9 de Av, 5784

El pasado Kabalat Shabat el rabino de la NCI de Montevideo, Daniel Dolinsky, enseñó que en vísperas de TishaBeAv leemos la expresión Eijá en tres oportunidades: en la lectura de la Torá en Devarim, Deuteronomio 1:12; en la lectura de la Haftará en Isaías 1:21; y en el libro de la Biblia que leemos en la feche, Eijá (Lamentaciones 1:1). Este año 5784 podemos sumar un Eijá adicional: Kinat Be’eri, de Iaguel Harush. Este sería el orden cronológico:

  • Moshé pregunta ¿cómo cargaré yo sólo con vuestros conflictos y diferencias?
  • Isaías pregunta ¿cómo se prostituyó la ciudad en la que moraban justicia y rectitud?
  • El profeta (¿Jeremías?) pregunta ¿cómo yace sola la ciudad otrora multitudinaria?
  • Harush se pregunta: ¿cómo mi manantial (be’eri) se convirtió en mi tumba?

Son muy obvias las asociaciones que podemos hacer entre las citas bíblicas y la actualidad. Es explícita la metáfora de Harush en relación al kibutz Be’eri (en español: mi manantial, mi fuente de vida). Todas ellas son especialmente conmovedoras y sensibilizadoras cuando las leemos juntas, cuando hacemos un corte sincrónico ya no sólo a la Biblia sino a toda la historia de Israel. Como hemos dicho desde el principio, esto es historia judía y nos está sucediendo a nosotros.

Éste 9 de Av.

En esos cuatro planteos están expresada no sólo nuestra naturaleza sino nuestro destino. Moshé se plantea el problema de las divisiones que por un lado cargaremos toda nuestra historia pero al mismo tiempo nos define. Isaías se plantea la decadencia de los valores sobre los cuales estamos llamados a construir una sociedad ejemplar. Ante la tragedia nacional que nos sobreviene, el profeta llora por la dispersión, expresada en la ciudad abandonada. Dos milenios más tarde, la sensibilidad no ha cambiado: nuestro manantial de vida se vuelve nuestra tumba.

Estuve escuchando un rato la radio del ejército israelí cuando allí ya estaba comenzando el ayuno. Auriculares mediante, y con los ojos cerrados, pude sentir el agobio que seguramente sienten la mayoría de los israelíes. Por un momento pude entender porque tantos israelíes porfían en seguir sus vidas normalmente: celebrar, viajar, sociabilizar. El número de los días en cautiverio y el número de los rehenes se repiten como un mantra.

Este año el 9 de Av se instaló ya en Simjat Torá, y no cesa.

La fecha del 9 de Av ha acumulado a lo largo de los siglos las mayores tragedias y pérdidas del pueblo judío, comenzando por la destrucción de los dos templos de Jerusalém y hasta la destrucción de la AMIA en Buenos Aires. Este año suma la tragedia del 7 de octubre. Este año la dimensión trágica de nuestra existencia, esa que obstinadamente rechazamos eligiendo la vida (Am Israel Jai), no nos da tregua.

Éste Tisha BeAv nos recuerda que el precio de nuestra elección es alto.

Si volvemos a repasar los cuatro Eijá que citamos, creo que al tiempo que nos sabemos más solos que nunca, al tiempo que enterramos hijos casi cada día, también perseveramos en vivir por esos valores por los que se lamentaron Moshé e Ishaiahu: unión, justicia, y rectitud.

En mis años de vida nunca el desafío había sido tan grande.