Imaginando una Congregación
Rabino Benjamin Goldschmidt
Prédica sobre Parashá Toldot 5782, Servicio de Shabat celebrado en The Harold Pratt House, Nueva York, NY, EE. UU. (*)
Con el permiso de mi padre (mi maestro), de mi madre (mi maestra), de mi esposa (definitivamente mi maestra) y de mis amigos… mis maestros: Hoy tengo sentimientos encontrados. Un sentimiento de gratitud y un sentimiento de dolor. Estoy agradecido con el Todopoderoso y con todos ustedes por todo lo que han hecho. Por los que están aquí y por los que no lo están. Pero también siento mucho dolor. Esta no es una situación ideal. Cuando hay una disputa familiar, no hay vencedores. Y somos una familia, una comunidad, un solo pueblo.
Recuerdo que cuando era niño, una vez caminando hacia la Sinagoga Coral de Moscú con mi padre, una persona obviamente ebria se acercó a mi padre en lo alto de la calle Archipova. Vio el sombrero rabínico de mi padre, su barba, y le preguntó: “Acabo de leer los ‘Protocolos de los Sabios de Sión’. ¿Es cierto que ustedes los judíos realmente controlan el mundo entero?” Mi padre le contestó: “Ven, acompáñame a la sinagoga y verás que ni siquiera podemos controlar nuestras propias sinagogas”.
Esta semana, podemos tener una idea del gran viaje de Jacob. Su lucha con su hermano mayor Esav comienza en el útero y continúa durante la infancia, la adolescencia, durante su lucha por la primogenitura y luego por la bendición de su padre. Dijeron: “¿La bendición para Jacob? ¡Pero si es un simple hombre que habita en las tiendas! Ni siquiera tiene una licenciatura”.
Pero como leemos hoy del último profeta bíblico, Malaquías, la lucha continúa mucho después de sus muertes. La parashá que describe su lucha con su hermano en realidad termina con una nota muy triste: Jacob recibió la bendición, pero perdió a su familia. Perdió su hogar. Se ve obligado a huir de la casa de su amada madre y del padre que guía sus pasos, y ahora se dirige hacia más de dos décadas de exilio, donde deberá reconstruir su vida.
La parashá de la próxima semana comienza con él acostado por la noche sobre las frías piedras del monte Moriá. Y es en el punto más bajo de su vida, que comienza a soñar. En ese punto, cuando está empobrecido, cuando corre por su vida, solo entonces es capaz de imaginar finalmente “esta es la casa de Dios, esta es la puerta del Cielo”. Ve una escalera que está apoyada en la tierra, pero toca los cielos. Y esa es la base del futuro santuario judío: el monte Moriá, donde se construirán los Templos. Es solo cuando pierde su hogar que comienza a preguntarse cómo puede ser un santuario. ¿Qué se supone que es?
Busquemos inspiración en Jacob. Tratemos de imaginar cómo se supone que debe ser un santuario del siglo XXI, un santuario que atraiga e involucre a la próxima generación. Mientras hablamos de la construcción del santuario del siglo XXI, pienso en el Rabino Moshe Feinstein, un gran rabino ruso de Luban, que tuvo que escapar a los Estados Unidos en 1937, mudándose al Lower East Side. En muchos sentidos, fue uno de los padres fundadores del judaísmo ortodoxo estadounidense. Solían bromear diciendo que cuando los estudiantes estudiaban para su ordenación rabínica, la única pregunta que debían responder era: ¿saben el número de teléfono del Rabino Moshe Feinstein? Era un rabino de rabinos, sabía la respuesta a todas las preguntas. Y en su obra magna Igrot Moshe, escribe extensamente sobre lo que significa construir una sinagoga, lo que significa establecer un santuario, algo que el rabino Harel Gordon resume maravillosamente en su análisis de la responsa de Rav Moshe.
Hay cuatro conceptos que quiero discutir con ustedes hoy: inclusión, esencia, santidad y comunidad.
Inclusión: El rabino Pinchas Teitz de Elizabeth, Nueva Jersey, le escribió a Rav Moshe en 1953, sobre una persona con discapacidad visual que necesitaba un perro guía para entrar a la sinagoga. ¿Se le permite entrar a una sinagoga con un perro? Y aunque algunas posiciones rabínicas como la de Chelkas Yaakov (Rav Mordejai Yaakov Breish de Zurich) consideraban inapropiado traer un animal al santuario, Rav Moshe se esforzó mucho para encontrar una solución a este dilema. Argumentó que, si prohibimos a esta persona, cuyo único medio de asistir a un servicio es con un perro, la persona nunca tendrá la experiencia del Shabat colectivo, del shofar, de la lectura de la Torá, de Iom Kipur. Y, por lo tanto, Rav Moshe escribe que debería permitirse, y que, tal vez, esto no se considere una falta de respeto a la sinagoga, ya que el propósito del perro es l’tzorej mitzvá, para permitir cumplir una mitzvá. Rav Moshe también falló en contra del uso de micrófonos en las sinagogas en Shabat, pero una semana después de eso, escribió una responsa que permitía a aquellos que tienen una discapacidad auditiva usar audífonos – que comparten una tecnología similar – en Shabat, para que puedan participar en la experiencia del Shabat. Este no es el lugar para entrar en los detalles halájicos de la diferencia entre un micrófono y un audífono, pero se puede ver la sensibilidad que tuvo Rav Moshe al incluir a todas las personas en la asombrosa experiencia comunitaria.
El siguiente punto del que quiero hablar es la esencia. Una sinagoga debe ser un santuario para la oración y el estudio de la Torá. Existen limitaciones significativas sobre los tipos de actividades que están permitidas en una sinagoga, reuniones que no tienen un significado espiritual específico en relación a ella. Pero la comunidad judía estadounidense expandió la noción de lo que podría ser una sinagoga, no solo para ser un lugar de culto, sino también para ser un lugar donde la gente pueda reunirse para socializar, celebrar, ir a conciertos, asistir a exposiciones y otras actividades culturales. La comunidad en general creó la idea del “shul with a pool” – una sinagoga con piscina – con el fin de involucrar a más personas y crear un centro comunitario. En 1963, Rav Moshe discutió el uso de un salón social de una sinagoga para “propósitos mundanos”. Escribe que, aunque el salón social no tiene santidad, y puede ser usado también para otras actividades, no debería ser usado para jugar a las cartas o para un bingo. Si bien el centro comunitario de la sinagoga puede y debe ser un lugar para actividades comunitarias y para llevar adelante la vida espiritual y cultural, el fin no siempre justifica los medios. No basta con que la gente pase por la puerta de una sinagoga; una sinagoga debe ofrecer esencia espiritual en todas sus actividades.
Santidad. Cuando se construye una comunidad, los inmuebles siempre son un problema (no solo en el Upper East Side). Surgió la pregunta de si está permitido convertir el edificio de una iglesia en una sinagoga. En el siglo XVII, el rabino Avraham Gombiner, conocido por el nombre de su obra, Magen Avraham, y Jafetz Jaim, ambos permitieron esa conversión. A pesar de que de acuerdo con la letra de la ley esto estaba permitido, Rav Moshe se sentía incómodo con este enfoque y exigió que se hiciera un cambio arquitectónico significativo antes de que el edificio de una iglesia pudiera usarse como sinagoga. Quizás en su comprensión de los judíos estadounidenses, que son muy visuales, entendió que el espacio físico debe reflejar la santidad judía que busca mantener.
En el siglo XX, la comunidad judía estadounidense más amplia tuvo tres logros principales con respecto al pueblo judío: defender la memoria de la Shoá, defender y respaldar al recién nacido Estado de Israel y apoyar y participar en la lucha por los judíos soviéticos. Estos logros definieron y fortalecieron el compromiso judío durante generaciones. Si bien debemos continuar con estos esfuerzos, estos grandes logros no serán suficientes para mantener dentro del judaísmo a los jóvenes de las próximas generaciones. Como me han dicho muchos judíos, muchos de ellos sienten que son judíos por un sentimiento de culpabilidad. Cuando se enfrentaron a las decisiones fundamentales de sus vidas, coqueteando con la asimilación, sus padres se levantaron la manga y les mostraron un brazo tatuado: fue suficiente para mantenerlos dentro del redil. Para la próxima generación, no será suficiente hacerlos sentirse culpables para que continúen dentro del judaísmo: tendremos que atraerlos, para involucrar tanto sus mentes como sus almas. No será suficiente demostrar que Hitler estaba equivocado. Debemos demostrar que Abraham, Sara, Isaac, Rebeca, Jacob, Raquel y Lea tenían razón.
Esta generación ha tenido la bendición de crecer en una época con un Estado de Israel poderoso. Esta generación no se mantendrá cerca simplemente librando cheques a favor de causas judías; necesitará la esencia para comprender la profundidad y la sabiduría de nuestra Torá. Nuestros santuarios deben elevar nuestras existencias mundanas, traer espiritualidad a nuestras vidas, hacer que la observancia judía sea significativa y santificar nuestras relaciones.
Finalmente, comunidad: Hay dos palabras en hebreo para comunidad, “eidá” y “kehilá”. Escuché del rabino Ephraim Mirvis, el Gran Rabino del Reino Unido, la siguiente explicación sobre la distinción entre las dos: Imagínense entrando en un espectáculo de Broadway y encontrando su asiento; imagínense que la persona sentada a su lado les desea buenas noches al comienzo del espectáculo. Ese es un lindo gesto. Probablemente ustedes responderían de la misma manera. Ahora imagínense que después de comenzar el show, su vecino les susurra al oído y les pregunta: “Dígame, ¿a qué se dedica?”. Eso es algo que definitivamente parecería descortés, grosero, fuera de lugar. Lo más probable es que ustedes intentarían ignorarlo. ¿Qué pasaría si al final del espectáculo los invita a cenar con él en su casa? Ese es el punto en el que probablemente piensen en llamar a la policía.
Ahora imagínense un escenario similar en una sinagoga. Entran por primera vez y la persona sentada a su lado les da la bienvenida con un cálido Shabat Shalom. Luego pregunta de dónde son y qué hacen. Y al final de los servicios, los invita al kidush de Shabat en su casa. Eso sería muy bienvenido, e incluso hermoso. ¿Cuál es la diferencia entre un espectáculo de Broadway y la sinagoga? La respuesta es sencilla: en un espectáculo de Broadway no hay nada que te vincule con la persona sentada a tu lado. Uno simplemente va a presenciar lo que está sucediendo en el escenario. Por casualidad, lo presenciaron juntos. Esa es una eidá, de la palabra eidut, que significa ‘testimonio’. Pero una kehilá, es algo diferente. Una kehilá no tiene que ver con una observación pasiva de lo que está sucediendo en el púlpito. Una comunidad ideal es aquella en la que los miembros están activos, interconectados, apropiándose de los destinos de su comunidad.
Somos todos nosotros, los miembros colectivos de la comunidad, los que nos vemos obligados a soñar, a imaginar cómo puede ser una sinagoga impulsada por la inclusión, la esencia, la santidad y la comunidad.
Soñemos juntos. Shabat Shalom.
Traducción: Daniel Rosenthal