Temblores

Tiemblan Turquía, Siria, y hasta ciertos puntos de Israel y la región. Las placas tectónicas u otras fallas geológicas no reconocen geografías o fronteras. En la superficie, tiembla Europa con una guerra imperialista en Ucrania y tiembla la Humanidad ante la invisible amenaza de los virus. Tiembla, todo tiembla.

En Israel es más amenaza el temblor de un eventual cambio de régimen que el temblor del terremoto más al norte. Tiemblan más algunas ciudades movilizadas cada sábado que otras amenazadas cada día. Sea un terremoto o un misil, es más amenazante la tensión interna que la tensión geológica o geo-política. Israel ha sabido neutralizar, a altos costos, las amenazas externas; todavía tiene que demostrar que puede neutralizar amenazas que nacen de su seno.

Los sionistas de redes sociales nos inundan con delegaciones humanitarias israelíes asistiendo en Turquía. Parece que la opción de auxiliar en Siria se diluyó rápidamente; sería casi suicida. La ayuda humanitaria que Israel prevé para estas situaciones es real y es útil, nadie dice lo contrario. Es lo que, a fuerza de desastres, Israel sabe hacer: rescatar, reconstruir, juntar los restos. Es un aprendizaje casi milenario del cual estamos orgullosos.

Lo que Israel está perfeccionando en estos años más recientes es su régimen democrático y judío simultáneamente. Era mucho más sencillo cuando había una cierta hegemonía ideológica, mayorías muy claras, oposición muy concreta. Cuando ciertas minorías se conformaban con acuerdos de largo plazo en rubros específicos, como el caso de “los religiosos”. Es mucho más difícil cuando todos pueden ser gobierno y un día más tarde, oposición. Cuando la homogeneidad social y demográfica se quebró para siempre con la aliá de Rusia, el crecimiento de la ortodoxia dogmática en sus diferentes versiones, y la incidencia de otras minorías étnicas, judías y no judías, es mucho más difícil ejercer la democracia y conservar el status judío del Estado.

Judaísmo a costa de valores democráticos no es una opción. Democracia en un marco de referencia nacional y oficial judío, es una aspiración. Algunas minorías tendrán que renunciar a sus aspiraciones simbólicas en aras de sus derechos democráticos; en otras palabras, aceptar la bandera y el himno, votar, y eventualmente integrar gobiernos cuando los resultados lo habiliten. Del mismo modo, minorías judías dogmáticas tendrán que admitir el Estado Sionista Judío pero fuertemente laicizado, reduciendo sus áreas de influencia a lo local. Idealmente, la vida civil de Israel debería estar en manos del Estado, no de las instituciones religiosas.

Que los temblores reales y la atención y dedicación que ellos merecen (sí, “el que salva una vida salva el mundo entero”) no nos distraigan de los dos frentes que como judíos sionistas debemos cuidar: la seguridad física y real del Estado por un lado y su integridad moral por el otro. La ayuda humanitaria desplegada no compensa las ambiciones dictatoriales de algunos iluminados en el actual gobierno de Israel. La ayuda humanitaria es un fin en sí mismo, no un medio para distraernos de prioridades morales y éticas que en definitiva son tan fundamentales como las prioridades más básicas de sustento, seguridad, y solidaridad.