El Hombre, La Política, y El Cambio
El Dr. Ignacio de Posadas es un asiduo participante de la sección “Cartas al Director” del semanario “Búsqueda”; soy uno de sus asiduos lectores, siempre resulta desafiante. En su edición del 15 de julio pasado, bajo el título “El Hombre, la política y el cambio” (pág. 43), De Posadas incursiona y reflexiona sobre la vinculación entre esos tres conceptos; digo reflexiona porque más que conclusiones, deja planteadas varias preguntas y sugiere alguna propuesta. Hago mi aporte.
Dice: “Junto con la estridencia colectiva de los reclamos por los cambios, es común encontrar una fuerte resistencia personal a cambiar, unida a cierta indiferencia por la política (supuesta herramienta para el cambio exigido). Nada más contradictorio. Ni más corriente.” Luego se extiende en el tema mediante una lógica que una y otra vez refuerza el fatalismo de no poder cambiar. Hasta que sobre el final dice: “El hombre contemporáneo quiere, pero no cree. Quiere más y mejor, pero no tiene ni el tiempo, ni la inquietud ni las ganas de reflexionar. De pensar qué es y para qué es. Quiere satisfacciones y, al no tener un sentido en la vida, ninguna lo llenará por mucho tiempo. Aun si le dieran todo lo que pide: ¿qué haría con ello?” Luego agrega: “Eso no lo van a corregir ni la democracia ni la política. El hombre golpeando esas puertas con la virulencia que vemos a diario sólo conseguirá echarlas abajo. Los políticos lúcidos, que sabe esto, no se animan a decírselo a la gente (gente=votantes). Tiene que ser tarea de los responsables en la sociedad civil: los pensadores, la Iglesia, los medios….” Concluye con la frase que me provocó a escribir sobre el asunto: “De lo contrario, seguiremos con esta combinación mezcla de tela de Penélope y piedra de Sísifo.”
No puedo evitar leer un cierto tono escéptico en estas líneas del Dr. De Posadas, a quien generalmente reconozco como un hombre muy convencido de sus ideas y valores. Tal vez recorra, en este caso, un discurso de desencanto para reforzar, precisamente, su convicción de que existen personas, bajo diferentes formas, que no sólo pueden sino deben dedicar su existencia a la preservación de esos valores; esos “responsables” a los que hace referencia y ubica, entre otros entramados, en los pensadores, en la Iglesia, en los medios; los puntos suspensivos indican que la lista queda abierta. Lo que me sorprendió en una primera lectura fue precisamente el desbalance entre el escepticismo del relativamente extenso desarrollo y la apresurada conclusión. No en vano la carta cierra con los mitos de Penélope y Sísifo: la fatal circularidad del tiempo y por lo tanto, el destino.
Respecto del final de la carta, que sugiere con envidiable elegancia intelectual un cierto fatalismo, y en mi condición de judío, quisiera afirmar que la Humanidad, con toda su resistencia al cambio que tan bien explica el Dr. De Posadas, apunta siempre hacia un futuro mejor. Como ya lo sugería Camus, Sísifo podría percibirse como una tenaz búsqueda hacia las alturas aun con el fatídico peso de una piedra (¿la metafórica resistencia al cambio a la que hace referencia De Posadas?); o, como es de público conocimiento, que finalmente Odiseo regresará a Ítaca y Penélope podrá dejar de tejer fatalmente un destino postergado.
Los hombres transitamos la existencia sujetos a su realidad y buena parte de nuestras vidas son el empeño de empujar la piedra o tejer y destejer entramados. Hemos sabido, sin embargo, abrevar en la esperanza que algunos asocian con una era mesiánica y otros con la terrenal noción de superación y progreso, nuestra propia capacidad de dotar de sentido a nuestras vidas mejorando el mundo. La tradición judía aporta a la Humanidad la noción del cambio como construcción permanente, como vector, y sobre todo como elección. Somos el ensayo permanente y constante de un supuesto designio divino. Porque creemos en que llegaremos a la cima con piedra y todo y que Odiseo finalmente desembarcará en Ítaca, porque “el tema es más filosófico que político”, planteos como los del Dr. De Posadas son pertinentes. Las urgencias pueden disparar los grandes cambios, pero su permanencia en el tiempo depende de la obra y la convicción de los hombres.
Carta al Director publicada en Semanario Búsqueda el 29 de julio de 2021