Reb Najman el Shojet: primer líder religioso del judaísmo uruguayo
Lic. Martín Kalenberg
Basado en el libro Albores del judaísmo en el Uruguay del escribano Israel Nemirovsky. A la memoria de Marcelo Blaj (ZTL)
Pasaron más de 100 años desde que la comunidad judía uruguaya tuvo su primer líder espiritual, matarife y mohel (circuncidador). Montevideo era otro. El mundo era otro. Y el judaísmo (uruguayo) era el mismo que hoy día, pero sin smartphones.
Reb Najman el Shojet, tal como se conocía a Najman Nemirovsky, vivía en ese Goes que empezaba a albergar a la naciente comunidad judía de Montevideo, junto a otros barrios como el Centro, la Ciudad Vieja, el Paso Molino y el Cerro.
Tuvo una vida de muchas dificultades económicas, pero aun así él y su mujer criaron a siete hijos de los cuales al menos dos de ellos fueron reconocidos profesionales universitarios: el escribano Israel Nemirovsky, primer notario judío graduado en Uruguay, y el doctor Pascual Nemirovsky, uno de los primeros médicos judíos del país.
Su aventurera historia comenzó en 1914 cuando se mudó desde Buenos Aires a Montevideo luego de renunciar a la sinagoga bonaerense donde trabajaba, ya que en Yom Kipur se utilizaban unos papelitos para indicar lo que cada feligrés quería donar, y esto no era correcto a los ojos de Najman quien -según relata su hijo- era muy estricto con las cuestiones vinculadas a la ley judía.
Está claro que en la actualidad Najman no podría participar de los servicios religiosos de Kipur de ninguna comunidad judía uruguaya.
Esto me recuerda la historia del Talmud que nos relata (Menajot 29b) que Dios transportó a Moisés desde el monte Sinaí hacia el futuro, en una especie de máquina del tiempo, a visitar la academia de estudios de Rabí Akiva.
Pero Moisés no entendía las interpretaciones (innovaciones) que el maestro estaba compartiendo en su academia hasta que Akiva dijo a sus alumnos: “esta es la ley que Dios transmitió a Moisés en el Sinaí”. Y eso lo calmó.
Pero, además de lo referido al día de Kipur, ¿qué pasaría si Reb Najman se trasladara desde 1922 a este 2022 y entrara a alguna de las sinagogas que hay en Montevideo?
Probablemente habría rituales que no entendería, tales como la oración por la paz y bienestar del Estado de Israel o por sus soldados, ni comprendería la forma moderna de vestirse de hombres y mujeres, y si entrara a la NCI aun más sorprendido estaría al ver a integrantes de ambos géneros sentados juntos rezando.
Profesiones indecentes
Cuatro años después de que Najman llegara a Montevideo, en el año 1918, arribaron a Uruguay dos bailarinas judías junto a su madre para actuar en varias salas teatrales montevideanas.
Una de las dos gemelas enfermó gravemente y luego de pocos días falleció. En ese momento se generó el debate acerca de qué lugar debía ocupar en el cementerio una persona que desempeñaba una actividad tan poco decorosa para la concepción de decoro que se tenía en aquella época.
Más allá de la súplica de la madre de la joven, Najman le indicó que debía sepultarla contra la pared que dividía el espacio entre la Jevra Kadisha (hoy Kehilá), Nueva Congregación Israelita (NCI) y la Mutualista Israelita del Uruguay, tal como se hacía con quienes cometían suicidio.
Nemirovsky relata que varias décadas después de este entierro, un furibundo temporal destruyó ese infame muro haciendo justicia con aquella infortunada bailarina.
Pocos judíos, muchos problemas
El escribano recuerda las preocupaciones de su padre al llegar a Uruguay debido a la poca cantidad de judíos religiosos que había en Montevideo (¿les suena conocida la historia?), y porque su conocimiento estaba vinculado a la ley (religiosa) judía, a la matanza ritual de animales, y a circuncidar bebés.
El armado del minián (quorum mínimo de 10 hombres judíos que la ley ortodoxa exige para rezar) era otro de los problemas, ya que estaba compuesto por judíos que debido a su precaria situación debían trabajar durante muchas horas al día, y por ello comenzaban las plegarias a las 6:45 de la mañana.
En ese primer minián, y al igual que siempre ocurrió, además de rezar se había generado un grupo de camaradas en el cual Najman hacía las veces de psicólogo. Los feligreses vivían muchas penurias en el día a día y tenían serias dificultades para llegar a fin de mes.
Uno de ellos, Itzjak Peterburg, compartía con los demás congregantes los sueños que tenía. Era como si en la noche se le revelaran secretos que necesitaba compartir con su compañeros de rezos, pero que muchas veces los aludía negativamente de forma indirecta, lo cual mucho molestaba a estos.
Y aunque, cada tanto, lo expulsaban de la sinagoga, a los pocos días volvía a aparecer con sus relatos oníricos.
Matarife ritual y la merienda del día de Kipur
Reb Najman también fue matarife ritual. Su hijo, ya de mayor, recuerda el horror que vivió de niño cuando su padre lo llevó a observar cómo degollaba un cordero y confesó que 60 años después seguía rememorando aquel episodio.
El reparto de carne kasher era agotador. Según relata el escribano, durante largas horas todos los días hábiles que marca la semana judía, él y su familia transportaban los pedidos a pie a los barrios más cercanos para ahorrar el poco dinero que tenían, lo cual los dejaba exhaustos al finalizar la jornada.
Pero también había caminatas agradables. Estas tenían lugar en Yom Kipur y eran una aventura para los pequeños Nemirovsky quienes cargaban el manto ritual de su padre en su periplo desde Goes hasta el Centro donde funcionaba la improvisada sinagoga para los rezos del Año Nuevo y el Día del Perdón. En el camino se iban encontrando con otros congregantes que compartían su derrotero.
A primera hora de la tarde, la sinagoga se empezaba a vaciar puesto que los feligreses se dirigían a los diferentes bares céntricos a ingerir una merienda, lo cual llamaba mucho la atención a los baristas del barrio.
Tal es es así que preguntaban: “¿hoy es el día en que los judíos no pueden comer en sus casas?”.
Encontronazos por una Torá y por unas elecciones comunitarias
El primer Sefer Torá llegó a Montevideo desde Buenos Aires en manos de Abraham Boksar, un judío religioso que vivía en Uruguay, y costó 50 pesos de oro.
Sucedió que un grupo de oponentes a los seguidores de Najman robaron la Torá de la casa de uno de los adeptos al primer guía espiritual y se la llevaron al domicilio de uno de los integrantes del otro grupo.
Pero ninguna de las dos agrupaciones llegaban por sí mismas a constituir un minián, por lo que era irrelevante quien tuviera el rollo de la ley.
El shojet, acompañado por uno de sus feligreses, fue a la casa de José Katz, quien había hurtado la Torá recién adquirida. Integrantes de ambos bandos estuvieron a punto de tomarse a golpes de puño hasta que Boksar dijo en un español que ya hoy día no se habla en Uruguay: “Quien ose tocar al shojet es hombre muerto”.
Najman se llevó el rollo de la ley e indicó a todos los involucrados en el tema que el enfrentamiento había terminado y que al otro día se reunirían todos para conformar el minián de siempre, y así fue como sucedió.
En el año 1920 se produjo un conflicto en el marco de las elecciones de la Jevrá Kedushá Ashkenazit (fundada en 1918 y antecesora de la actual Kehilá) para integrar su Comisión Directiva.
Salvador Waksman, quien había triunfado encabezando la lista 1, no fue ungido como presidente por solicitud de un determinado número de socios que consideraba que debía de llevarse adelante una asamblea para elegir a las nuevas autoridades.
En julio de ese año Waksman, disconforme con la decisión adoptada, se presentó a la justicia civil para que dirima a quien le asistía la razón.
El juez de la causa consultó si había algún dirigente religioso judío en Montevideo. Finalmente, se reunió con Najman para consultarle acerca del conflicto y preguntarle cuál -a su entender- debería ser la solución.
Ante el juez, ambas partes acordaron nominar a una Comisión Extraordinaria -presidida por el shojet, según la recomendación del magistrado- con lo cual se zanjó el diferendo.
Reb Najman también fue el primero que se ocupó de que hubieran matzot para ingerir durante la festividad de Pesaj (producía entre 700 y 800 kilos de matzá en un proceso que hoy llamaríamos artesanal y rudimentario).
Líder por vocación, luchó frente a los molinos de viento del judaísmo rioplatense, y logró imponerse frente a ellos.
Lidió y ayudó a inmigrantes europeos pobres, tal como él, que ni siquiera hablaban bien el español ni conocían las costumbres y cultura uruguayas.
Su memoria y la de toda la judería de principios del 900, artífice de nuestro presente, debe ser recordada siempre.