Amanecer en Tisha BeAv

En la medida que transcurría este domingo unos judíos ayunaban por Tisha BeAv y otros se refugiaban de los misiles provenientes de Gaza. Ambos colectivos lo suficientemente masivos como para considerarlos representativos de diferentes formas de vivir su judaísmo: unos a través del precepto, el recogimiento, y la lectura de textos sagrados, y otros tratando de sobrevivir al terror desatado por la lluvia balística que vuelve a llegar desde Gaza. La operación “Amanecer” no trae las esperanzas renovadas que el metafórico nombre supone. Como dijera en Facebook el humorista israelí Lior Schelein, no hay nada de rutinario en la “rutina” a la que volverán los habitantes del sur de Israel cuando esta escalada finalice. Sea esta noche o en unos días.

¿Cuál es el vínculo entre el luctuoso 9 de Av y la situación en Gaza?

La famosa respuesta rabínica a la destrucción de los templos de Jerusalém, en especial la del 2º Templo en 70 EC, tiene que ver con los conflictos internos del pueblo judío: lo que el Talmud denomina el “odio gratuito”. La realidad histórica, sin embargo, y aun sosteniendo la hipótesis rabínica también como válida, es que el templo fue destruido por la determinación de Roma de terminar con la resistencia judía. Desde los tiempos de los Macabeos más de doscientos años antes y hasta la rebelión de Bar Kojba en los años 132-136 EC, la estrategia predominante hacia el imperio de turno había sido la confrontación. La tradición rabínica, que también tenía larga data, evitó referirse al asunto: dejó fuera del canon a los dos libros de los Macabeos, entre otros, transformó Januca de una victoria militar en un milagro, y atribuyó, finalmente, la destrucción del templo a causas éticas inherentes al pueblo judío. Todo lo cual no hace sino sumar estratos de significación a eventos de tal magnitud.

De alguna manera, y en una versión muy pos moderna, lo que está en juego en la zona es una lucha, una vez más, entre los imperios de turno y el pueblo judío, ahora en su expresión Siglo XX, el Sionismo y el Estado de Israel. Ya no a través de legiones multitudinarias, dignas del Hollywood de “Ben-Hur”, sino a través de grupos terroristas que, usando terminología fractal, son por sí mismos una unidad que es parte de una unidad idéntica y mayor: detrás de todo grupo terrorista hay uno que podría ser peor, y a la inversa; no por nada estamos “celebrando” que Hamas se haya abstenido; hasta ahora. La escalada en Gaza, las tensiones en el Monte del Templo en cualquier festividad, las reivindicaciones de unos y otros, son todos fenómenos similares a los de hace dos mil años: la perseverancia por prevalecer por parte de unos, y la perseverancia por permanecer por parte nuestra, los judíos. La diferencia radica en que, revolución tecnológica mediante, hoy Israel puede enfrentar, desalentar, y derrotar a estas fuerzas de tipo imperial, algo impensado en tiempos de guerras convencionales.

Por eso este “Amanecer”, imagen un poco forzada, se da de bruces con la oscuridad y desolación que supuso el 9 de Av desde su concepción; pero también tiene que ver con la esperanza que finalmente prevaleció a través de la construcción rabínica desde Yavne en adelante, transformando el judaísmo, aun cuando siempre fuera inherente a la nacionalidad judía, en una religión cosmopolita: pudo acompañar al judío cualquiera fuera su derrotero. La esperanza mesiánica sostuvo y construyó una forma de vida hasta que Auschwitz casi le atesta su golpe fatal y final; no en vano la Shoá y Auschwitz también se asocian a Tisha BeAv. Como dijo el escritor Yossi Klein Halevi en una reciente conferencia, somos el pueblo que trascendió la Historia. Él se refería a Auschwitz, pero creo que fácilmente se asimila a cualquier gran tragedia de la historia judía.

Como judíos, sin embargo, y hasta tal punto la influencia rabínica es constitutiva, no podemos reducir los hechos, históricos o actuales, a razones políticas, estratégicas, o de coyuntura. Si así fuera, esas mismas razones serían la causa de nuestra desaparición. Es la dimensión ética y moral detrás de todos y cada uno de los hechos de nuestro relato (desde Bereshit hasta la Declaración de Independencia leída por Ben-Gurión en 1948) la que ha sostenido nuestra existencia; de hecho, es nuestra razón de ser. Por eso Israel hace la guerra bajo condiciones únicas en cuanto a los códigos de la misma; por eso Israel debe explicar lo que otras naciones no se molestan en explicar; por eso Israel tiene tantos críticos en su seno como fuera. Las guerras por sobrevivir son siempre guerras éticas; basta con ver el apoyo incondicional del mundo a Ucrania.

Mientras las fuerzas de seguridad de Israel cumplen su cometido en todos los escenarios necesarios, transcurrido Tisha BeAv, pensemos que, al tiempo que seguimos luchando por aquello que trajo consigo la tragedia de la destrucción, nuestra supervivencia, esta también depende de que el “odio gratuito” en el que todavía incurrimos no se salga de cauce. El concepto aplica tanto a nuestros hermanos judíos (hermanos conflictivos como José y los suyos, pero hermanos al fin) como a nuestros semejante no judíos. Una cosa es defenderse, una muy otra es odiar, denostar, subestimar, y desvalorar el valor de la vida del prójimo. “Odio gratuito” es un odio muy caro. Es el mismo odio cuya máxima y extrema expresión fue la Solución Final Nazi. Si fuimos víctimas, procuremos no convertirnos en victimarios.

En siete semanas estaremos llegando a Rosh Hashaná, Iom Kipur, Sucot. Tishrei es el mes de las festividades que celebran el tiempo pero lo trascienden. Será, como cada año, una nueva oportunidad de perfeccionar el “amor gratuito”, la cercanía y la empatía, celebrando las diferencias que nos hacen más inclusivos que nunca.