La Aliá desde Argentina

Judy Maltz, Haaretz,  24 de abril de 2021

Marcelo Neumann emigró por primera vez a Israel desde Argentina junto con sus padres a los 10 años de edad. Dos años después, la familia retornó a Buenos Aires, pero a la edad de 22, él regresó a Israel por su cuenta. Tampoco se quedó mucho tiempo en ese entonces, regresando nuevamente a Argentina después de tan solo unos años. Hace un mes, a la edad de 41 años, Neumann se mudó nuevamente a Israel, esta vez junto con su esposa y tres hijos. “Esta vez es para siempre”, promete. “No creo que me acepten si lo intento una vez más”. Neumann logró abandonar Argentina justo antes de que el país entrara en su segundo período de confinamiento debido al coronavirus. Él y su familia pasarán el próximo año en el Kibutz Revivim, en el sur del desierto del Néguev, participando en un programa especial patrocinado por la Agencia Judía diseñado para nuevos inmigrantes.

Los Neumann son parte de una nueva ola de aliá desde Argentina, que coincide, de manera bastante clara, con una pandemia global que ha hecho que cada vez sea más difícil cruzar fronteras internacionales. De hecho, aparte de México, donde las cifras fueron significativamente menores en términos absolutos, Argentina fue el único país del mundo que durante el año pasado registró un aumento en la cantidad de judíos que lo abandonaron para irse a Israel. Un total de 567 judíos argentinos hicieron aliá el año pasado: un aumento del 23% comparado con el año anterior a la pandemia, según cifras de la Agencia Judía.

Neumann dice que había manejado la idea de regresar a Israel con su familia durante mucho tiempo, y que tenía buenos recuerdos de sus primeros años allí. Pero fueron los problemas económicos de Argentina, exacerbados por la crisis de salud global, los que fueron el catalizador determinante de su decisión. “Era dueño y dirigía un salón de eventos en Buenos Aires”, dice. “El coronavirus terminó con mi negocio”. Actualmente realiza tareas de baja categoría en el comedor del kibutz, mientras que su esposa, que es odontóloga, y sus tres hijos, mejoran su dominio del idioma hebreo (el suyo ya es bastante fluido). “Poco a poco las cosas parecen estar resolviéndose para nosotros”, observa.

Argentina ya se encontraba en medio de una profunda crisis económica cuando el coronavirus comenzó a extenderse, a principios de 2020. La pandemia global ha tenido un efecto particularmente devastador en su economía, que se contrajo casi un 10% el año pasado, en lo que es el tercer año consecutivo de recesión. Al mismo tiempo, la inflación se disparó, elevando el costo de vida, llevando a más y más familias estar por debajo del umbral de la pobreza. Si bien el número de muertos por el coronavirus es mucho menor en Argentina que en Brasil, su país vecino, no se está ni cerca del camino hacia la recuperación. El número promedio de nuevas infecciones en Argentina alcanzó otro pico esta semana, con más de 23.500 al día, mientras que tan solo menos del 13% de su población de más de 45 millones de personas ha recibido una primera dosis de la vacuna. Por otro lado, mucha gente no sabe ni siquiera si y cuándo recibirá una segunda dosis.

Para agravar la ya complicada situación económica y sanitaria del país, hay crecientes preocupaciones sobre cuestiones de seguridad personal, dice Mario Lev, presidente de la Asociación de Inmigrantes Latinoamericanos en Israel. “Argentina está atravesando una crisis como nunca antes se había visto”, dice. “Yo diría que es incluso peor de la que presenciamos a principios de la década del 2000, cuando unos 10.000 judíos argentinos inmigraron a Israel. Hoy tenemos los elementos agregados del coronavirus, que ha sido muy mal manejado por el gobierno, y el aumento de las tasas de criminalidad. Cuando consideramos que el sionismo corre fuerte por la sangre de los judíos argentinos, no debería sorprendernos que estemos viendo este crecimiento en la aliá”.

Alrededor de 180.000 judíos viven actualmente en Argentina, que continúa siendo el hogar de la comunidad judía más grande de Latinoamérica. Se estima que entre 75.000 y 80.000 inmigrantes desde Argentina residen en Israel. Shai Felber, director de la unidad de inmigración de la Agencia Judía, señala que la gran mayoría de los recién llegados de Argentina son familias jóvenes y jóvenes solteros, muchos de ellos participantes en programas de la organización Masá que simplemente se quedan en el país. “La crisis del coronavirus, junto con la crisis económica, les ha brindado la oportunidad de hacer algo en lo que muchos de ellos han estado pensando durante mucho tiempo”, dice. Cuando estalló la pandemia global el año pasado, la Agencia Judía estableció un fondo de préstamo especial de 10 millones de dólares para ayudar a las comunidades judías en dificultades en todo el mundo. Según Felber, la comunidad judía argentina fue uno de los mayores beneficiarios de este fondo. “Fue duramente golpeada, y todavía está siendo golpeada”, dice, y señala que Argentina implementó lo que quizás fue el confinamiento más largo de cualquier país del mundo, por más de 100 días.

Un factor adicional detrás del aumento de la aliá, dice Sergio Pikholtz, presidente de la Organización Sionista Argentina, es el antisemitismo. La comunidad judía del país quedó conmocionada por la muerte en 2015 de Alberto Nisman, el fiscal que investigó el ataque terrorista de 1994 a la AMIA, en Buenos Aires. A lo largodel año pasado, según Pikholtz, hay gente de la comunidad que comenzó a sentirque el antisemitismo está aumentando nuevamente. “Hay quien cree que el antisemitismo está creciendo y es más fuerte que en 2000 [cuando comenzó la anterior ola de aliá], y que este elemento, combinado con la crisis económica, es peligroso”, dice. En base a su conocimiento de la comunidad, agrega Pikholtz, Israel es el destino elegido, pero no una opción predeterminada para la mayoría de los que abandonan Argentina. “Israel ha sido una fuerza presente en sus vidas desde una edad temprana, y es especialmente un atractivo en estos días debido a su prosperidad continuada”.

Mathias Bechini, de 28 años, emigró a Israel por su cuenta en enero desde Córdoba, donde trabajaba como guardia de seguridad en la comunidad judía. Sin embargo, el país no le es ajeno. “He estado de visita al menos media docena de veces”, dice Bechini, quien ahora estudia hebreo en el Ulpan Etzion en Jerusalem, “y siempre he querido hacer aliá”. La pandemia global, indica, lo obligó a actuar antes de lo planeado. “Había renunciado a mi trabajo y estaba planeando pasar el año viajando por Australia, pero eso ya no fue posible”, dice. “Así que, en cambio, vine a Israel un año antes”.

Enrique Rosenburt, quien emigró a Israel en 2002 durante la ola de aliá anterior, recientemente creó una organización sin fines de lucro para ayudar a los inmigrantes argentinos a encontrar trabajo en Israel. Los que llegaron el año pasado, dice, esencialmente han perdido la esperanza de tener un futuro en Argentina. “Están hartos y no ven ninguna luz al final del túnel”, dice Rosenburt, originario de la ciudad de Rosario. “Lo que quieren es algo de normalidad en sus vidas, y ven que pueden tener eso aquí, en Israel”. La mayoría de los nuevos inmigrantes comprenden, dice, que probablemente tendrán que hacer sacrificios profesionales para vivir en Israel. “Pero a pesar de eso, están dispuestos a hacerlo por el bien de sus hijos”.

Un ejemplo sería Monica Bez, quien llegó a Israel con la ayuda de la Fraternidad Internacional de Cristianos y Judíos, una organización financiada por evangélicos que ayuda a inmigrantes necesitados. Psicóloga de profesión, ella, su esposo y su hija menor llegaron al país hace ocho meses (su hija mayor llegó antes para unirse al ejército). Hoy trabaja como ayudante en una guardería cerca de su casa en Ramat Gan, mientras que su esposo trabaja en una fábrica en Bnei Brak. Pero no se queja. “Siempre quisimos mudarnos a Israel”, dice la mujer de 54 años de edad. “Lo que nos impidió hacerlo fue que mi madre estaba enferma. Después de su fallecimiento, decidimos que era el momento. Nuestras niñas ya no querían quedarse en Argentina, y siempre sentimos que Israel era nuestro hogar. De hecho, tenía miedo de no encontrar trabajo, pero lo logré”.

Para Gabriel Seiferheld y su esposa Alejandra, los hijos también fueron un factor decisivo. La pareja y sus dos hijos, un niño de 9 años y otro de 3, se mudaron de Córdoba a Israel hace poco más de un mes. Ahora están en Ra’anana, una ciudad en el centro de Israel y hogar de una gran comunidad de expatriados argentinos. Mientras tanto, ha encontrado trabajo enseñando hebreo en línea. “Tanto mi esposa como yo estábamos muy involucrados en la comunidad judía, por lo que ya hacía un tiempo que estábamos hablando sobre la aliá”, dice Seiferheld, de 43 años, quien también recibió ayuda de la Fraternidad. “Una de las cosas más importantes para nosotros son nuestros hijos y su educación. Nuestros hijos estaban en una edad en la que pensábamos que si no hacíamos el cambio ahora, sería demasiado tarde”. Esta es la tercera vez que su generación de argentinos, señala Seiferheld, se enfrenta a una situación de colapso económico e hiperinflación. “Realmente te da una sensación de desesperanza, especialmente si tienes niños pequeños”, dice.

Pickholz, de la Organización Sionista Argentina, dice que espera que la tendencia de aumento de la aliá continúe. “Ante la falta de una solución a los problemas de conflicto social, desempleo, inflación y pobreza en el horizonte, probablemente incluso se fortalecerá”, proyecta. Las cifras en la Agencia Judía proporcionadas por Felber parecen confirmar esta proyección. Muestran que la cantidad de expedientes abiertos por judíos argentinos interesados en emigrar a Israel aumentó de 907 en 2018, a 1.399 en 2019 y a 1.825 en 2020.

Javier Indelman, presidente de la comunidad judía de Rosario, no solo no está preocupado por lo que esto significa para el futuro de los judíos argentinos, sino que en realidad está contento. “Para nosotros, esta es una excelente noticia”, dice. “Estamos felices de que los judíos de Argentina prefieran continuar con su vida en Israel. Ven que allí tienen un futuro mejor”.

Traducción: Daniel Rosenthal