Netanyahu, la última esperanza
Gideon Levi, Haaretz 4 de diciembre de 2022
El mundo es redondo: incluso quienes más aborrecen a Benjamín Netanyahu están empezando a darse cuenta de que ahora debemos verlo como la última esperanza. El mundo es redondo: la extrema derecha de ayer es la derecha moderada de hoy. En el próximo gobierno, a la derecha de la derecha está la derecha más lejana, que es, incluso para las voces más fuertes en el bando de “cualquiera menos Bibi”, incluso más peligrosa que Bibi.
Lo anterior fue un breve capítulo de la teoría de la relatividad de la derecha en Israel. En la nueva realidad, que supuestamente es aún más peligrosa que sus predecesoras, Netanyahu es la última esperanza. Sí, sí, ese Netanyahu de los fantasmas y demonios. ¿Sorprenderá o decepcionará?
La respuesta está en sus manos. La historia aún juzgará si él quería este nuevo gobierno, la mayoría del cual es contrario a sus posiciones, o si fue empujado a él porque fue rechazado por el bando cuyo único credo es “cualquiera menos”. Este bando fue derrotado, y los resultados electorales lo dejaron claro: solo Bibi.
Es muy fácil predecir que Netanyahu cederá a todos los caprichos, únicamente para rescatarse a sí mismo de su procesamiento penal. Después de todo, esa es la madre de todas las suposiciones en los medios de comunicación; todo el mundo en ellos lo sabe. Netanyahu vendería a su propia madre, sin mencionar las creencias que no tiene, para salvarse de la cárcel.
Eso es elemental. Pero hay otra posibilidad que no se puede ignorar. Después de leer la autobiografía elocuente y fascinante de Netanyahu, “Bibi: My Story” (Bibi: Mi historia), todavía es posible aferrarse a los restos de esa creencia de que tal vez haya otro Bibi.
Si es así, debería aparecer de inmediato. Si Netanyahu es el Netanyahu del libro, entonces su prueba comienza ahora: debe detener la deriva, debe detenerla corporalmente y dejarles a los judíos al menos los restos de la democracia secular tal como están ahora. Si el Netanyahu del libro es también una ficción, entonces nos encontraremos con una nueva realidad en la que Haaretz, por ejemplo, ya no podrá ser Haaretz.
Cuando Netanyahu declaró la semana pasada, alto y claro, que el Desfile del Orgullo de Jerusalén no será cancelado, encendió una pequeña chispa de esta esperanza. Todos los que no son partidarios de Bibi dirán que nunca cumple su palabra, que es un mentiroso hijo de mentirosos.
También es posible que estuviera diciendo la verdad esta vez. Netanyahu es muy consciente de lo que está en juego. A pesar de todo el odio dirigido hacia él, tiene algunas otras cosas en su mente, además del juicio. También se puede suponer que comprende la magnitud de la responsabilidad que lleva sobre sus hombros, que supera la de todos sus gobiernos anteriores.
Netanyahu es la última barrera, la última fortaleza que se interpone entre el odioso racismo judío-fundamentalista y un estado de apartheid ordinario. Nunca antes había dependido tanto de tan poco, de una sola persona, tan odiada y tan amada.
Si quiere seguir llevando a cabo aquello en lo que cree – la nación de la alta tecnología y los puestos de control, que no cree en una solución permanente del conflicto, pero tampoco en un derramamiento de sangre innecesario – todo depende de él, y solo de él. Eso es muy malo. Pero sin él, algo mucho peor podría desarrollarse aquí: la república judía de Israel – una réplica de una república islámica.
Netanyahu es el único que puede detener las matanzas de palestinos, que ya están en camino; la destrucción de aldeas y la expulsión de sus habitantes, cuyos planes ya están de forma escrita; una vida de vergüenza para las personas LGBTQ y directivas religiosas para las personas seculares; una prohibición de criticar a los soldados, con leyes que ya están en trámite; una prohibición de oponerse a la ocupación. Solo Netanyahu puede evitar que Tel Aviv se convierta en una combinación de Esparta y Teherán.
Lo irónico de todo esto es que el centro y la izquierda ahora necesitan un Netanyahu fuerte. En cualquier momento se dirigirán a los pasos elevados de la autopista con carteles actualizados que digan “¡Ven!” en lugar de “¡Vete!” El nuevo líder de las masas, Gadi Eisenkot, puede pedir que un millón de personas salgan a las calles, pero es poco probable que obtenga 10.000 y, en cualquier caso, solo Netanyahu puede salvarlos ahora.
No es solo Netanyahu quien debe hacerse de fuerza y coraje; también lo deben hacer quienes lo odian. Deben reconocer que podría ser peor, que Netanyahu no es solo el Satanás de los cuentos sino que también es un estadista en quien podemos poner una última, delgada – pero no imposible – esperanza.
Traducción: Daniel Rosenthal