El Chivo Expiatorio
El día central del calendario hebreo es Iom Kipur, el Día de la Expiación. Su centralidad está dada por su contenido y connotación pero, sobre todo, no resiste la prueba del “rating”: es EL día. Son los judíos a través de la historia quienes le han conferido su estatus único. Por ello, y si se tratara de elegir una entre tantas, no sería disparatado afirmar que Iom Kipur es LA festividad que representa el Judaísmo. Por su propia naturaleza, Iom Kipur nos compele a sabernos y confirmarnos judíos una vez al año.
El ritual de Iom Kipur en la Torá está pautado por los sacrificios en el Templo. En Levítico 16 dice: “Tomará los dos machos cabríos y los presentará ante el Eterno a la entrada del Tabernáculo. Y echará suerte sobre ellos, pues uno será para el Eterno y el otro para Azazel.”(7); “Luego, sacrificará el macho cabrío de la expiación, que es del pueblo,…” (15). Sobre el macho cabrío que queda vivo dice: “Y apoyará Aarón sus dos manos en la cabeza del animal y confesará todas las iniquidades de los hijos de Israel y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza de la víctima. Entonces, por medio de un emisario, enviará al animal al desierto.” (21)
No sería descabellado aventurar que el ritual de los machos cabríos en Levítico podría servir como metáfora de la percepción que la opinión pública mundial, en toda su amplitud, y en la opinión pública judía, tiene del rol que juega o debería jugar Israel, como Estado Judío, en el concierto de las naciones. Específicamente hoy en el conflicto bélico en Ucrania, pero en general en el contexto de la conflictividad mundial general, de la cual Israel nunca sale indemne. ¿Cuál de los dos chivos debería ser Israel? ¿El del sacrificio o el de la expiación? Teniendo en cuenta que el primero vive y que el otro es envíado al desierto, ¿cuál de los chivos debería ser?
El problema es que el pueblo judío e Israel han sido, a lo largo de la historia, tanto uno como otro. Lo que el ritual bíblico original sabiamente separa en dos chivos aleatorios, uno que se sacrifica y otro que expía, la tradición occidental ha juntado en una misma entidad. El sacrificio que nos absuelve del error supone la muerte, mientras el recurso de la expiación mediante la liberación en tierras baldías supone una nueva oportunidad. Si el chivo expiatorio y el sacrificial son uno, no tiene chance; si se desdobla, puede cumplir su doble vocación: sobrevivir al mismo tiempo que servir a la Humanidad.
La guerra en Ucrania en sí misma, la crisis de refugiados que ha sumado a un mundo ya desbordado por ellos, los sutiles equilibrios geo-políticos que cada país busca mantener, el cuidadoso andar de cada potencia en el entorno delimitado por los delirios de Putin, son todos, además de hechos concretos, signos y señales que representan el deseo de cada país involucrado de no convertirse, precisamente, en el chivo que reúna tanto la expiación como el sacrificio. Parece legítimo el derecho a involucrarse hasta cierto punto y en ciertas condiciones, pero no en otras.
Al mismo tiempo, y tanto desde fuera como desde dentro mismo del Judaísmo, se espera que Israel asuma su doble condición expiatoria y sacrificial. Israel no será sacrificado para complacer a la demanda de turno; mucho menos correrá al destierro llevando consigo los errores y desatinos de la Humanidad. Ha sido muy fácil sacrificar y expiar a través de los judíos y ahora también de su Estado, Israel. Sin embargo, hace dos mil años que los judíos expiamos, colectivamente, por medio de la palabra. El sacrificio ya no es una opción; en todo caso hemos sido víctimas del mismo.
En la era sionista de la historia de los judíos no hay lugar, hace ya milenios, para sacrificio de ningún tipo, y la única expiación posible es la redimible por la acción y el discurso. Quienes demandan más de Israel como Estado judío no terminan de entender que Israel no sólo no sacrifica a sus hijos (Génesis 22); hoy tampoco sacrifica al carnero. Israel sigue manteniendo ese sutil, ambiguo equilibrio entre su misión en la Historia y la supervivencia que esa misión demanda. Pedirle a Israel lo que no está a su alcance es volver a ponerla en la posición histórica de la cual se ha corrido hace más de un siglo: dejar de ser el chivo expiatorio mediante su sacrificio.
Cuando la Humanidad quiera pedir perdón por Ucrania, algún día, contará con Israel para llevar adelante el proceso. Tenemos las ideas, tenemos los medios, y tenemos la fortaleza. Cada año en Iom Kipur expiamos, sin sacrificios, mediante la palabra, la generosidad, y la justicia social en toda su amplia acepción.