Sionismo Virtual

En Isaías 58:5 el profeta dice: “¿Es éste el ayuno que Yo he escogido?” En 58:6 se contesta: “No es éste el ayuno que Yo he elegido para… para que se liberen los oprimidos y que rompáis todo yugo.” Parafraseando a Isaías, si se me permite, me preguntaría: ¿es éste el Sionismo que hemos elegido?

La semana pasada celebramos setenta y tres años de la creación del Estado de Israel; la historia del Sionismo, si tomamos en cuenta el 1er Congreso Sionista, cumple ya ciento veinticuatro años. El Sionismo ha pasado y superado varias etapas y es en definitiva mucho más que la suma de sus partes: su historia, sus ideologías, sus prioridades. El Sionismo es el nacionalismo del pueblo judío y como tal no escapa a la naturaleza de su pueblo: colectivo, divisivo, conflictivo, y ético. Como el judaísmo, no es sólo discurso sino acción y realizaciones; la más notable, el Estado de Israel. Ser más o menos sionista nos organiza el mundo de diferente manera: siempre habrá un horizonte, más real o más mítico, allí donde sale el sol detrás de las montañas de Edom. Cualquier sionista lo sabe.

Parecería que en los últimos años, a fuerza de redes sociales y ataques antisemitas en todas sus versiones, ha surgido un Sionismo Virtual en un sentido literal, un Sionismo cuya única manifestación, en muchos casos, es en el contexto de las redes sociales. El Sionismo se ha vuelto dialéctico: con el afán de esclarecer, denunciar, y en definitiva defender la existencia de Israel y sus derivaciones como una realidad en la historia y geografía de la humanidad, se ha convertido en un medio y no en un fin.

Hay algo muy simbólico en el Estado de Israel como escudo de los judíos en el mundo, pero se desvirtúa cuando lo usamos para defendernos del viejo y conocido antisemitismo. No son los logros de Israel en cualquier área la razón por la cual no deberíamos ser odiados, ni la buena disposición de Israel para ayudar a otras sociedades, ni la atención médica a la población de países con quien está formalmente en guerra; no deberíamos ser odiados ni juzgados sólo por el hecho de ser judíos porque ello constituye discriminación. Una acción hoy penada por ley en occidente.

Al mismo tiempo, el Sionismo que simplemente se regodea ciegamente en los logros de Israel como Estado (que son muchos) poco aporta. El Sionismo no surge para crear tecnología o arte o cultura sino para otorgar soberanía y mayoría viable en un pedazo de tierra ancestral. Por su naturaleza exclusivamente judía, el Sionismo no debería quedarse en el facilismo de la auto-complacencia sino aspirar a un perfeccionamiento moral y ético permanente. Nadie discute el mérito de la Cúpula de Hierro desarrollada hace diez años para defender Israel de los misiles enemigos; pero el orgullo sionista radica en la ejemplar democracia israelí (un poco magullada, pero ejemplar al fin) o en los estándares éticos que se auto-imponen las Fuerzas de Defensa de Israel en cuestiones de guerra.

En grandes trazos: el Sionismo como triunfalismo, de la Guerra de los Seis Días a la Guerra del Líbano en 1982 y pasando por la de Iom Kipur en 1973, el orden es claramente descendente: 1973 quebró la euforia de 1967, 1982 desnudó vulnerabilidad. Sin embargo, 1982 puso sobre la mesa cuestiones éticas: el derecho a regir sobre otros pueblos o a imponer realidades por medio de la fuerza. No en vano hubo tanto afán pacifista a posteriori hasta que la 2ª Intifada demolió la paz hasta sus cimientos.

Sin embargo, al día de hoy, pensadores de todas las disciplinas están lidiando con la forma de compatibilizar la seguridad nacional con los derechos de otros pueblos; cómo construir nuevos puentes de diálogo con vecinos profundamente suspicaces y complejos. Al mismo tiempo, puertas adentro, la reunión de las diásporas que pregonaba el Sionismo de nuestra juventud ha demostrado ser un desafío mucho más complejo que su simple e idealista enunciación. Así, el Sionismo de hoy no es acerca de riqueza, tecnología, altruismo; esos son los logros de un país. En el cual, por cierto, los judíos de la diáspora todavía no vivimos; ¿por qué habríamos de arrogarnos sus logros, y mucho menos como instrumento de auto-defensa? El Sionismo hoy es acerca de conjugar poder con justicia, seguridad con soberanía. Cada vez que damos un paso en esa dirección, entonces, y recién entonces, da para sentirse orgulloso.

Todo lo demás es un Sionismo chauvinista, no muy distinto a los nacionalismos de los cuales como judíos hemos huido a lo largo de nuestra historia.