Java y La Bandera
Desde que comenzaron las manifestaciones en protesta por la reforma judicial (la punta del iceberg) en Israel hay dos fenómenos que crecen simultáneamente: por un lado, la cantidad de gente y la extensión del fenómeno; y por otro la recuperación de un símbolo como la bandera de Israel, que había sido apropiada por manifestantes del campo nacional religioso. El fenómeno ha sido largamente mencionado y lo merece, no es un hecho menor en la actual coyuntura.
Solemos ver imágenes con cientos o miles de banderas. Hoy quiero referirme a lo opuesto: una persona y su bandera, sola. La fuerza simbólica de la foto es excepcional: la retratada es nada menos que la cantante “nacional” Java Alberstein. Con más de cincuenta años llenando el éter con su voz, tal vez hoy más en los márgenes cultos de la cultura israelí, Java ha sido siempre un símbolo. Inequívocamente de izquierda (en términos israelíes), pacifista, profundamente sionista, y orgullosamente ashkenazí: su carrera comenzó cantando en idish.
Sobre todo, ha sido la voz del amor por la tierra de Israel poniendo su voz a disposición de poetas y compositores legendarios de Israel. Java y su bandera activaron mi noción de intertextualidad. ¿Cuántas canciones guarda la “pequeña cantante”, como ella mismo se denominó? Su canción ha sido siempre discurso, reflexión, humor, dulce ironía, comprensiva resignación, realista esperanza.
No por nada sigue subiendo a los escenarios en todo Israel a sus setenta y seis años, como si hubiera dejado el delantal en casa y viniera para cantarnos a cada uno de nosotros. No canta en grandes estadios, sus conciertos convocan por centenares, pero son de una intimidad que cada año se vuelve más emotiva.
Cuando la vi en vivo por primera vez en la Universidad de Tel-Aviv en 1977 era “Java y la Guitarra”; ahora vi a Java y La Bandera. Las fotos no cantan, pero cantó para mí en esa foto. Hoy quiero compartir algunas de las canciones que podría elegir para cantar en este momento tan particular de nuestro Estado de Israel.
Ya en 1972 cantaba la versión hebrea de “Ma Liberté” de Moustaki; hoy, cuarenta años después, el tema es excluyente. Al mismo tiempo, dos de sus grandes éxitos ya eran clásicos de la radio israelí: “Canciones de mi Tierra Amada”, poema de Lea Goldberg, y “Mirdaf” (Persecusión), del brillante Yaron London: “una tierra que persigue su historia dos mil páginas y una página más” dice. En 1973 cantó “Lu Iehi” de Noemí Shemer, el himno que siguió a la Guerra de Iom Kipur: “todo lo que pidamos, ojalá sea”; menos sofisticada que “Jerusalém de Oro”, la canción cumplió la misma función catártica aunque sin el nivel de aquella. ¿Hubiera cantado Java “Jerusalém de Oro”? Creo que no. En vísperas del nuevo milenio rescató las baladas y cantó “Hablaré contigo” de Rajel Shapira: “en las horas que tus pesadillas persiguen tus sueños, hablaré contigo”.
Hay mucho de pesadilla en todo lo que está sucediendo en Israel estas semanas y meses, y tal vez la solución sea que los sueños vuelvan a perseguir nuestras peores pesadillas, como ya sucedió: el heroísmo y el Sionismo persiguieron a la Shoá, la resiliencia y la estrategia militar persiguieron la amenaza de extinción, y la economía y la tecnología redujeron la precariedad de un país a su más mínima expresión. Es hora de minimizar la pesadilla dogmática y populista, prepotente y chauvinista, en aras de sueños judíos y humanistas.
Java Alberstein ha sabido conjugar el judaísmo y sionismo que la nutrió desde la cuna con el humanismo que adoptó como mujer israelí adulta. Ella y su guitarra, nunca precisó mucho más; ahora ella y su bandera, como su vecina de puerta y tantos millones de israelíes. Se precisa un poco más, pero por ahí han empezado. Seguiremos expectantes.