Otras conversaciones
Es evidente que, desde que estoy en Israel, he escrito poco y nada: mi última editorial data del 20 de junio. Incluso en mis editoriales anteriores he tenido que cuidarme en no repetirme. Porque en definitiva, y tal como son las comunicaciones hoy, es muy poco lo que no sabemos. El matiz, y es sólo eso, un matiz, es que en lo presencial tal vez escuchemos voces aisladas que escapan nuestro algoritmo personal, ese que nos hace escuchar y por lo tanto decir ad infinitum sólo aquellas ideas con las que comulgamos.
Se me ocurren entonces dos recursos interesantes para evitar la monotonía: uno es mirar el asunto desde el punto de vista de “otros”, próximos prójimos, cuya vivencia de Israel es diferente a la nuestra; la otra es acudir a la sensibilidad y la subjetividad de la poesía de modo de ahondar en los sentimientos más que en los hechos. Empecemos por la primera propuesta.
Asistimos, como hace ya muchos años, al Seminario para Líderes Comunitarios del Shalom Hartman Institute (SHI) en Jerusalém. Su público es exclusivamente norteamericano pero somos unos pocos “extranjeros” que nos aventuramos en esas aguas para intentar rescatar nuevas ideas y renovar el discurso de la comarca, lo que siempre he llamado “la conversación judía”. No se trata sólo de saber inglés, requisito indispensable y excluyente, sino de conocer, entender, o al menos intuir al judío de los EEUU, en especial en su versión liberal.
Casi al final de la intensa semana el académico Ranni Jaegger comentó en el marco de un panel: “no sé si ustedes tienen claro la gravedad de lo que está sucediendo aquí”, en referencia a todo lo mucho y complejo que está atravesando Israel en estos meses. Estuve a punto de decir bien claro, aunque no era el contexto entre casi doscientos participantes, que por supuesto que está claro; meridianamente claro. Lo que sucede es que ninguno de los asistentes lee TuMeser y no podían saberlo, pero sobre todo su mirada sobre Israel es otra. Su concepción de “sionismo” no es la nuestra.
Hace ya diez años Yehuda Kurtzer, actual codirector del SHI con Donniel Hartman, dijo en un panel: “Israel ha sido un proyecto interesante de observar”; desde una torre de marfil en Manhattan, me dije yo. El año pasado el mismo Kurtzer, cuyas credenciales intelectuales son incuestionables, habló acerca de “por qué Israel” proponiéndolo como una “idea” o “ideal”.
Han pasado diez años pero la distancia entre él y el Estado Judío como realidad cotidiana sigue siendo abismal. En una sociedad como la de la isla de Manhattan y sus zonas de influencia o la Bahía de San Francisco y las suyas la convivencia entre “tribus” es un buen ejercicio teórico pero difícilmente amenace tu calidad de vida. Mucho menos la capacidad del país de recaudar impuestos o crecer económicamente. Menos aún su seguridad existencial.
Los judíos reformistas de los EEUU, en aras de relativizar la práctica judía, se han refugiado en el concepto de “tikún olam” o justicia social. Abrazan todas las causas de este tipo. Difícilmente puedan captar la gravedad y complejidad de la interna israelí cuando ellos siguen obsesionados con el “problema palestino”, cuyo peso ponen sobre Israel y no sobre las autoridades palestinas. El problema moral de La Ocupación (comparto que lo es) hace que vean Israel en blanco y negro.
Tomemos en cuenta que estos ciudadanos estadounidenses son sionistas. No son votantes de Bernie Sanders, AOC, o seguidores de Peter Beinart y su obsesión de un Estado binacional. Estos son los ciudadanos que velan por sus hijos en los campus, el BDS, y el antisemitismo desatado en los EEUU. Juegan en nuestro equipo. Pero el juego es otro. Por lo tanto, y más si Israel es una idea o “ideal”, la crítica es mucho más fácil más que la admiración. Seguramente lo que Jaegger percibía cuando hizo esa pregunta (retórica por cierto) es hasta qué punto la dimensión judía, y no el destino del pueblo palestino, es lo que está en riesgo. Porque en definitiva el mundo está hace tiempo alineado detrás de la causa palestina y desalineado de la sionista.
En un mundo vasto y ajeno donde los grupos jaredim tienen su vida propia, obedecen al Estado porque este no es judío, y donde la eventual convivencia es poco probable, lo que está sucediendo en la sociedad israelí, las mutuas amenazas, el cambio del relato común, cómo sea que lo denominemos, no son temas centrales para mis compañeros de banco. Ellos volverán a casa e Israel seguirá siendo un lugar de vacaciones, inversión, espiritualidad, y estudio. Pero jamás será “home”.
De alguna manera, y en términos muy generales, todos los judíos latinoamericanos, sionistas o no, tenemos respecto de Israel una noción de hogar, no de idea o ideal. Nuestro Sionismo ha impuesto, hasta no hace tanto, una suerte de tabú respecto de criticar a nuestra madre patria; ni hablemos de defender la causa palestina o revisar la historia sionista en aras de presentar como mentiras alevosas lo que fue consecuencia de hechos históricos. Para ellos, los estadounidenses, Israel ha sido un Estado triunfal (1967, Start-Up Nation) devenido triunfalista. Para ellos, los únicos con derecho a ser triunfalistas son los EEUU.
Repito: los “americanos” que se auto-convocan en Jerusalém una vez al año quieren estudiar, saber, y entender. Sus preguntas delatan su ideología, pero sus acciones demuestran sus aspiraciones. Acaso a nosotros nos falte, que a ellos les sobra, el espíritu crítico del estudio y una cierta distancia crítica de los hechos históricos y políticos. Tal vez nosotros nos tomemos tan a pecho y con tanto dolor e incertidumbre la situación actual porque Israel no es una idea, es lo que nos enseñaron a ser. Hay judíos críticos entre nosotros, pero aun estos no dudan jamás que la Historia debe ser contada desde este lado; de lo contrario, no la estaríamos siquiera discutiendo.