él no lo quiera decir explícitamente y lo matice, que la guerra fue producto de la negativa del mundo árabe a aceptar el plan de partición, desconociendo una resolución tomada democráticamente por la Asamblea General de las Naciones Unidas que los mismos árabes integraban, en una clara demostración de su nulo apego a las reglas aun siendo conscientes que forman parte del sistema. Reglas internacionales a las que sí pretenden someter a Israel cuando pueden torcerlas a su favor.

En síntesis, el artículo no escapa a la visión ideologizada que plantea al sionismo como un brazo ejecutor de imperialismo occidental en Medio Oriente, sin tener en cuenta los procesos políticos, sociales y culturales de una región que tiene una historia propia más allá de la injerencia extranjera, tanto para judíos como para árabes, y que en el siglo XX pasó por la construcción de movimientos nacionalistas unificadores, como el sionismo – el primero que apareció en la región – el arabismo – que se inspiró en gran medida en el sionismo – e incluso el islamismo – que derrotó al arabismo y pretende sentenciar a muerte cualquier posibilidad de convivencia pacífica entre palestinos e israelíes, así como entre musulmanes y cualquier otro credo religioso que tenga o haya tenido cabida en la región – .

Pero la peor muestra del antisemitismo del autor en el artículo se desliza casi como desapercibidamente, cuando al pasar afirma que aún desde antes de la guerra de independencia había por parte del movimiento sionista una intención de “limpieza étnica” de los árabes, y lo mezcla con los famosos 750.000 refugiados árabes palestinos que esa guerra generó.

Es una afirmación temeraria, que para hacerla de esa forma debería tener alguna prueba y bien sabe que no la tiene.

Es cierto que en el marco de dicha guerra quizás entre 100.000 y 150.000 árabes fueron corridos de sus hogares por las fuerzas israelíes, y que en la circunstancia planteada por propia guerra el liderazgo sionista vio la oportunidad de ampliar algún kilómetro cuadrado su frontera o tomar algún terreno que dada la negativa de los árabes a su existencia se podía transformar en importante para su defensa futura. Pero eso no tiene nada que ver con una limpieza étnica ni nada que se aproxime a eso. Es guerra, una guerra provocada por los que decían defender los intereses de las que terminaron siendo las principales víctimas.

Tengamos en cuenta que en el territorio del mandato británico de Palestina vivían para 1948 aproximadamente 1.200.000 árabes. Aceptando como válido que 750.000 dejaron de vivir en el territorio del Estado de Israel durante 1948 – 1949, y que hoy en ese mismo territorio viven casi 2.500.000 de árabes con ciudadanía israelí, con plenos derechos como tales y con un nivel de ingreso per cápita, un nivel de educación y el goce de una libertad por mucho superior a la media de los árabes en el resto del mundo, hablar de intento de limpieza étnica parece una broma de muy mal gusto solo propio de quien quiere deslegitimar a Israel y no analizar un conflicto super complejo y de responsabilidades múltiples con la seriedad que merece.

El problema esencial, del que el autor del artículo en cuestión es apenas un representante, es que gran parte de la academia europea, además de arrastrar los resabios del antiguo antisemitismo étnico nacionalista nacido en el siglo XIX, no ha podido superar nunca lo que Edward Said llamó “Orientalismo”, esa forma paternalista y sobreprotectora de ver el Medio Oriente que justificaba la dominación por parte de la cultura desarrollada frente al islam primitivo.

Hoy, en la época de la relatividad cultural, del wokismo ignorante, los europeos ven cualquier movimiento islamista como fruto de una reacción liberadora de los pueblos oprimidos que no terminan de romper las cadenas con las que occidente les dominó desde fines del siglo XIX y que los han condenado a la pobreza y la explotación internacional. Así equiparan a Hamás o Hizbolá con las viejas guerrillas marxistas de los sesenta, y le dan estatus de representatividad política como si estos grupos realmente representasen los mejores intereses del mundo árabe islámico.

Claro que es obvio que Israel prueba sus inventos tecnológicos aplicados a la industria militar en sus enfrentamientos con Hamás. El principal de todos la “cúpula de hierro”, el más sofisticado invento de defensa militar que seguramente se haya inventado y que salva constantemente miles de vidas israelíes de los ataques con cohetes y misiles que son lanzados por Hamás, la Yihad Islámica y otros grupos terroristas que existen y operan en Gaza libremente cuando de atacar a la población civil israelí se trata. Es que para eso básicamente los creó. Y si venderlos le permite obtener los ingresos para poder seguir produciendo tecnología que ponga a su población a salvo y que le genere al país y a su gente un mejor nivel de vida, ¿entonces qué se debería esperar que hiciese un país que desde que se independizó ha vivido amenazado por todos sus vecinos?

Acá también ADA demuestra no poder salir del típico análisis académico ideologizado. Cuando se le exige a Israel una conducta ética y moral que no se le exige a ningún otro país del mundo, o que en otros es tomada como algo lógico, propio de una especie de relativismo cultural sumamente estúpido. Si el régimen de Al Assad elimina 3000 palestinos de los campos de refugiados en Siria porque se la han transformado en opositores políticos y los entierra en fosas comunes a nadie se le mueve un pelo. Pero si Israel invade Gaza porque miles de terroristas de Hamás y de otros tantos grupos terroristas palestinos cruzaron la frontera, entraron en los kibutzim y moshavim del sur y violaron, torturaron y asesinaron a más de 1200 civiles, hombres, mujeres, ancianos y niños y secuestraron a otras 250 personas; entonces Israel debe medir sus acciones dentro de una “proporcionalidad justa”.

O, más propio a lo que ADA se refiere, parece que si Irán le proporciona drones de ataque a Rusia para su guerra con Ucrania es algo normal, pero si Israel le vende drones, tanques o lo que sea a cualquier otro país del mundo es una inmoralidad porque antes probó su eficacia repeliendo los ataques de Hamás.

La guerra que vivimos desde el 8 de octubre de 2023 es eso. Israel no pudo evitar la muerte de miles de civiles el 7 de octubre, y como es lógico en el mundo en el que todos vivimos, no puede hacer menos que llevar adelante una operación militar que le asegure que algo así no le va a volver a pasar. Ya su población no se siente segura con la cúpula de hierro y exige a su gobierno garantía de que la puede proteger de quienes quieren asesinarla.

Mientras que también hasta que ocurrió lo del 7/10, los sofisticados drones le permitieron responder a esos ataques de forma selectiva, casi quirúrgica y sin daños colaterales. Pues la cúpula de hierro es muy efectiva pero muy costosa y es importante eliminar los puntos desde los que son lanzados permanentemente los cohetes y misiles hacia territorio israelí.

En síntesis, si lo árabes hubiesen aceptado la resolución 181 de ONU, hubiesen creado el Estado Árabe en Palestina que la misma estipulaba, y hubiesen estado dispuestos a convivir con Israel, no sabemos ni sabremos nunca cómo hubiese sido, pero sí que seguramente la situación no sería la que es ni para árabes ni para israelíes.

La guerra en Gaza que ocurre actualmente, así como lo que está pasando en el norte de Israel y el Sur del Líbano va a terminar en algún momento, lamentablemente no sin la pérdida de una gran cantidad de vidas y una tremenda destrucción de infraestructura. Lo iniciado por Hamás el 7 de octubre de 2023 marca un mojón sumamente significativo en el desarrollo de un largo conflicto de más de 80 años. Como lo ocurrido en 1948 (Guerra de Independencia), 1967 (Guerra de los Seis Días), 1979 (Acuerdo de Paz con Egipto), 1991 – 2000 (fracasados acuerdos de Madrid, Oslo y Camp David) y 2005 (desconexión unilateral de Israel de la franja de Gaza).

En lo personal y más allá del dolor de las muertes que va a provocar, quiero ser optimista. En algún momento el triunfo militar de Israel será tan evidente que incluso el propio Netanyahu deberá reconocerlo y empezar el camino de la reconstrucción de un orden regional nuevo. Con un Israel que ya no esté amenazado en su existencia y un mundo árabe dispuesto a convivir en buenos términos con él, como comenzaron a mostrarlos los Acuerdos de Abraham y el avance de las relaciones entre Israel y Arabia Saudita congeladas, aunque no del todo, por esta guerra. Irán está sumamente debilitado. Rusia, su principal aliado, se está desgastando mucho más de la cuenta en una ya muy larga guerra con Ucrania, por lo que a los persas ya no le queda más apoyo que el de una pragmática China a la que casi exclusivamente le importa los intereses comerciales, y sabe que la situación de conflicto bélico generalizado no es favorable para eso.

Cuando llegue ese momento, las llaves para abrir las puertas al nuevo mundo estarán en manos de Israel. Si bien es cierto que en estos meses las fuerzas de la derecha religiosa y belicista israelí ha ganado demasiado terreno, tengo la esperanza de que esta guerra no dure tanto como para que eso sea irreversible, y que en su hasta ahora salvada democracia  – la fuerza popular y la propia guerra lograron frenar el avance autoritario que las reformas de Netanyahu y principalmente sus aliados querían llevar a cabo durante su gobierno – prevalezca la enorme mayoría de los israelíes que quieren vivir en paz, y realizar el sueño sionista de un Estado judío y democrático en Israel.