La renovación: el mejor antídoto contra el dogma

Martín Kalenberg, para TuMeser, 17 de febrero de 2023

El tratado talmúdico de Jagigá (3a) relata que cierta vez Rabi Ieoshua llegó a una ciudad en la que lo recibieron dos de sus alumnos. Les preguntó qué idea nueva (jidush, en hebreo) habían incorporado ese día en la casa de estudios. La respuesta fue: ninguna. A lo que el maestro respondió: es imposible que una casa de estudios se mantenga vigente sin que se generen ideas nuevas.

Lo interesante es que unas pocas líneas antes de este texto se nos trae una referencia al relato de Génesis respecto a la venta de José por sus hermanos, al pozo en el que lo tiraron y en el cual carecía de agua, pero (según se infiere del texto bíblico) sí habían serpientes y escorpiones. Por tanto, el agua representa la renovación y, ante su ausencia, aparecen los animales dañinos (los dogmáticos).

Cuando se cierra una casa de estudios judaicos (beit midrash en hebreo), se tranca la puerta, se bajan sus cortinas y el último apaga la luz, la oscuridad del dogma comienza a prevalecer por sobre la luz de la renovación.

En ese caso, volveríamos a la época de la Torre de Babel donde en la tierra se hablaba una única lengua y se conversaba siempre sobre temas únicos. Todo esto vigilado atentamente, desde las alturas, por los constructores de la torre.

El académico Noam Tzión, del Shalom Hartmann Institute, nos trae en uno de sus trabajos académicos el pensamiento del Netziv de Voloshin, director de una famosa yeshivá en Europa Oriental a mediados del siglo XIX, quien explica que los constructores de la torre tenían un accionar totalitario y eran partidarios de la doctrina del pensamiento único, la que en el siglo XX sufrirían los habitantes de la Alemania nazi y la Unión Soviética.

Es por ello que todas las dictaduras son tan enemigas de la democracia así como del pueblo judío. La diversidad de ideas que circulan en el mundo judío son intolerables para quienes quieren imponer su ideología.

Quemar una tienda de celulares inteligentes o proponer la prisión para una mujer que va vestida con ropas veraniegas al Muro de los Lamentos no va de la mano con la diversidad ideológica que el judaísmo siempre propugnó.

El debate de ideas lo vemos en el propio Talmud Babilónico que registra 300 empates en sus ásperas discusiones, tal como lo precisó en Twitter el rabino Uriel Romano.

Estos empates, denominados teiko en el Talmud, nos indican que no prevalece ninguna de las dos opiniones en debate, pero la virtud de esta colosal obra judía es haber registrado a todas las vertientes ideológicas, incluso a aquellas que no prevalecieron en su momento.

Por eso el aforismo talmúdico que expresa que “estas y aquellas son las palabras del Dios viviente” (Eruvin 13b).

Y está bueno escuchar las ideas de los demás por más que estas nos molesten. Lo ideal es que en una sinagoga conservadora se pueda citar las ideas renovadoras de rabinos ortodoxos y viceversa. Cuando esto no ocurre, estamos ante un problema.

En este sentido, es interesante notar que en el sidur para Kabalat Shabat compilado por el rabino Yosef Bitton y utilizado en los servicios religiosos de la Kehilá y del Yavne figura en la bibliografía (aunque la mayoría no lo sepa) la obra Democracia y otros ensayos del rabino del Movimiento Masortí y doctor en filosofía Abraham Joshua Heschel, aquel que marchó junto a Martin Luther King por los derechos de los afrodescendientes y eternizó la frase: mientras marchaba sentía que estaba rezando con mis pies (décadas después el también rabino Marshall Meyer la volvería a utilizar en referencia a una manifestación contra la última dictadura militar argentina).

La renovación está presente de forma permanente en el judaísmo. Por eso, cuando comemos la manzana con miel en Rosh Hashaná, le pedimos a Dios que nos renueve para tener un año bueno y dulce, y cuando guardamos la Torá en el arca sagrada después de leerla, que renueve nuestros días como antaño.

“Lo nuevo está prohibido por la Torá”, había asegurado el Jatam Sofer, a principios del siglo XIX, para enfrentarse al auge del iluminismo y de la reforma judía en Alemania.

Es cierto que todo lo nuevo y todo cambio genera incertidumbre. ¿Esa es una razón válida para no cambiar? Sí, lo es, aunque sin renovación nos podemos quedar anclados en el pasado para siempre.

Una tradición anquilosada no permite avanzar. Sí, es importante cuidar la tradición y los límites que la ley judía nos marca, pero sin que ello nos impida cambiar.