El Nuevo Desafío Sionista
Han pasado cuatro meses desde las últimas elecciones en Israel y recién ahora se está aquilatando la magnitud del desastre.
La rutina de Israel sigue su curso: los atentados, los misiles, la economía, la vida cotidiana del israelí de a pie; algunos creyeron en sacudir Israel hasta sus raíces y transformarla, ante la mirada distraída de Netanyahu, en una teocracia de corte fascista. No sucedió.
El décimo sábado consecutivo de manifestaciones ha demostrado que estas crecen y se extienden por todo el territorio, en todos los estratos sociales, por encima de todas las banderas políticas. Ya nadie tiene nada que perder, excepto los sesenta y cuatro parlamentarios aferrados a sus asientos. Todos se han dado cuenta que la lucha no es política sino existencial.
Cabe preguntarse por qué llevó tanto tiempo que la opinión pública local, ingenua y panfletariamente sionista, asumiera la dimensión de lo que está ocurriendo en la tierra de nuestros ideales. Los incondicionales defensores de Netanyahu, cultores de un discurso persecutorio, defendieron a su líder y se escudaron en su vieja sagacidad política: él no dejaría que la sangre llegue al río.
La sangre, sin embargo, llegó. No sólo en forma de atentados, que existen gobierne quien gobierne Israel, sino en la forma de justicia por mano propia. Ahora también en un atentado en Dizengoff y Ben-Gurión, que es como decir Pagola y Berro por la noche en Montevideo. No fue en algún barrio marginal de Jerusalém o en algún camino de los territorios en disputa; fue en el centro neurálgico civil y jóven del país.
No me congratulo, más bien me tortura, saber que, cuatro meses atrás, apenas supimos el resultado electoral, entré en un duelo profundo ante la magnitud de lo que había sucedido. Algunos de mis lectores cuestionaron, “en una buena”, mi obsesión y obstinación con el tema. Pasado un tiempo prudencial, escuchando un podcast de mis referentes Donniel Hartman y Yossi Klein-Halevi, me obligué a dejar el duelo y pasar a una actitud de expectativa y opciones.
Quien quiera repasar este portal TuMeser desde el 3 de noviembre de 2022 verá que no exageramos; son varias nuestras editoriales respecto al asunto, contrastando con el silencio generalizado en los medios que manejan la opinión pública local. Un atentado y otro desviaban la atención del sistemático atentado gubernamental al regimen democrático israelí. Nadie parecía reaccionar en forma pública; era cuestión de esperar, y al final, sucedió.
El zoom bajo la forma de entrevista en Semanario Hebreo Jai por parte de Jana Beris a la jurista israelí (nacida en Uruguay) Suzie Navot empezó a poner las cosas en su justa perspectiva. La entrevista es todo lo objetiva que Jana siempre sabe ser; las respuestas de la Dra. Navot son contundentes e inequívocas. Creo que cualquiera que la haya leído o escuchado debe reconocer que por primera vez los hechos y sus consecuencias estaban expresadas claramente en un excelente español por una autoridad indiscutida. Fue un game-changer.
Aun así, los newsletter comunitarios mayormente eluden el tema. De todos modos, las redes sociales trascienden cualquier manipulación: tal es el caso de las declaraciones de Yuval Noah Harari, que rápidamente alguien traduce y nos llegan en español vía whatsapp o aparecen en Twitter, Facebook, etc. Navot no es “famosa” en el sentido de Harari, pero fue un inicio; la fama de Harari ha liberado el tema de sus corsés. Si él habla del tema, cuando jamás habló de Israel o Judaísmo, seguramente el tema es muy serio y todos podemos referirnos al mismo.
Decidí llamar la atención sobre Harari en este asunto a través de un hilo en Twitter no porque no lo haya leído ni lo admire. Su obra “Sapiens” es uno de mis libros de consulta y cabecera. El resto de su obra me parece especulativa e ideológicamente sesgada. Como israelí, Harari tiene todo el derecho de sumarse a las manifestaciones, ser orador central, y bregar por los derechos de las minorías, explicar qué es un “golpe de Estado”, y similares. Lo que me sorprende es que como judíos sionistas y comprometidos precisemos a Harari para decidirnos a hablar.
Como judíos uruguayos (o argentinos o chilenos) sabemos bien de dictaduras y ausencia de libertades. Como judíos pos Shoá sabemos bien del ascenso de regímenes totalitarios que ganaron legítimamente una elección. No me gusta que se compare la Shoá con otros genocidios, por lo tanto no seré yo quien compare lo que sucede en Israel con realidades en otros países. La Historia, sin embargo, está allí para advertirnos. Es más fácil si nos lo dice un historiador best-seller que si lo dice gente como uno, pero la historia es una. El futuro puede ser distinto; depende de nosotros.
El viejo Sionismo militante e incondicional, y ni hablar del viejo Sionismo realizador, están llegando al final de sus historias. Como dice la Dr. Einat Wilf, el proyecto Sionista es un proyecto que tuvo la mala suerte de triunfar; eso no pueden perdonarlo los antisemitas. Israel es auto sustentable, auto defendible, y debe cuidar, como cualquier país del mundo, el equilibrio de sus relaciones exteriores. Es la “normalidad” a la que aspiraba Herzl. Lo quisimos y no fue un sueño.
El nuevo Sionismo, además de soberanía y poder, es acerca de los valores que estas fortalezas conllevan. No somos demócratas solamente por la tradición helénica que la Humanidad heredó; somos demócratas porque la Torá dice que fuimos creados a imagen y semejanza divina: somos todos iguales.
Nuestra condición de “elegidos”, concepto artero si los hay, es una condición de permanente consagración a ciertas causas: justicia social, igualdad ante la ley, y el prójimo. El desafío es que hemos dejado de ser los extranjeros en el seno de otras sociedades y ahora tenemos extranjeros que viven en nuestro seno. Sí, Harari habló específicamente de esto. Él también sabe Torá. Hasta ahora, sin embargo, no había sido parte de su discurso.
Por lo tanto, como judíos sionistas, tal como nos definimos en este lado del Río de la Plata, no sólo podemos sino que debemos hablar de lo que sucede en Israel. Porque ser sionista incondicional se ha vuelto mucho más complicado si eso supone amparar figuras como Smotrich, Ben-Gvir, y cía. Se puede genuinamente bregar por el derecho del pueblo judío a todos los territorios en disputa por herencia bíblica, por ejemplo; lo que no puede es desconocer a los habitantes que allí habitan y las realidades sobre el terreno. Menos aun echando por tierra las garantías democráticas del Estado.
Celebro y aplaudo las nuevas columnas de opinión que aparecen; celebro que miembros de nuestra colectividad demanden que se verbalice la crisis en lugar de ignorarla. Gritar slogans judeo-sionistas no nos hará ni más judíos ni más sionistas; discutir valores y conductas, herencia y legado, es la forma más auténtica que a mi criterio sostendrá nuestra existencia significativa.