Dolores de Parto

Esta mañana he tratado de saber, una vez más, a esta enorme distancia, cómo ha amanecido Israel. Si Netanyahu había desactivado la bomba que parecía estar por explotar en cualquier momento, aunque nadie sabía cómo ni dónde. Por lo que leo y por lo que no leo, la tardía decisión del “mago” logró el efecto deseado; más aun considerando que Pesaj está a una semana, con todo lo que eso implica.

Si se me permite, usaré un mito griego en medio de nuestra festividad más mítica, un mito foráneo que ilustra lo que seguramente muchos sentimos anoche cuando escuchamos el discurso de Bibi: la montaña parió un ratón (véase “El Parto de los Montes” de Esopo). En lo personal, lo que yo esperaba, y seguiré esperando aunque no está en mis manos, es que caiga el Gobierno; cualquier otra solución se reduce a la imagen de un roedor escurridizo y tenaz.

Mi lectura es que una vez más Netanyahu dejó “parados” (en términos futbolísticos) tanto a su oposición (Gantz, Lapid, y el resto) como al Presidente Herzog; a este último casi en el ridículo: lo que él propuso hace dos semanas sucede ahora, en el timing de Bibi y su coalición. Más aún, para que esto suceda (que se detenga la legislación sobre el Poder Judicial), Israel toda paga precios de alta sensibilidad: a Ben-Gvir se le concede su fuerza de seguridad propia e independiente y en los hospitales no podrá entrar jametz durante Pesaj; un asunto aparentemente insignificante pero fuertemente simbólico de lo que está en juego.

Durante toda esta crisis, y en especial cuando los israelíes han salido a las calles en franco aumento en número y locaciones, he sostenido que el problema excede la dimensión política. El ratón que parieron los montes ayer en Israel no cambiará nada. Ahora necesitamos el mito hebreo: que se partan las aguas, que atravesemos el mar, y que emerjamos del otro lado. libres y dispuestos a pactar, una vez más.

En mi anterior editorial usé la expresión “guerra civil” para nominar lo que ha estado sucediendo en Israel, la escalada de manifestaciones, represiones, algún atentado oportunista, y toda la situación de violencia social. El uso de esa categoría tan negativa para el conflicto interno israelí generó alguna reacción en redes, negándola, como si todavía pudiera ganarnos el espanto. Reconozco que mi uso de la expresión es más retórico que periodístico y que bordea la hipérbole. Que lo sucedido no quede en el mero plano político, porque es mucho más que eso.

Si Micah Goodman usó el término en inglés “a pregnant moment” en relación a la coyuntura constitucional como forma de ilustrar la incertidumbre ante la cual Israel y el pueblo judío se enfrentan, permítanme extenderlo a una metáfora existencial. La criatura que nazca después de este Pesaj 5783, el pueblo que emerja del otro lado del mar, será el que seremos por mucho tiempo, el que nos acoja o nos expulse. El pueblo que emergió después de la destrucción del 2º Templo nos define hasta nuestros días. El que surgió del Sionismo tiene escasos ciento veinte años; todavía estamos procesando qué y quiénes somos.

Usando el término de Gadi Bar-Zion, a quien también hemos escuchado y citado junto a Micah Goodman (https://tumeser.com/2023/03/08/analisis-de-terceros/), lo que está en juego es el relato judío común y la naturaleza de lo que muchos llaman el “3er Templo”. Las “batallas” (en términos figurativos, no se me tome al pie de la letra) no son sólo por la Suprema Corte de Justicia, son por los ideales que ella ha cuidado hasta ahora.

Cuando insisto en que el asunto no es meramente político (aunque se resolverá únicamente por medios políticos: elecciones, votos, Kneset, Gobierno, y así sucesivamente) estoy diciendo que excede una coyuntura puntual. Digo que se precisan liderazgos que conozcan el rumbo, liderazgos imperfectos pero ideológicamente coherentes y jugados a una causa. Liderazgos de tipo mosaico, no liderazgo oportunista tipo Koraj. Porque si la tierra se abriera hoy se tragaría, a diferencia del relato bíblico, no sólo a los Koraj y los suyos (quiénes quiera que sean según dónde cada uno esté parado), sino que nos tragará a todos en un abismo del cual no habrá regreso.

Cuando terminamos de leer la Hagadá de Pesaj decimos: “el año próximo en Ierushalaim”. Que Jerusalém sea mucho más que su geografía e historia; que sea el ideal de superación, el ascenso, la superación, y la esperanza (aliá) permanente, la peregrinación desde la llanura costera en pos de una tierra que nutra a todos sus habitantes. Como está escrito.