Las fisuras que dejó Rabin
Liat Collins, The Jerusalem Post, 21 de octubre de 2021
Quisiera poder escribir que el país honró la memoria de Yitzhak Rabin esta semana, en el 26º aniversario de su asesinato, pero usar el término “honor” induciría a error. Ha pasado más de un cuarto de siglo desde esa terrible noche en la que el Primer Ministro fue asesinado por un asesino judío al final de acto político en Tel Aviv, y cualquier legado que Rabin haya dejado, no fue uno de unión.
Si se derramaron lágrimas durante la ceremonia en la Knesset o en el memorial junto a su tumba en el cementerio del Monte Herzl de Jerusalén, es muy probable que sean lágrimas de frustración. Y aún vendrán más… El asesinato de Rabin tuvo lugar en la fecha hebrea del 12 de Jeshvan (esa es la razón de las ceremonias oficiales de esta semana) pero, para la mayoría de la gente, la fecha grabada para siempre en nuestra memoria colectiva es la del 4 de noviembre de 1995, y es la fecha del mes de noviembre la que recibe más atención.
Todos los años hay debates, discusiones y se publican una miríada de artículos sobre Rabin antes del aniversario gregoriano de su muerte. Lamentablemente, no importa cuántos años hayan pasado, muchos predicarán sobre la necesidad de evitar la incitación mientras lo que hacen es precisamente eso.
Cualquier israelí mayor de cierta edad recuerda dónde estaba el momento en que se enteró de que Rabin fue asesinado a tiros por Yigal Amir. Fue el “momento Kennedy” de Israel. Pero lo que se ha desvanecido es el recuerdo de quién era Rabin y lo que hizo, tanto para bien como para mal. De hecho, ha crecido una generación que no conoció a Rabin en tiempo real, sino solo a través de lemas y clichés que no reflejan al hombre de la vida real. Como reportera parlamentaria de The Jerusalem Post durante esos años críticos del proceso de Oslo, yo vi a Rabin y a otros líderes de cerca. Yitzhak Rabin era solo un ser humano, ni un santo ni el demonio.
El legado de Rabin incluye el tiempo que pasó como Jefe del Estado Mayor de las FDI en la Guerra de los Seis Días; el Ministro de Defensa que ayudó a las FDI a recuperarse después de la guerra de Iom Kipur y el Primer Ministro que ordenó la Operación Entebbe. En el Ishuv previo al Estado, y siendo un comandante del Palmaj, Rabin participó en acciones audaces, pero siguiendo las órdenes de David Ben-Gurion también participó en la operación letal contra el Altalena, que llevaba a bordo nuevos inmigrantes y también armas destinadas a grupos paramilitares que no querían formar parte de las nacientes FDI.
Empujado por su némesis dentro del Partido Laborista, Shimon Peres, Rabin fue el Primer Ministro que firmó los Acuerdos de Oslo con el líder de la OLP, Yasser Arafat, pero también firmó un tratado de paz, bastante más popular, con la vecina Jordania. Sufrió una transformación dramática, dejando de ser el tipo de línea dura que expulsó a cientos de miembros de Hamas al Líbano, para pasar a ser una paloma ganadora del Premio Nobel de la Paz, junto a Peres y (al architerrorista) Arafat.
Este año escuché discursos que describían a Rabin como un líder social que intentaba unir al país. Esta es la versión de Rabin atesorada por personas que, o no lo conocieron, o que aún mantienen la misma actitud desdeñosa que él tenía cuando algo estaba relacionado con “los colonos”. A menudo pienso que si no hubiera muerto de la forma en que lo hizo, su discurso en la Knesset, en el que comparó a los residentes de los Altos del Golán que se oponían a la retirada con “hélices giratorias”, continuaría atormentándolo. Si los Altos del Golán hubieran sido entregados al régimen de Assad en Siria, como quería Rabin, es difícil imaginar que el resultado hubiera sido la paz en el Medio Oriente.
El período de conmemoración de Rabin cada año está marcado por preguntas incontestables de “¿qué hubiera pasado si…?”: ¿Qué le habría pasado a Oslo si Rabin no hubiera sido asesinado? Si bien la izquierda a menudo afirma que el asesinato de Rabin mató al proceso de paz, éste ya estaba literalmente explotando antes de que le dispararan a Rabin. La izquierda se centra en la incitación que precedió a su asesinato (en parte por agentes provocadores del Shin Bet como Avishai Raviv), pero los atentados suicidas palestinos que acompañaron al proceso de Oslo también tuvieron su rol en el asunto.
No hay forma de saber si Rabin habría continuado por el camino que estaba tomando Peres o si hubiera dado un giro de 180 grados. Creo que es poco probable que hubiera sido reelegido como Primer Ministro, ya que el número de “víctimas del proceso de paz” siguió aumentando. La paz verdadera es para prevenir muertes, no para provocarlas. Durante años, la izquierda ha monopolizado el dolor por el asesinato, señalando con un dedo acusador a cualquiera a la derecha del centro y a toda la comunidad religiosa.
El Primer Ministro Naftali Bennett describió esta semana cómo volvió a llevar una kipá como oficial de las FDI tras el asesinato de Rabin, como un mensaje a los soldados bajo su mando contra la demonización del sector religioso. En la ceremonia de la Knesset, Bennett dijo: “Espero que desde el asesinato hayamos aprendido lo peligrosa que es la violencia y hasta qué grado es una clara línea roja. Espero que también hayamos aprendido que no podemos silenciar a poblaciones enteras en nuestra sociedad, que no podemos difamar a toda una población si un individuo dentro de ese público comete un crimen o peca. No fueron la derecha ni los religiosos quienes asesinaron a Rabin. Yigal Amir asesinó a Rabin”. Bennett advirtió que la venganza y el odio podrían llevar a “perder todo lo que nos es caro, incluyendo, Dios no lo permita, el Estado”.
El Ministro de Relaciones Exteriores, Yair Lapid, quien reemplazará a Bennett como Primer Ministro en un acuerdo de rotación, no pudo resistirse a aprovechar la sesión plenaria conmemorativa especial para realizar disparos políticos, diciendo: “Hay una línea clara que se extiende entre el asesinato de Rabin y el año pasado. Ambos son parte de la gran lucha israelí. No entre la derecha y la izquierda, sino entre quienes creen en la democracia y quienes intentan destruirla…” “Los Primeros Ministros se cambian en las urnas, así que [lo] cambiamos. A pesar de todas las dificultades del año pasado, es mejor tener tres rondas de elecciones que tres rondas de balas de un arma”.
COMO SIEMPRE en el juego de “¿quién tiene la culpa?”, cuando se trata del asesinato de Rabin, es el ex primer ministro Benjamin Netanyahu quien se llevó la peor parte. Netanyahu, como líder de la oposición, decidió no participar en la ceremonia junto a la tumba y en el evento en la residencia del Presidente, en presencia cercana de la familia Rabin, y solo asistió al acto memorial en la Knesset. Según explicó desde el plenario, “hablando desde las profundidades de mi corazón. Durante 26 años, año tras año, hay quienes usan los días de conmemoración de Yitzhak Rabin para atacar a una gran parte de la gente y [la persona] que la representa. A lo largo de todos estos años he escuchado mentiras hirientes sobre el ala política que represento y sobre mí personalmente, pero he apretado los dientes y me he reprimido. Cumplí con mi deber como Primer Ministro de acuerdo con el protocolo del Estado. Por supuesto, cuando llegué me preguntaron por qué estaba allí, y ahora que no fui… dicen ‘¿Por qué no vino?’…“ Netanyahu recordó cómo, incluso antes del asesinato, había condenado en la Knesset la incitación contra Rabin (algo que yo también recuerdo en al menos una ocasión).
Tanto en la tumba como en la residencia del Presidente, el nieto de Rabin, Yonatan Ben Artzi, atacó a Netanyahu sin mencionar su nombre, diciendo: “Después de muchos años de miedo y parálisis, los israelíes se mantuvieron firmes… frente a una cultura de tiranía y mentiras, el espíritu israelí ganó. El gobierno del pueblo prevaleció sobre el gobierno del individuo”.
El Presidente Isaac Herzog, cumpliendo con su nuevo cargo, intentó actuar como unificador. “Nosotros, los funcionarios electos y los servidores del público, tenemos el deber primario de moderación, cautela y tranquilidad”, dijo. “Nuestras palabras, y las palabras de quienes están cerca de nosotros, son el material más combustible en las manos de los guerreros del teclado y los matones de la calle. Liderazgo significa responsabilidad… Responsabilidad por la sensibilidad y la inclusión, por el punto de vista del otro, incluyendo a aquellos que tienen opiniones a las que nos oponemos”.
La política se ha vuelto más polarizada en todo el mundo, particularmente en una era de redes sociales y de una pandemia global. Pero todos los israelíes pueden decidir si utilizar el aniversario del asesinato de Rabin para tratar verdaderamente de curar las fisuras sociales o para seguir tratando de obtener avances políticos estrechos. Después de 26 años, como sociedad, deberíamos tener la madurez de encontrarle la vuelta a cómo avanzar, juntos. Eso requiere que los eventos estatales y los servicios memoriales se mantengan apolíticos.
Que la memoria de Rabin pueda ser una bendición y no sea utilizada como una maldición.
Traducción: Daniel Rosenthal