Elul 5782

A  veces la realidad parece hacerse añicos pero en todo caso, aun si se recompusiera como un vidrio roto filmado en reversa, el daño está hecho; la reparación será imaginaria y mientras tanto el tiempo nos habrá empujado un paso más adelante. Si miráramos atrás nos convertiríamos en una estatua de sal, pero como ésta es sólo metáfora, por poderosa que sea, la única alternativa es avanzar. El hecho sucedió, sus consecuencias siguen a nuestro lado, y nada podemos hacer. No se nos escapa el tiempo, se nos escapa la ilusión de poder controlarlo.

La sumisión del patriarca Abraham cuando le es demandado su hijo parece conducir de forma inevitable al momento demandado y culminante. Antes de la estocada final e irreversible se interpone un carnero, el chivo expiatorio cuyo destino no es la desolación del desierto sino la proximidad a Dios. Él sabía que sacrificar a Isaac no tendría retorno; los caminos de la divinidad y el hombre se habrían bifurcado para siempre. Como ya lo había entendido después del Diluvio, La Creación hubiera sido en vano.

No pocas veces nuestras vidas se hacen añicos pero aun si no podemos reconstruir lo roto seguimos adelante; no pocas veces nuestras vidas atraviesan momentos cruciales y sin embargo optamos por un camino, porque no podemos optar por más. Como colectivo humano todavía estamos transitando un tiempo de desconcierto y pesar, de pérdidas definitivas y cambios de paradigmas como nunca en nuestra generación. Inexorablemente, los días se suceden y los tiempos llegan: los personales, los consagrados, y sobre todo, los inesperados. Todos somos aquellos patriarcas que supieron tan bien caminar en la desolación. Lo único que nos guía es una promesa bajo la humana forma de la esperanza.

Cuando finalice este Shabat (“Ree”) entrará el mes de Elul de este año hebreo 5781. Como está escrito en la porción semanal de la Torá, “Mira que hoy pongo ante vosotros una bendición y una maldición” (Deut. 11:26), del mismo modo estará en nosotros “mirar” y “ver”, reconocer el libre albedrío que nos define, hacer las opciones que elijamos. La única certeza, acaso, es que al final del mes comenzaremos diez días de introspección, evaluación, misericordia, y fraternidad; y un mes entero de celebración de nuestra singular identidad.

Identidad judía que nos permite, ante el inexorable avance del tiempo real, abrir los paréntesis que nos permiten crear el tiempo virtual que trasciende al primero. Ese tiempo que nos permite dialogar entre generaciones, reparar los errores (como uno repara un cristal, con humildad, amor, e imperfección), y avizorar el futuro no sólo como determinismo sino como oportunidad.