Días Difíciles
del blog en Hebreo «Blogiada» de Ada K. 14 de agosto de 2023
Creo que Charles Dickens tiene un libro con este título, «Días difíciles». Ya no recuerdo de qué dificultades trata allí. También me parece que en “Mi Querido Mijael” de Amos Oz se repiten las palabras ‘días difíciles y difíciles los días’. O tal vez era ‘semejantes e iguales’.
Sea como sea, realmente son días difíciles, en eso casi no hay discusión. Y no se trata solo del clima opresivo y el aullido de la humedad y las especulaciones sobre que «esto es solo el comienzo» de la «era del hervor» (el incendio amenazador en Hawái por ejemplo). Aunque las temperaturas en la ciudad son oficialmente la misma todo el tiempo (32 C), incluso cuando anuncian una «ola de calor extremo» y prometen «un alivio significativo». Así que no estoy realmente segura de lo qué están hablando. Por otro lado, desde el “sisu besimju”, «festejen y regocíjense», que hicieron aquí en Israel durante la época del coronavirus (no, no voy a empezar con eso otra vez), ya he aprendido a no atribuir demasiada importancia a la fuente inagotable de titulares de los medios de comunicación.
Por supuesto, no faltan otros problemas. En primer lugar, «La Situación». Conozco a bastantes personas que están chequeando sus pasaportes extranjeros en estos días. Esto me perturba un poco, pero evito discutirlo. A mí, a mi edad, ya no me esperan en ningún lugar. Este es mi hogar; incluso si el hogar es una catástrofe y el clima es horrible y la coalición está desordenada a niveles sin precedentes. Parece que estoy muy unida a esta comarca. Hemos pasado mucho aquí, y no puedo vivir en un lugar donde no entiendo los chistes. Además, ir a suplicarle a ese país que en su momento expulsó a mis padres de todas las oficinas para que ahora me dé su pasaporte, para que pueda beneficiarme con un pasaporte europeo, excede mi sentido del honor. Qué hacer, así soy yo (agregando con precaución excesiva… al menos por ahora).
Me dicen que no entiendo, y me presentan La Prueba irrefutable («nuestros abuelos tampoco entendieron ni pensaron que sería tan malo y no huyeron de Europa a tiempo»). Frente a pruebas irrefutables de este tipo, todas mis argumentaciones se cierran, no soy buena discutiendo sobre temas de la Shoá. Intenta demostrar ahora que no es lo mismo, y por ahí, quién sabe si efectivamente no me asiste la razón. No sé leer el futuro, nunca lo supe, que voy a hacer, tengo un retardo raro como ese. Nobleza obliga, admito que de todos modos estoy bastante segura de que aquí las cosas van a empeorar.
No entiendo cómo la gente puede considerar tan fácilmente renunciar a un logro por el que trabajaron tanto y tan arduamente para obtenerlo: un estado para los judíos. Vivieron allí incluso bajo el dominio otomano, y ciertamente no fue divertido, y aun así no renunciaron. Además, si mis padres lo supieran, estarían revolviéndose en sus tumbas. Las palabras de mi madre resuenan en mi cabeza todo el tiempo: ‘Tú no sabes, no puedes imaginar, cómo es vivir entre otras naciones. No puedes apreciar la diferencia de vivir en nuestro estado’. No lo he olvidado.
En fin, nu, veremos. Mientras tanto, puedes embriagarte con las inquietantes noticias sobre chicas a las que no se les permite viajar en autobús porque llevan blusa y pantalones cortos. ¿En agosto? Es un estado judío, se les explica con gran indignación. Como si el judaísmo, un asunto filosófico complejo en sí mismo, dependiera de la moda. Me pregunto qué pasaría si alguien se atreviera a comentar sobre lo que yo llevo puesto. ¿Me derrumbaría, huiría, me ofendería o me enojaría? Porque cuando yo (y mi otro yo) nos enojamos, Dios os libre de ambas. Pero es difícil predecir de antemano lo que haría. Tal vez me quedaría en silencio.
(Ada K. añade que no se opone a la segregación en los autobuses, siempre y cuando los hombres sean los que se sienten al final. Y que los cubran con mantas en agosto, cuando el aire acondicionado esté funcionando. Alguien intentará esto una vez, y luego cerrarán sus bocas por mucho tiempo, tal vez).
A propósito de cerrar bocas: nuestro perpetuo primer ministro nos informa de vez en cuando con su voz autoritaria y persuasiva que «ha instruido» a los funcionarios X e Y a hacer esto y aquello. Me pregunto cuándo instruirá finalmente a su gabinete a cerrar sus bocas de vez en cuando. No, en serio, porque lo que sale de esas bocas ya no se puede soportar.
No es que otras bocas (y teclados) sean especialmente buenos. Recientemente, me preguntaba, por ejemplo, sobre los inteligentes cibernautas de la oposición a la Reforma que hicieron todo lo posible para dañar, mediante sus teclados, la calificación del hotel en Neve Ativ donde se hospedó Netanyahu. Supongo que realmente creen que un dueño de un negocio no sabrá cómo rechazar a alguien que se opone a él política/religiosa/ideológicamente; ya hubo suficientes discusiones al respecto, no seré redundante. Pero cuando se trata de Netanyahu, parece que las reglas cambian. Esto se llama «regla personal».
Bueno, que así sea. Al final del día, el hotel probablemente ganará con toda la conmoción. Como nuestros Sabios de Bendita Memoria (Jazalenu) dijeron, no importa lo que hablen sobre ti, lo importante es que hablen.
Así que un poco más de letra para verter aquí más de mi amargura (hace mucho que no escribo ni me quejo, y ya me está faltando): ahora estoy leyendo «Las Anarquistas» (un título llamativo) de Michal Ben-Naftali. El tema me interesa pero el estilo me exaspera: intermedios largos como una diáspora y todo tipo de reflexiones que me obligan a retroceder para ubicarme en quién se enfrenta a quién. Leí hace mucho “El Maestro” de la misma autora y buscando en mi blog comprobé que ya entonces me quejé de lo mismo.
Por lo menos soy coherente. Me quejo todo el tiempo de las mismas cosas. Pero en mi defensa debe decirse que los días son realmente difíciles.
Traducción: Ianai Silberstein