«Malo para los judíos»

Donniel Hartman, Times of Israel 31 de diciembre de 2021

El ministro de Defensa, Benny Ganz, es “malo para los judíos”, al menos según la oposición, debido a su reciente reunión con el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas. Y el primer ministro Naftalí Bennett y su gobierno están traicionando el “carácter judío de Israel” por incluir a Mansour Abbas y a su partido árabe israelí Ra’am en la coalición. Bienvenidos al nuevo frente de la división política de Israel. Si Yitzhak Rabin fue tildado de traidor por supuestamente traicionar a Israel, los nuevos “traidores” están traicionando no solo a Israel, sino a su identidad judía y a todo el pueblo judío.

Los ecos de esta dicotomía distorsionada comenzaron a surgir en los últimos años. Cuando Elor Azaria, el soldado de las FDI que mató a un terrorista palestino maniatado, fue juzgado por homicidio, sus defensores se etiquetaron a sí mismos como “los amantes de los judíos”, en oposición a los que eran los “amantes de los árabes”. Cuando el entonces primer ministro Netanyahu trató de movilizar su base el día de las elecciones de 2015, advirtió que los árabes estaban “saliendo masivamente” para votar, con lo que eran una amenaza para el carácter judío de Israel. Y cuando alguna gente de derecha defendió la deportación de los solicitantes de asilo y de los trabajadores migrantes de Sudán y Eritrea, también se argumentó que estaban socavando la identidad judía de Israel, como si 35.000 personas pudieran amenazar al estado judío.

El discurso israelí, lamentablemente en detrimento del país, permite que los grupos ideológicos dominen términos esenciales para nuestra identidad. El más dañino es “datí”, que significa tanto “religioso” como “ortodoxo”, como si esos términos fueran intercambiables. Todos los que no son ortodoxos están incluidos en la categoría de “lo datí”, no religiosos. El expresidente Rivlin reflejó este monopolio lingüístico en su famosa formulación de las cuatro tribus de Israel: los ultraortodoxos, los religiosos sionistas ortodoxos, los seculares y los árabes. Este tipo de discurso ha derivado en décadas en que los israelíes fueron efectivamente categorizados como principalmente israelíes, en lugar de judíos, ya que esto último es una categoría religiosa y, después de todo, son “lo datí”.

De manera similar, el lenguaje simplista aplicado a la división entre el “campo de la paz” y los “leales a la Tierra de Israel” ha aplastado gran parte del pensamiento y las políticas de Israel. Bajo los monopolios reclamados por cada uno, la izquierda posee un compromiso exclusivo con la paz, mientras que la derecha posee el compromiso con la tierra, como si la izquierda no estuviera conectada con nuestra patria histórica y la derecha no tuviera aspiraciones de paz. El precio de esta falsa dicotomía es negarle a la mayoría israelí, que no se identifica con la izquierda, un lenguaje para articular su visión de un futuro más allá del punto muerto actual.

¿Qué ha sucedido con el compromiso fundamental de Israel con llevar a cabo negociaciones de paz incondicionales, en cualquier momento y en cualquier lugar? Un compromiso que declaramos con orgullo como el núcleo de nuestro carácter judío, porque “nadie está tan comprometido con la paz como el pueblo judío”. Un compromiso que siempre argumentamos que es lo que nos distingue de ellos. Una de las razones por las que ha desaparecido es porque, en el discurso actual, el compromiso con la paz ya no es una expresión de los valores judíos fundamentales, sino una traición al pueblo judío. Implica reconocer y comprometerse con “ellos”, un movimiento que invariablemente significa ser desleales hacia “nosotros”.

Una vez que una categoría es monopolizada en el lenguaje público, puede llevar décadas liberarnos de las limitaciones que impone. Solo en las últimas dos décadas la sociedad israelí finalmente ha comenzado a abrazar la complejidad de la religiosidad “lo datí” y a darle un lugar a las complejas identidades judías “tradicionalistas” masortí y liberal. Pero incluso hoy en día, las escuelas públicas judías “lo datí” (“escuelas seculares”) todavía reciben solo 2-3 horas a la semana de financiamiento para sus estudios judíos, en comparación con las 10-15 horas de las escuelas ortodoxas. Incluso cuando Israel finalmente está rompiendo el monopolio del rabinato estatal sobre la certificación de la kashrut y las conversiones, las nuevas opciones permanecen limitadas a las variedades de la ortodoxia.

No podemos darnos el lujo de permitir que un nuevo monopolio sobre el judaísmo, una versión estrecha e insidiosa de la derecha política, se arraigue en la sociedad israelí. Esta versión del ser judío, que se adjudica defender los intereses judíos, ya no habla de valores judíos, y ciertamente no de ética judía, y para nada de responsabilidad ética por los no judíos. En cambio, su valor principal es el poder sin limitación, un nacionalismo rayano del fascismo y el racismo. Aboga por el juego de suma cero, en el que cualquier preocupación por los derechos árabes socava los derechos judíos, y donde la preocupación por el sufrimiento palestino en Judea, Samaria y Gaza es una antítesis de la preocupación por la seguridad de Israel y el bienestar de los judíos.

Paradójicamente, incluso cuando proclama una profunda lealtad al carácter judío de Israel, esta versión de la derecha política exige que se le permita a Israel tener los mismos defectos morales de todo el mundo. Judía en su demografía y en su monopolio ortodoxo, pero completamente secular y “normal” en su política exterior y el uso del poder.

Este intento de monopolizar quién es bueno para los judíos y quién está realmente comprometido con el carácter judío de Israel está pasando a formar parte de la corriente principal y está siendo manipulado para obtener beneficios políticos. No podemos permitir que el discurso político y moral en Israel se convierta en una dicotomía entre la lealtad judía y los valores liberales universales. Entre los que aman a los judíos y aquellos cuya lealtad es para “ellos”. Entre los que aman a Israel, los judíos y la tierra de Israel, y los comprometidos con el así llamado camino autodestructivo de los valores liberales asimilacionistas.

En la patria del pueblo judío, debemos asegurarnos de tener un judaísmo que refleje nuestros valores más nobles. Esos valores incluyen la noción de que todos los seres humanos fueron creados a imagen y semejanza de Dios, y que lo que es odioso para ti, no se lo hagas a los demás. Ese Israel que es más judío cuanto más busca la paz. Ese Israel que es más judío cuando tanto judíos como no judíos reciben justicia, derechos y respeto. Ese Israel que es más judío cuanto más se deja guiar por sus valores y aspiraciones de un futuro más esperanzador, tanto para Israel como para nuestros vecinos. Que sabe que el racismo, la xenofobia y el fascismo son malos para los judíos, y que no se debe permitir que reflejen la esencia del judaísmo ni que tengan un punto de apoyo en el estado judío.

Si hay una dicotomía entre ellos y nosotros, es entre quienes abrazan esta dicotomía y quienes la rechazan.

Traducción: Daniel Rosenthal