Reflexiones pos Pesaj

El calendario hebreo tiene dos grandes bloques de festividades: Nisán y Tishrei, Pesaj y los Iamim Noraim. En ambos casos las festividades se derraman por sobre los días y semanas siguientes, pero estos son los grandes mojones del calendario.

Pesaj no sólo dura una semana (u ocho días en la diáspora) sino que inicia la cuenta del Omer hasta Shavuot, siete semanas llenas de simbolismos y oportunidades que culminan con la revelación del Sinaí.

Iom Kipur está determinado por Rosh Hashaná y ambos conforman esos diez días de introspección. A su vez, estos determinan los ocho días de Sucot, Shmini Atzeret, y Simjat Torá, otra instancia culminante cuando terminamos de leer la Torá y comenzamos otra vez.

Por si no fuera suficiente, Purim antecede a Pesaj en un mes y Janucá está vinculada (aunque la fuente no sea canónicamente judía) a Sucot por aquel Sucot inconcluso del año 164 AEC.

En definitiva, hay un eje real (Pesaj y derivados) y hay un eje espiritual (Iom Kipur y adyacentes); hay un eje histórico y geográfico (la salida de Egipto, el camino a Sinaí, el tránsito hacia la tierra prometida) y hay un eje que lo trasciende (Iamim Noraim, Sucot, e incluso Januca de la cual el judaísmo rescata lo milagroso). Son dos vectores de nuestra existencia como colectivo.

Las festividades no bíblicas (Purim y Januca también lo son) pero sobre todo “modernas” que hemos incorporado al calendario hebreo se adecuan perfectamente a esta lógica. A partir de la semana próxima y durante dos semanas conmemoraremos Iom Hashoá y Iom Haatzmaut; literalmente traducido, el Día del Holocausto Judío y el Día de la Independencia de Israel.

Históricamente, el primero corresponde con el Levantamiento del Gueto de Varsovia, y el segundo a la Declaración de Independencia leída por David Ben-Gurión. Ambos hechos muy recientes: el Levantamiento en 1943 y la Independencia cinco años más tarde en 1948.

Así como nuestros Sabios de Bendita Memoria (Jazal) construyeron un calendario que sumara significación a la vida judía del exilio (el calendario original era básicamente agrícola y vinculado al culto en el Templo), los “sabios” de la era moderna incluyeron estas fechas conmemorativas en este tiempo tan específico posterior a Pesaj.

No sólo es primavera (hemisferio norte, claro) y ello supone renacimiento, sino que además son fechas con trasfondo histórico, geográfico, y un cierto nivel de realismo. Sea mito o verdad, la salida de Egipto nos funda; del mismo modo, el Gueto de Varsovia y la Independencia de Israel nos vuelven a fundar. Esta vez, además, con certeza histórica. Estas fechas no podían ubicarse en ningún otro período del calendario.

Cuando se decide el Levantamiento del Gueto de Varsovia como acto de resistencia, la primera noche de Pesaj sirve como inspiración y sostén mítico de lo que estaba por acontecer; el momento no fue elegido al azar. Del mismo modo, quiero creer que David Ben-Gurión y sus colaboradores no tuvieron en cuenta sólo la coyuntura histórico-política sino la época del calendario; incluso los hechos más “históricos” adquieren un carácter simbólico específico.

Por todo esto, cuando finalicemos Pesaj el próximo sábado por la noche, entre pizza y birra, de vuelta a la rutina gastronómica tradicional, ya tendremos agendados los solemnes Actos, no exentos de rituales religiosos, que conmemoran esta segunda esclavitud y esta segunda fundación. Entre aquellos sucesos bíblicos y estos modernos han pasado unos tres mil trescientos largos años, según dicen aquellos quienes los cuentan… el concepto subyacente no ha cambiado y nos constituye.

El camino que se inició en aquel primer Pesaj bíblico tuvo un punto culminante cuando en 1948 se declaró la Independencia; tuvo otro cuando en 1967 se unificó Jerusalém. Nuestra historia está llena de momentos culminantes y largos períodos de nomadismo y supervivencia. Incluso si Iom Haatzmaut finalmente acontece ya entrado Iyar, el peso semántico del mes de Nisán no podía ser más explícito. Tener cabal dimensión del mismo sostiene nuestra identidad.