Conversaciones en Comunidad

En el acto que organizó la Bnei Brith Uruguay con motivo de la Kristallnacht la oradora central abrió sus palabras leyendo de fuentes periodísticas nacionales del 10 de noviembre de 1938, de modo de saber si el tema fue relevante en su momento, cómo se trató, y cuál era su contexto. La prensa siempre es una fuente de información acerca de qué pensaban u opinaban sociedades determinadas. Actas de reuniones son otra buena fuente. En el futuro, videos y audios espontáneos también lo serán.

El pasado domingo los principales dirigentes de la colectividad judía del Uruguay se reunieron con el Presidente de la Organización Sionista Mundial Iaacov Hagoel; creo que no hubo un registro formal del evento pero por cierto hay discursos pre-escritos y tal vez alguien haya grabado las palabras del visitante. En resumen, lo conversado allí nos representa y hasta nos define. No precisamos perspectiva histórica para que lo hablado nos devuelva la imagen de lo que somos. Me permitiré un resumen subjetivo y auto-crítico de lo conversado como forma de entender las prioridades de nuestro Ishuv.

El actual presidente del CCIU, coanfitrión con la OSU, se explayó sobre la razón de ser y la tarea que cumple el Comité Central Israelita del Uruguay, históricamente y en la actualidad. Si el origen del CCIU obedece al ascenso del régimen nazi en Europa, está claro que sus prioridades no han cambiado demasiado con el correr de las décadas; se destacó la labor del CCIU en el área de los programas de enseñanza en relación a Israel y la Shoá y en la generación de leyes anti-discriminación en Uruguay. Más adelante se aludió específicamente a proyectos de Hasbará.

El visitante, por su parte, también se tomó su tiempo y se explayó sobre los méritos de su organización y los suyos propios en relación a la crisis humanitaria en Ucrania y los esfuerzos de la OSM y el Estado de Israel para absorber tanto ucranianos como rusos que eligieron emigrar, además del “salvataje” hacia países limítrofes que abarcó a muchos miles de individuos más; sin duda, un tarea encomiable y afín al espíritu solidario del judaísmo e Israel.

Como aficionado a la Historia, Hagoel hizo especial hincapié en negar el vínculo causal que muchos proponen entre la Shoá y la creación del Estado de Israel en 1948; según él, la Shoá en todo caso retrasó la fundación formal del Estado. El esfuerzo de desvincular causalmente Shoá y Sionismo es válido y vale la pena destacarse. Como dijo el intelectual israelí Yossi Klein-Halevi este año en Jerusalém: la Shoá pudo incluso haber abortado la creación del Estado; sin embargo, éste se transformó en la derrota definitiva de aquella.

Por último, Hagoel repasó algunas de las grandes amenazas que acechan al pueblo judío: no pretendo recordarlas todas, pero rescato algunas: unas por válidas y otras por ser más controvertidas. Adhiero a su reclamo de incrementar el estudio y la utilización del Hebreo como lengua amalgamante del pueblo judío.

Al mismo tiempo, su visión de la asimilación como amenaza (sostuvo que todavía no hemos llegado a ser el número de judíos que fuimos antes de la Shoá, incluso con la tasa de natalidad de Israel) parece un poco anacrónica: el judaísmo se está transformando ante nuestros ojos, más allá que queramos verlo o no. Tendrá tantas vertientes y versiones como permita la creatividad de quienes se sientan parte del relato, aunque unos censuren y excluyan a otros.

Hagoel habló de “unidad” del pueblo judío diferenciando bien el concepto de “uniformidad” del pueblo judío (en Hebreo se usa la misma raíz): “ajdut” pero no “ajidut”. Hizo referencia a la diversidad de orígenes y corrientes dentro del judaísmo, pero evitó por todos los medios aludir a la nueva realidad electoral y política de Israel. Defendió el statu-quo en relación al status judío de nuevos inmigrantes pero no pudo ser terminante respecto al tema; por lo tanto, no podemos, quienes pertenecemos a corrientes liberales, despreocuparnos del asunto. Si todos pensaran como Hagoel, que por cierto es parte del nuevo establishment de gobierno (Likud), uno estaría mucho más tranquilo.

Debo reconocerle al invitado su foco en el ideario sionista, su inequívoco mensaje de que todos los judíos deberían vivir en Israel, los desafíos que las instituciones judías e Israel siguen teniendo en el rescate de judíos amenazados en el mundo… evitó adentrarse en el nacionalismo facilista y chauvinista en que muchos “sionistas” caen últimamente. Su visión histórica y profunda seguramente contribuye a su realismo y equilibrio y aplaudo esa postura.

Creo, sin embargo, que la reunión comunitaria que se extendió por más de tres horas vuelve a mostrarnos tal como somos: diversos y diferentes pero incapaces de poner las diferencias en el centro del debate. Tenemos una necesidad atávica de homogeneizar y esto supone, metafóricamente hablando, pasteurizar de alguna manera un judaísmo que no quiere soltar su discurso más tradicional pero que al mismo tiempo se reconoce mermado no sólo en número sino en contenidos: el asunto del Hebreo es sólo la sinécdoque de una realidad mucho más grave en la cual lo único que nos conecta con lo judío son los sabores de una abuela: sea guefilte fish o boios.

Creo que visitas como las de Iaacov Hagoel esta semana o Gideon Saar en su oportunidad son disparadores valiosísimos para volver a encarar conversaciones que una y otra vez eludimos. Las grandes instituciones del Ishuv, esas que nos involucran y convocan a todos cuando los personajes llegan a nuestras orillas, deberían recoger el guante de que la conversación judeo-uruguaya sea permanente, fecunda, y alguna vez, realizadora. El statu-quo puede ser bueno para algunas situaciones, pero no lo es para un Ishuv que, como señalara el presidente del CCIU, es cada vez más chico. Agrego: cada vez más pobre de ideas y propuesta.