El Camino del Sionismo Liberal

Donniel Hartman, The  Times of Israel, 23 de enero de 2023

El 1 de noviembre de 2022, los votantes de Israel hablaron. El veredicto de la mayoría, aunque por una diferencia muy escasa, fue llevar al poder al gobierno más ultranacionalista y ultraortodoxo en la historia de Israel.

Como amantes de Israel, hemos reconocido durante mucho tiempo la complejidad de la situación y los desafíos de Israel. Y así, hasta cierto punto, aceptamos como inevitable la brecha entre el Israel que es y el Israel que anhelamos. Pero hoy ya no podemos confiar en el argumento de que “es complicado”. En sus acuerdos, declaraciones y políticas previstas sobre temas que van desde el futuro de la Suprema Corte y la democracia hasta la expansión masiva de los asentamientos y los cambios a la Ley del Retorno, este gobierno de coalición no es complicado. Simplemente es indefendible.

¿Cómo responder entonces?

Podemos tratar de argumentar que algunas de las políticas propuestas por la coalición son ilegítimas y exceden el mandato del gobierno. O que los votantes fueron engañados. O que las encuestas actuales muestran que existe una mayoría que se opone a la dirección del gobierno. Sin embargo, este discurso es fútil y no es constructivo. Los partidos y los políticos no están obligados por sus plataformas, ni por las vagas declaraciones acerca de sus políticas planteadas durante las campañas electorales.

Nosotros, los liberales, después de todo, aceptamos la decisión de Benny Gantz de unirse a la coalición de Benjamín Netanyahu durante el período de la epidemia de Covid, al igual que luego aceptamos la decisión de Naftali Bennett de obviar a la derecha y construir un gobierno de unidad nacional con el centro y la izquierda para evitar otro ciclo electoral.

Al final, votamos por personas en quienes depositamos nuestra confianza y aceptamos que las circunstancias cambiantes y las exigencias de la coalición requieren políticas y, a veces, incluso ajustes ideológicos. Si no apoyamos la dirección en la que eligen ir nuestros representantes, podemos protestar y, lo que es más importante, votar de manera diferente en las próximas elecciones.

El gobierno actual tiene una mayoría estable, y bajo el primer ministro Netanyahu, está bien coordinado y unificado. Los sionistas liberales tienen que aceptar el hecho de que hay muy poco que podemos hacer para influir en la política real. El mandato de la coalición es gobernar y legislar, e independientemente de cuántas personas participen en las manifestaciones, es probable que tengan poco impacto.

Entonces, ¿qué puede hacer la comunidad sionista liberal además de esperar las próximas elecciones, que no necesariamente producirán resultados diferentes?

Una coalición alternativa

Algunos abogan por la separación de Israel por completo, otros por boicotear a los representantes del gobierno, no pagar impuestos o servir en el ejército. Creo que tenemos una tercera opción. Las protestas son críticas para reclamar un espacio público para una visión diferente del judaísmo y el sionismo y para no permitir que esos valores que aborrecemos sean “normalizados”, y mucho menos que dominen el ethos israelí.

Sin embargo, las manifestaciones, que atraen principalmente a los miembros de la oposición, no son una teoría de la transformación social. Más allá de protestar, necesitamos construir una coalición alternativa que abarque a los liberales desde la izquierda hasta la derecha, sean judíos o árabes, ortodoxos, tradicionalistas o seculares. Una coalición amplia de unidad social que asegure que las próximas elecciones tengan un resultado diferente.

¿Cómo se puede construir esta coalición amplia? Dadas las tendencias demográficas actuales, ¿es siquiera posible? ¿No son los ultranacionalistas y ultraortodoxos impermeables a los argumentos liberales?

De hecho, la transformación social no requiere que los “convirtamos” en judíos liberales. Simplemente necesitamos neutralizar su poder creando una base de poder alternativa. Consideremos los números. Para construir una nueva coalición amplia, necesitamos solidificar la base liberal – que según los resultados de las elecciones es actualmente alrededor del cuarenta por ciento – y convencer al diez por ciento de los judíos de tendencia liberal que votaron por los partidos no liberales por razones diversas – como las preocupaciones por la seguridad – para que vuelvan al campo liberal. Al mismo tiempo, necesitamos convencer a un cinco por ciento adicional de los palestinos árabes israelíes (además de aquellos que actualmente apoyan al partido Ra’am de Mansour Abbas, que formaba parte de la coalición anterior). Este bloque del sesenta por ciento puede constituir una nueva base de poder político para el Israel que anhelamos. Esta coalición debería luego invitar a quienes estén dentro de los partidos ultraortodoxos a unirse bajo términos que busquen un compromiso entre sus valores y los nuestros.

Una condición previa crucial para crear esta nueva coalición amplia es poner fin al discurso de desesperación que se está extendiendo por toda la comunidad sionista liberal. Las elecciones fueron determinadas por una mayoría de unos meros 30.000 votos, mientras 150.000 votos en el lado liberal se perdieron debido a la ley del umbral de la Knesset junto con un liderazgo pobre y una mala planificación en el centro y en la izquierda. Tenemos que internalizar y consolarnos por el hecho de que el cuarenta por ciento de los judíos israelíes votaron por partidos con agendas liberales sionistas. Estas incluyen cuestiones de estado sobre la religión, como romper el monopolio del Gran Rabinato, liberalizar la conversión y la certificación de la kashrut, flexibilizar las regulaciones del Shabat, ampliar los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBTQ, proteger la independencia de la Suprema Corte y, por primera vez en la historia de Israel, abrazar activamente a los palestinos árabes israelíes como socios de una coalición. Nuestra primera tarea, entonces, es fortalecer a los “convertidos”, movilizarlos y equiparlos con las herramientas para llegar más allá de su base.

En cuanto a los partidarios del gobierno, al menos el diez por ciento, aunque son de derecha en cuestiones que tienen que ver con los asentamientos y la seguridad, y creen que Netanyahu (y para algunos Ben Gvir) es el más confiable para proteger a Israel, sin embargo comparten muchos de los compromisos liberales del centro y de la izquierda. Un sector ortodoxo moderno sustancial dentro de la comunidad religiosa sionista apoya la igualdad de género, los derechos de la comunidad LGBTQ y la diversidad religiosa por el bien de la unidad judía. En la realidad política actual, gravitaron hacia el partido sionista religioso, dominado por fuerzas antiliberales y ultranacionalistas, como una opción predeterminada.

Del mismo modo, dentro de los votantes del Likud, la base histórica del liberalismo clásico, hay muchos para quienes Smotrich y Ben Gvir son aborrecibles y que miran los acuerdos de coalición actuales con desdén.

Por último, los palestinos árabes israelíes, que rutinaria y abrumadoramente votan para expresar el deseo de ser parte de la sociedad israelí, todavía tienen que dar un paso adelante políticamente. Creyendo que están destinados a la marginación, votan a razón de un veinte por ciento menos que sus contrapartes judías, y muchos de los que votan apoyan a los políticos antisionistas, que, a diferencia de Mansour Abbas, son socios inaceptables para los partidos sionistas.

Impedimentos clave

La consolidación de la base liberal del cuarenta por ciento y la conquista de nuevos aliados requerirá una campaña multifacética con múltiples metodologías que incluyen la organización política y comunitaria, campañas extensas e innovadoras en los medios de comunicación y en las redes sociales, desarrollo de los liderazgos político, laico, educativo y religioso, e iniciativas educativas escalables. Requerirá la cooperación a través de una amplia gama de instituciones y la creación de nuevas redes y coaliciones similares en alcance al movimiento de “renovación” judío israelí, que fortaleció la identidad judía y el estudio entre los seculares y ayudó a superar los sentimientos “antijudíos” arraigados dentro de la población secular.

Sin embargo, el esfuerzo y la organización por sí solos no serán suficientes. Es necesario que nos concentremos en superar los obstáculos clave que impiden o limitan la formación de una coalición nacional liberal amplia. Lo primero son las barreras ideológicas y psicológicas dentro de la derecha judía liberal (y algunas dentro de la izquierda), especialmente entre sus sectores religiosos y tradicionales, para confiar en y cooperar con los palestinos árabes israelíes. En el lado palestino árabe israelí, el temor es que aceptar a Israel como la patria del pueblo judío requerirá que renuncien a su identidad, derechos y narrativa.

Es necesario emprender esfuerzos nuevos y creativos para construir una sociedad compartida y desarrollar el respeto mutuo entre judíos y árabes israelíes.

El segundo impedimento es el lenguaje actual de los valores liberales que es alienante para los derechistas. Una de las consecuencias del discurso partidario es que nos hablamos cada vez más a nosotros mismos de formas que solo convencen a los convertidos. Para ampliar la coalición liberal, hay una necesidad crítica de identificar qué valores liberales se han convertido en cuestiones partidarias (por ejemplo, judíos/democráticos, igualdad, estatus de todos sus ciudadanos, limitaciones a la voluntad de la mayoría) y desarrollar nuevas formas de articularlos y, a veces, estar abierto a moderarlos. Las fuentes judías jugarán un papel clave en este proceso.

En tercer lugar, un factor importante en la cultura partidaria actual es el establecimiento de límites y líneas rojas que solo sirven para consolidar la oposición y obstaculizar la cooperación ideológica cruzada. Las diferencias son un aspecto esencial de toda estructura social. La clave para la cohesión social no es la creación de una mayor uniformidad, sino el desarrollo de mejores formas de integrar las diferencias. Una coalición nacional liberal amplia solo es posible a través de la clarificación de los valores compartidos, mientras que al mismo tiempo permite desacuerdos sobre los valores y las políticas que no podemos compartir. El ultranacionalismo, e incluso las ideologías y figuras racistas, se han incorporado a la coalición simplemente porque están del lado derecho de la división “Bibi/no Bibi”.

No nos hemos quedado impotentes.

Cuando los límites están mal ubicados, crean aliados inapropiados y evitan el movimiento de un lado al otro. Una regla general para trazar líneas rojas es que no pueden excluir partes importantes de la sociedad y que deben reflejar claramente los principios consensuales generales. En la vida social, así como en la construcción de coaliciones, es fundamental distinguir entre opiniones y valores por un lado y límites por el otro. Votar por Bibi o en contra de Bibi no puede ser la línea que separe a quienes están comprometidos con la democracia y con el estado de derecho de aquellos que no lo están; a quienes son israelíes leales de quienes no lo son. La nueva coalición nacional liberal necesita presentar propuestas de valor y nuevas líneas rojas que puedan llegar más allá de las líneas partidarias. Si no lo hace, todos los esfuerzos de sanación y cooperación no llegarán a nada.

Al mismo tiempo, necesitamos planificar para el futuro y desarrollar una agenda legislativa bipartidaria y documentos de posición que reflejen una agenda sionista liberal, pero que no alienen a los socios de la derecha liberal y de las comunidades palestinas árabes israelíes. En la actualidad, las agendas legislativas son juegos de suma cero. Es necesario construir una coalición nacional amplia sobre la base del diálogo y el compromiso y, para ello, es necesario sentar las bases de forma anticipada.

El camino a seguir para los sionistas liberales no tiene que ver con ejercer el poder político hoy, sino de trabajar para hacerlo mañana. El resultado de las elecciones ha colocado a la mayoría de los sionistas liberales del lado de la oposición. Dado el sistema de gobierno de Israel, en el que la composición de la coalición refleja los votos decisivos en la Knesset, la oposición está desprovista de poder. Centrarse solo en tratar de cambiar la política del gobierno en este punto lo único que hará es generar una alienación cada vez mayor.

Pero no nos hemos quedado impotentes. Tenemos la capacidad de ayudar a dar forma e influir en los valores e ideologías futuros de los ciudadanos de Israel. Tenemos el poder de sentar las bases para una nueva y amplia coalición social con una visión diferente para Israel. Esta coalición deberá formarse, nutrirse y equiparse con la ideología, el lenguaje, el liderazgo y la visión para recuperar la imaginación de la mayoría de la sociedad israelí. La lucha será lenta y difícil, pero no hay alternativa para lograr un cambio a largo plazo.

Traducción: Daniel Rosenthal