Sionismo NO es Colonialismo
Uri Misgav, Haaretz 6 de enero de 2022
El sionismo no es un colonialismo, a pesar de los esfuerzos de las políticas de culpa e identidad por colocarlo bajo este título. El colonialismo es un fenómeno histórico por el que las potencias europeas (el “Viejo Mundo”) se apoderaron de zonas de África, Asia y América (el “Nuevo Mundo”) y desarrollaron allí colonias para sus ciudadanos, quienes desposeyeron a los habitantes nativos y explotaron sus recursos naturales. ¿Qué gran potencia envió a los judíos a colonizar Palestina a principios del siglo XX? ¿La Rusia zarista, en la que los judíos fueron restringidos y perseguidos? ¿Gran Bretaña, que administró Palestina bajo un mandato internacional y restringió la inmigración y la posibilidad de asentarse allí de los judíos? ¿Fue Alemania, que aprobó una legislación racial en su contra y luego se dedicó a exterminarlos? ¿O quizás fueron Yemen, Marruecos o Irak?
En Palestina-Tierra de Israel, se desarrolló una lucha nacional con características religiosas y culturales, simultáneamente con las turbulencias a nivel global (las dos guerras mundiales, la disolución de los imperios, el comienzo de la Guerra Fría). La mayoría de los judíos llegaron aquí después de los palestinos, algunos de los cuales se establecieron aquí como resultado de los cambios poblacionales durante el Imperio Otomano. Los judíos no vinieron a “una tierra sin un pueblo que la habitara”: eso fue una tontería condescendiente, una ceguera deliberada. Pero a favor de ellos, y hay que decirlo, está el hecho de que hasta 1948, pagaron por la tierra en la que se establecieron. La comunidad internacional reconoció la necesidad de dividir la tierra en dos estados-nación. La guerra que estalló a raíz de la resolución de la ONU, a iniciativa de los árabes, fue una cuestión de vida o muerte. Cuando terminó, con los acuerdos de alto el fuego, el sionismo había logrado su objetivo declarado: establecer un hogar nacional para los judíos dentro de fronteras defendibles e internacionalmente reconocidas.
Los habitantes de los asentamientos se consideran herederos del proyecto sionista y se comparan con los kibbutzniks y moshavniks que establecieron las fronteras de la nación mediante el rifle y el arado. Pero están haciendo precisamente lo contrario: sus acciones socavan el sionismo. No permiten que Israel esté seguro dentro de fronteras defendibles e internacionalmente reconocidas. Son la antítesis de los sionistas: aspiran a mantener a Israel en un limbo perpetuo, con parte de su territorio efectivamente retenido mediante una ocupación militar opresiva y expulsora. Eso ya es colonialismo. Los asentamientos son colonias pobladas por ciudadanos de una potencia regional (Israel) en un territorio que nunca fue anexado a él, y a cuyos habitantes originales se les niegan los derechos básicos en casi todos los ámbitos de la vida.
Los colonos fuera de los bloques de asentamientos adyacentes a la barrera de separación (una de las dos fronteras orientales oficiales de Israel, que incluye un obstáculo físico y cruces fronterizos) imponen al estado y a su ejército líneas defensivas imposiblemente largas y desprovistas de cualquier lógica estratégica. Cuando Akiva Novick proclama que “un verdadero derechista sube a Homesh”, también está proclamando que un verdadero derechista no es sionista. Homesh es una absoluta estupidez, al igual que cualquier otro asentamiento intrusivo y aislado dentro del espacio palestino. Por una buena razón, Ariel Sharon aprovechó la retirada de Gaza para evacuar Homesh y algunos otros del mismo tipo. No mucho antes de caer en coma, reconoció la estupidez estratégica del emprendimiento de los asentamientos al que había dedicado la mayor parte de su vida y esfuerzo, y trató de llevar a cabo el “plan de realineación”, para deshacerse de la mayor cantidad posible de asentamientos tales como Homesh, Itamar y Yitzhar.
Novick también lamenta la desconexión. En su opinión, Israel debería seguir estando en Gaza. Incluso cuando hablan y escriben con elocuencia, sin blandir una Uzi, los colonos ideológicos se oponen a cualquier retirada del territorio capturado después de 1948, porque saben que eso serviría a la lógica estratégica del sionismo pragmático, no a la lógica mesiánica del proyecto de asentamiento post-sionista. En estas páginas, Israel Harel a menudo se lamenta por la retirada de Israel del Líbano. La semana pasada afirmó que Menachem Begin se equivocó cuando levantó los asentamientos de Rafah como parte del tratado de paz con Egipto.
Los políticos no mesiánicos que lanzan al aire palabras en apoyo de los colonos se están mintiendo a sí mismos. Así, después del ataque terrorista más reciente, tuvimos a Gideon Sa’ar declarando: “En respuesta, necesitamos fortalecer la ieshivá en Homesh”, y el primer ministro Naftali Bennett nuevamente proclamó que “Los colonos son nuestro escudo defensivo”. Fuera de los bloques de asentamientos, son exactamente lo opuesto a un escudo defensivo y al sionismo.
Traducción: Daniel Rosenthal