La legitimidad de un gol
Para su Kesher de Pesaj mi amigo Eliezer Shemtov de Jabad publicó un editorial titulado “¿Fue gol o no fue gol?” (está en https://www.jabad.org.uy/media/pdf/1188/LpVI11883970.pdf).
Con la habilidad que lo caracteriza (si hay un hábil declarante, él lo es), Eliezer usa la analogía del mentado gol que fue habilitado por las “normas del sistema”: el VAR y las reglas de FIFA. También admite que “todos tienen derecho a opinar, no todos tienen el derecho a decidir”. Nada más cierto. Por eso un programa radial como “Ud que opina” de mi amigo de la infancia Sergio Gorzy se sostiene tantos años en el dial y mantiene un rating altísimo; porque todos quieren opinar. O como se titulaba otro programa de nuestra infancia, todos quieren ser “juez por un minuto” (Heber Pinto, legendario relator de fútbol).
Ahora bien: Eliezer también sostiene que “en el fútbol todos, hasta los más fanáticos entienden que hay normas que no están sujetos ni a la opinión popular ni a la filosofía de “cada uno tiene razón”, y una vez decidido por quien está facultado para hacerlo, ya está, ¿por qué es tan difícil entender que funciona de una manera similar en el judaísmo?”
El problema con ésta analogía es que no es correcta: el fallo es irreversible, pero los más fanáticos no lo entienden: para ellos, un fallo adverso es una mentira del mismo modo que Trump sostiene hasta hoy que la elección en los EEUU en 2020 fue ilícita. EEUU se mantiene en vilo por ese discurso y seguramente no sabrá el final de la historia hasta que se diluciden las elecciones de 2024. De igual modo, los más fanáticos sostienen su “fe” y fanatismo en base a que su opinión niega la realidad. Esa es su creencia.
El fútbol como juego está regido por FIFA. La mayoría de las disciplinas deportivas o competitivas tienen un organismo central que las reúne y regula. Cuando no es así, existen convenios. Permítanme un ejemplo de otra área de mi vida: las razas caninas está regidas por estándares que las definen. Sin embargo, no es igual un perro criado bajo el criterio de los EEUU que bajo criterio europeo. Tema actual si los hay, hoy Europa no permite amputaciones ni cirugías; EEUU sí. Hay un Doberman en EEUU y hay un Doberman en Europa. Son la misma raza, pueden cruzarse entre sí, pero el “tipo” de perro es notoriamente diferente.
El Judaísmo no es la FIFA. Hay sistemas que se auto-regulan y que establecen sus verdades, y con ellas, sus propios límites. Jabad Lubavitch es un sistema, y por cierto es complejo, coherente, y poderoso. Merece respeto. Zatmer es otro sistema de iguales características. Por cerrados que sean o parezcan ser, merecen y reciben respeto de judíos fuera de esos sistemas y de no judíos también. Hasta ejercen cierta fascinación.
El Judaísmo Laico, el Movimiento Reformista, o el Masortí (Conservador), o versiones más o menos liberales de la ortodoxia, resultan más abiertas y fáciles de comprender, aunque tienden a confundirse con el entorno. No “parecen” judías. Así como las antes mencionadas llegan a extremos por verse judíos, estas últimas se deslizan entre las multitudes. En el sistema que las regula la vestimenta, las barbas, o los cabellos no son determinantes, no definen nada. Cada cual tiene su sistema, y las diferencias pueden ser notorias o imperceptibles al ojo no entrenado. Como en caso de Jabad, Zatmer, u otras ultra-ortodoxias.
La gran pregunta es: ¿qué nos une? ¿Por qué somos todos judíos? Aunque unos lo seamos en un sistema y otros en otro. ¿Cuál es el denominador común? Lo que nos une es la genealogía de palabra, o en términos judíos, la Torá, la escrita y la oral, cualquiera creamos que es su origen. Todos vamos a las mismas fuentes. Algunos cerraron sus fuentes en un momento determinado de la historia, otras siguen sumando. También hay historia en común, mitos y relatos, costumbres y tradiciones. El sistema judío sefaradí, que permite comer ciertos alimentos en Pesaj que el sistema askenazí no permite, no es invalidado por este último. La diferencia es respetada, aunque no se sienten a la misma mesa. Del mismo modo, podemos no rezar juntos pero no juzgar cómo reza el prójimo.
Volviendo al fútbol: el Judaísmo no es acerca de convertir goles, ni siquiera está circunscripto a una cancha o a un lapso de tiempo del juego. Trasciende tiempo y espacio. El Judaísmo, usando la alusión de Eliezer en relación al día y la noche, conceptos absolutos si los hay, tiene mucho de “bein hashmashot”, ese tiempo que no es ni una cosa ni otra. Pero es. Lo transitamos cada día. Eliezer no elabora sobre el tema (no me cabe duda que podría escribir un tratado), por lo cual aprovecho para hacer mía la imagen: hay espacios ambiguos y ellos también son significativos.
El Judaísmo, como el fútbol, es un “juego” colectivo; pero a diferencia del fútbol, nadie debería querer ganarle a nadie. Deberíamos celebrar los goles que cada uno convierte en esa enorme cancha que nos contiene. Al final del día, todos sabemos las reglas básicas, profundas, las que nos definen y sostienen por generaciones. A veces un “equipo” (sistema) mete un gol y no nos gusta (tanto), pero otras veces el gol lo hacemos nosotros; con que el otro lo admita, bastaría. Nadie lleva el score. No tenemos que demostrarle nada a nadie.