La Esperanza de la Nueva Coalición
Yossi Klein Halevi, The Times of Israel, 14 de junio de 2021
El 36º gobierno de Israel es una coalición de valientes. Cada líder que ha llevado a su partido a este gobierno extraño y difícil de manejar ha asumido un riesgo. La izquierda dura Meretz ha empoderado a la derecha dura Yamina, y Yamina ha enfurecido a gran parte de sus bases al asociarse con Meretz. YisraelBeitenu, que no hace mucho acusó a los árabes israelíes de traición, ha abrazado al partido islamista, Ra’am, como socio de la coalición, y Ra’am, cuya carta fundacional considera al sionismo como racismo, se ha unido a un gobierno sionista.
Entre los líderes de esta coalición, ninguno se ha sacrificado más que Yair Lapid. Aunque Lapid era el político de alto rango dentro de la coalición anti-Netanyahu y jefe de su partido más grande, le concedió su lugar a Benny Gantz, quien parecía tener más probabilidades de derrotar a Netanyahu. Y ahora le ha cedido su lugar a Naftali Bennett, líder de una de las facciones más pequeñas de la coalición. Al hacerlo, Lapid ha encarnado lo que significa el liderazgo y el amor por Israel, devolviendo a nuestra política su nobleza perdida.
En la ceremonia de juramentación del nuevo gobierno en la Knésset se vieron dos Israel diferentes. Estaba el Israel de la profanación, con diputados gritando, sus rostros contraídos por el odio, pisoteando la dignidad del Estado, mientras se negaban a permitir que el primer ministro designado hablara en su propia investidura. Y estaba el Israel de Naftali Bennet y Yair Lapid, hablando con pasión, razón y autocontrol mientras presentaban su coalición de sanación. Después de años de campañas de odio y división inspiradas oficialmente, diseñadas para satisfacer las necesidades políticas de un solo hombre, ahora tenemos el gobierno más diverso de la historia del país. Después de la peor violencia entre árabes israelíes y judíos israelíes desde 1948, tenemos la primera coalición judeo-árabe de la nación.
Aunque la nueva coalición no logre nada más que liberar a Israel de aquellos que han tratado de deshacer el delicado equilibrio entre nacionalismo y democracia, decencia y poder, dayenu (es suficiente). Aunque la nueva coalición no logre nada más que ofrecer una visión alternativa de un Israel que se esfuerza por respetar y gestionar sus diferencias esenciales, y colocar al país por encima de las necesidades sectarias, dayenu. ¿Tiene posibilidades de durar esta coalición? Dada su escasa mayoría y sus contradicciones internas, las probabilidades no son brillantes. Sin embargo, incluso si no sobrevive a su período, ya ha ganado. Este gobierno estará inmerso en una lucha constante para lograr el equilibrio entre sus componentes radicalmente dispares. Habrá frustración en todas las tiendas, a medida que las preciadas agendas lleguen a un punto muerto y se vean frustradas. Los críticos lo acusarán de ser un gobierno no de unidad nacional, sino de parálisis.
Sin embargo, la búsqueda del equilibrio debe estar en el corazón del proyecto israelí. La paradoja es el resultado inevitable de la reunión de los judíos provenientes de un centenar de exilios, con todas nuestras visiones, temores y nociones contradictorias sobre el significado de ser judíos y de lo que es un estado judío. Y luego hay que incorporar a esta mezcla a los ciudadanos árabes de Israel que no son parte de nuestro mito nacional de terminar con la dispersión, cuya identidad israelí es, en el mejor de los casos, tenue, y entonces la búsqueda del equilibrio se torna casi imposible. Somos un sistema de coalición por necesidad. Solo una coalición puede intentar sostener las paradojas de la israelidad. Este gobierno será nuestro experimento más radical en cuanto a moderación y humildad, eso que es el corazón de la construcción de coaliciones.
La pregunta implícita que impulsa a esta coalición es: ¿Qué nos mantiene unidos? Esa pregunta se ha vuelto cada vez más urgente en los últimos años, a medida que los dos elementos fundamentales de nuestra identidad, la naturaleza judía y democrática del estado, se encuentran en una tensión creciente. Una vez, no hace tanto tiempo, la mayoría de los israelíes estuvieron de acuerdo en que no podía haber un Israel que no representara al pueblo judío y a la continuidad de la historia judía y que, al mismo tiempo, no aspirara a cumplir la promesa de nuestra Declaración de Independencia sobre la plena igualdad de cada ciudadano. Hoy, gracias en gran medida al gobierno anterior, esa suposición básica de israelidad ya no puede darse por sentada. La tarea de este gobierno es, sobre todo, restaurar nuestro sentido de comunidad, afirmando y defendiendo las identidades judía y democrática de Israel.
Los últimos años del reinado de Netanyahu nos permitieron dar un vistazo al posible desmoronamiento de la sociedad israelí. Las contradicciones del actual gobierno son la fuente de su esperanza.
Traducción: Daniel Rosenthal