Get Back

Hace un año cuando se cumplieron cuarenta años redondos del asesinato de John Lennon escribí una extensa editorial con una serie de apreciaciones y asociaciones que, releídas, creo que siguen vigentes un año después. Para quien quiera leerlo, porque la idea es no repetirme, ir a http://tumeser.com/2020/12/09/john-lennon/

Recuerdo haberme enterado del hecho cuando todavía vivía en Israel, ya finalizados mis estudios de grado. Había amanecido en una calle aledaña al hoy afamado, bohemio, cosmopolita, y parquizado Bulevar Rostchild, a pocos metros del Teatro Habima y el Auditorio Mann. La arquitectura bauhaus predominaba en la zona pero aún no había sido reciclada ni elevada a su actual categoría de museo urbano.

(Rostchild era uno de los pocos y modestos bulevares que atravesaban Tel-Aviv. Si mal no recuerdo, y un mapa siempre ayuda, viniendo de norte a sur están los bulevares Nordau, Ben-Gurión, y Rostchild. Mientras que los primeros tenían un desarrollo este-oeste y morían en el mar, como diría el montevideano Jaime Roos, el Rostchild hacía una curva norte-sur-oeste; pero hasta hoy se interrumpe dónde comienza Neve Tzedek, que por entonces no era sólo un barrio muy viejo sino también muy pobre).

En ese contexto urbano nos despertó la radio israelí en las noticias de la hora en punto; en un país todavía por entonces cerrado sobre sí mismo en lo cultural, que la radio oficial abriera el noticiero con el insuceso era doblemente sorpresivo. La noticia fue sorpresa, no cabe duda, aun tratando de evocar el momento cuarenta largos años más tarde… pero dudo que tuviéramos cabal noticia de su trascendencia. No porque no supiéramos ni disfrutáramos a los Beatles; con escasos veintipocos años nos faltaba noción de tiempo. Lennon moría con cuarenta años, pero ninguno de nosotros, entonces, podía imaginar que cuarenta años más tarde estaríamos hablando de él, de su legado, de los Beatles, y sobre todo, escuchando su música. Volviendo a escucharla.

En estos días se ha estrenado en streaming “Get Back” el documental de Peter Jackson, que primero fue una canción de McCartney, parte del álbum Let it Be, y testimonio, en un documental menos ambicioso y más modesto, sobre el último concierto y el final del grupo como tal. Seguramente el muy extenso documental de Jackson, que todavía no vi pero sobre el cual he leído y escuchado, ponga en su lugar algunos mitos y prejuicios sobre la disolución de la banda. Aparentemente, Yoko no era tan bruja, John no estaba tan perdido alrededor suyo, y George estaba harto de la predominancia de Paul; esto último lo sabíamos todos desde siempre. Jackson rescató detalles.

Por sobre “Get Back” o el asesinato que impidió envejecer a Lennon del modo en que envejeció Mick Jagger, permanecerá la música. Sólo ella puede sostener un documental de tal magnitud, un ícono como Lennon, y la vigencia beatle de todos estos años. En ese sentido, como escribí hace un año, Paul se transformó en el apóstol de la banda y seguía, hasta marzo de 2020, siendo la única chance de sentir algo parecido a lo que sintió la generación que atravesó la Beatlemanía. Mientras tanto, cada triste aniversario es una buena oportunidad de seguir ahondando en la trama de uno de los fenómenos culturales más significativos de la cultura occidental; un fenómeno con el sello del siglo XX que sigue iluminando y sonando en el siglo XXI.

Algún día no habrá más nadie que recuerde dónde estaba cuándo asesinaron a John Lennon. Nadie podrá ya recordar el entorno, la coyuntura, o la etapa de la vida en que el hecho lo sorprendió. Sin embargo, la música seguirá sonando y su iconografía seguirá vigente. Eso es el arte. Como el bauhaus en Tel-Aviv, hace ya años rescatado del ostracismo y transformado en símbolo.