Carta Abierta a la Reflexión: detengámonos a pensar.

Roberto Cyjon, 21 de febrero de 2023

En Israel hubo una serie de elecciones encadenadas en poco tiempo, con la característica que no lograron habilitar un mandato parlamentario completo. Detengámonos en esta perspectiva institucional. Israel ejerce una democracia parlamentaria en la cual gobierna la mayor minoría en coalición con otras minorías afines ideológicamente, o que aprovechan democráticamente la oportunidad de acceder al gobierno y posiciones de poder. El presidente es una figura con poco poder político. Detengámonos en este punto. Los presidentes de Israel han sido personajes de gran trayectoria en múltiples ámbitos: científicos, culturales, incluso políticos y militares. Pero salvo una excepción lamentable, se han erigido en voceros de prestigio nacional e internacional. Han actuado como voces conciliadoras en la sociedad y en la diplomacia del Estado. Hagamos un alto también en la excepción. Hubo un presidente de baja estofa quien puso, simultáneamente, en jaque a los israelíes por la vergüenza nacional que significó, pero habilitó a la Justicia a hacer lo correcto: fue acusado, juzgado, encarcelado y relegado al olvido, como cualquier delincuente común lo hubiera sido en su lugar. Sin más privilegios.

Finalizado este preámbulo utilitario al rol de la Justicia en el Estado -vale para los israelíes y todo otro caso en cualquier latitud-, con la actual coalición de gobierno en Israel es el Tribunal Supremo el que está en jaque. Eso es injustificable, precisamente, por ser una institucionalidad imprescindible en toda sociedad “bien habida”; no busquemos adjetivos de mayor significación. Es innecesario detallar los análisis y pormenores que conllevan a esta afirmación, pues son de dominio público en la prensa israelí y la internacional. Detengámonos, nuevamente, en este verdadero patrimonio: la prensa. En Israel la prensa es libre, lo cual no implica que pueda ser, o sea, partidaria, satisfaga a intereses económicos de mayores o menores grupos de presión. En fin, que padezca de ciertos vicios clásicos e ineludibles a lo largo de los últimos doscientos años de existencia masiva a nivel mundial. Pero es orgullosamente libre, crítica e imprescindible. Sin lugar a dudas ocupa un sitial de privilegio en la democracia israelí. También debemos protegerla. Leyéndola, nos enteramos un día sí y al otro también, de la indignación de cientos de miles de ciudadanos que se manifiestan en las calles reclamando salvaguardar a la Justicia de las actuales intencionalidades políticas en su detrimento. Más que eso, tomamos conocimiento que célebres personalidades no judías que aprecian a Israel, y sobre todo judías que aman a Israel, advierten de la gravedad de la situación y bregan por frenar un “paso al abismo” como se ha llegado a titular.

Es en este desarrollo de reflexiones que aspiro a detenernos y pensar:

  • ¿cuál es nuestro rol como comunidad judía local?
  • ¿tenemos derecho a tomar parte de estos acontecimientos?
  • ¿debemos observarlos a la distancia como algo competente exclusivamente a los ciudadanos israelíes?
  • ¿correríamos el riesgo de alimentar las pasiones y argumentos de los enemigos del Estado de Israel o vulgares antisemitas?
  • ¿sería mejor callar y esperar que cierto sentido común ilusorio, ingenuo -o no- modifique esta situación aciaga y nos sintamos mejor una vez conseguida?
  • ¿correríamos el riesgo de ser cómplices pasivos en caso que la democracia israelí, tan querida y valiosa para nosotros, se debilite o agonice?
  • un indignado periodista no judío azorado ante la injusticia antisemita, quien se expresó mediante dos palabras: Yo acuso, ¿no nos demostró que pueden erigirse en modelo, emblema y marca indeleble en la historia?

Como comprenderá el lector o lectora de nuestra colectividad, de cualquier edad, no me detengo en temas dolorosos acerca de cuánto nos odian quienes se expresan anónimamente o en actos de inusitada violencia cotidiana, diversas formas de terrorismo, negacionismo u otras, sea cual sea el gobierno de Israel. No me detengo en clisés de “izquierdas” o derechas”, tan geográficas y conceptualmente diferentes en su abordaje.

Me refiero, única y simplemente, a nuestra capacidad de pensar y expresarnos respecto a un tema que tanto nos duele.